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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Tres padres

Son tres padres muy distintos con tres hijos en el banquillo: Jorge Horacio Messi, progenitor del futbolista, el Rey Juan Carlos y el exhonorable Jordi Pujol

José María Mena

Jorge Horacio Messi es el padre de Lionel, quizá el mejor futbolista del mundo, que por ello gana unas sumas astronómicas. Jorge Horacio administra esas ganancias. Lionel se dedica únicamente a jugar al fútbol. "Yo firmaba dónde decía mi papá", dijo Lionel al tribunal que le juzgaba por fraude a la Hacienda Pública. Como todo el mundo sabe, entre 2007 y 2009 Messi ingresó, por determinados conceptos derivados de su prestigio como futbolista excepcional, 10,1 millones de euros, por los que no tributó ni un euro. Para ello, los asesores fiscales contratados por su padre, Jorge Horacio, construyeron una compleja estructura de empresas en paraísos fiscales.

En el juicio de los Messi chocaron dos instituciones que generalmente actúan en la misma dirección: la fiscalía, defensora del interés público, y la abogacía del Estado, defensora de la hacienda pública. La abogacía del Estado deduce que Lionel, aunque no entiende nada de tramas defraudatorias, se benefició del montaje, y consecuentemente debía saber lo que se hacía. Y aventura la conclusión de que Lionel era el capo de un montaje mafioso. La fiscalía discrepa.

Acusa a Jorge Horacio, pero no a su hijo Lionel. La fiscalía sabe que, en un Estado de derecho, para imputar el delito, es necesario que el acusado, Lionel, quiera defraudar, decida hacerlo, y pueda saber o sepa que está defraudando. Si sólo se dedica a dar patadas al balón, y desconoce absolutamente todo lo que se relaciona con sus finanzas, encomendándolo a su papá, la fiscalía no tiene base para atribuir a Lionel ninguna intención delictiva. Jorge Horacio no abandona a su hijo. Le exculpa y "se come el marrón". Y como Lionel pagó hasta el último céntimo de su deuda tributaria en cuanto se vio acusado, no puede ni siquiera ser acusado como partícipe a título lucrativo, como la Infanta.

El padre de la Infanta quizá no sabía cómo entraba el dinero en la casa de los Urdangarín. Nunca sabremos si colaboró, por acción o por omisión, en un paternal apoyo al sostenimiento de las ganancias de su yerno e hija. Sólo sabemos que la dejó sola ante los jueces y ante el mundo con aquello de que "la justicia es igual para todos". El fiscal acusa severamente al marido, pero exculpa a la Infanta, aunque la considera responsable a título lucrativo por los beneficios que obtuvo, y le exige que los devuelva, porque no lo ha hecho. Los partícipes a título lucrativo son los que simplemente se benefician del fruto del latrocinio, que no siempre saben, con precisión, el origen concreto de la ganancia que disfrutan. En las películas de mafiosos, las esposas, como la de Los Soprano, son un ejemplo paradigmático de esa especie de "ignorancia consciente". A veces solamente sospechan, prefieren ignorar, y algunas veces ignoran. Esa sería la condición de Lionel si no hubiera pagado finalmente la totalidad de su deuda tributaria. Y esa es, igualmente, la condición de la Infanta, en opinión de la fiscalía de Palma. Sin embargo, Cristina de Borbón no es como Lionel Messi. Es hija y hermana de reyes, con estudios superiores y empleada de lujo de La Caixa, con un privilegiado cargo en Suiza. Estaba en condiciones de conocer de los negocios de su marido, y, al menos, los documentos que ella misma firmaba, razonablemente tras leerlos y entenderlos. Es triste que necesite formar parte del pelotón de esposas estúpidas e ignorantes, para acogerse a la excusa de la "ignorancia consciente", como partícipe a título lucrativo. Aunque ninguna excusa la salvará ya del irreversible destierro paterno, fraterno y cívico.

Oriol Pujol Ferrusola también es otro procesado, hijo de papá. Era el delfín político de una saga con ínfulas de monarquía local. Creyéndose omnipotente e impune, traficó con sus influencias, falsificó documentos y obtuvo ventajas de ello, según la fiscalía que le pide cinco años de prisión. Y tendrá que soportar el banquillo él solo, sin fueros ni amparos, porque su exhonorable padre ya no es nadie, y bastante tiene con su propia agenda judicial.

Son tres padres muy distintos con tres hijos en el banquillo. Uno por la administración de su padre, otra por emulación del lujo dinástico, y otro por mimetismo político y familiar. Triste moraleja.

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José María Mena fue fiscal jefe del TSJC

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