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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Riesgos reales

Me confunde la campaña del PSOE marcando su centrismo. ¿No le iría mejor abriendo las puertas a un pacto con Podemos?

Jordi Gracia

La propuesta de Pedro Sánchez sobre Cataluña es la mejor vía a la vista para reencauzar políticamente un conflicto político, clarificar competencias entre Generalitat y Estado, e incluso activar una suerte de bilateralidad que propicie una ruta federal sin demasiado aparato eléctrico. Pero para llegar a poner en práctica algo parecido, el primer requisito es gobernar, y confieso sin reparos que me confunde la estrategia de los socialistas de cara a la campaña del 26 de junio. Detrás de los datos de Demoscopia no se vislumbra la menor posibilidad de superar a Podemos en votos, y es posible que tampoco en diputados, sobre todo a la vista de las provincias donde algo puede cambiar.

Pero apenas va a cambiar nada. O cambia únicamente el rendimiento que van a obtener Podemos e Izquierda Unida de su acuerdo, y son ellos quienes van a ver alterado su reparto de diputados gracias a sus seis millones de votos. En Barcelona la distancia es salvaje, de veinte puntos, y ningún otro partido está en disposición de competir con Barcelona en Comú por ese primer lugar. Es como si la ciudad hubiese dado ya un voto inequívoco, mucho más potente que en Madrid, a favor de llevar al gobierno central (o federal...) un acuerdo entre los socialistas y su izquierda.

De ahí nace mi perplejidad ante la campaña socialista, si he entendido bien a los portavoces y si me perdona Gabriel Colomé, jefe de campaña de Meritxell Batet. Identificar al PSOE en el mercado electoral como partido clásico, fuerte y centrado, sin afinidades con okupas, sin cabriolas verbales y sin excesos rupturistas casi nada podrá hacer por recuperar a un votante que se ha ido ya. Pero eso es exactamente lo que necesita para no perder su segundo puesto. Los socialistas parecen apostar por fingir en público que no hay riesgo de quedar terceros a escala española y por tanto mantienen la misma apuesta clásica en clave bipartidista. Los primeros partidos serán el PP y el PSOE y tendrán que pactar con los otros dos posibles aliados para gobernar o para facilitar un gobierno.

Pero ahora mismo ese resultado clásico y verosímil es antiguo e inverosímil. Nada hace pensar que el PSOE logre invertir o revertir el voto que ha huido a Podemos, ni nada ha cambiado para que pueda ganar de golpe medio millón o un millón de votos, aunque es verdad que la nueva propuesta para Cataluña podría tener ese papel entre los votantes de izquierdas (pero menos en los órganos internos del PSOE).

Y desde una perspectiva de izquierdas, el resultado del 26 de junio puede ser resueltamente catastrófico. No imagino al PSOE oficial y al PSOE orgánico resignándose a un acuerdo de gobierno con Podemos, si Podemos es segunda fuerza electoral después del PP. La humillación simbólica sería tan grave que preferirá abstenerse en un acuerdo entre PP y Ciudadanos, o incluso optará por esa Gran Coalición que con razón Pedro Sánchez ha rechazado tantas veces.

Sin embargo, mientras sigo jugando a los soldaditos de plomo, imagino que puede verse desde el lado contrario. E imagino también que un voto que está hoy en Podemos, o incluso en la abstención, puede regresar a los socialistas si detecta y se cree un mensaje destinado a fortalecer una alianza de izquierdas que acabe con el gobierno del PP y no se preste a fraguar o favorecer coalición alguna con la derecha real y el centro derecha liberal.

La situación es endiablada, se mire como se mire, porque el conjunto de la izquierda tiene votos y fuerza, pero también una tonelada de recelos que neutralizan o invisibilizan la voluntad política para el acuerdo, a sabiendas de que la erosión de gobernar será instantánea desde el primer día para ambos (como lo ha sido para Colau y Carmena).

Pero nadie dejaría de agradecer que retirasen al PP (para que volviese a empezar su vida) mientras Ciudadanos, quizá, podría ver los beneficios de pactar con el gobierno de izquierdas acuerdos consistentes sobre regeneración democrática, que no deja de ser su principal capital político. ¿No podría salir ganando el PSOE abriendo las puertas a un pacto con Podemos antes que excluyéndolos por "intransigentes"? ¿No sería esa la acuarela más afín a los diez millones de votantes, entre socialistas, podemitas y familia? La nueva propuesta sobre Cataluña parece ir en esa dirección.

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Sobre la firma

Jordi Gracia
Es adjunto a la directora de EL PAÍS y codirector de 'TintaLibre'. Antes fue subdirector de Opinión. Llegó a la Redacción desde la vida apacible de la universidad, donde es catedrático de literatura. Pese a haber escrito sobre Javier Pradera, nada podía hacerle imaginar que la realidad real era así: ingobernable y adictiva.

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