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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¡Que vienen los rojos!

La derecha se apresura a explotar el espantajo izquierdista de Podemos, que si ya era el mismísimo demonio, tras el pacto con IU aparece con los cuernos y el rabo aún más largos

Aunque faltan todavía cuatro semanas para su comienzo formal, es ya evidente cuál va a ser el tema central de la campaña para las elecciones generales del 26 de junio: la explotación del espantajo izquierdista de Podemos que, si hasta ahora ya era el mismísimo demonio, aparece con los cuernos y el rabo todavía más largos tras el pacto con Izquierda Unida.

Naturalmente, el primer y más esforzado cultivador del discurso del miedo a los rojos va a ser —está siendo ya— el Partido Popular. Tuvimos ocasión de comprobarlo esta misma semana, de boca de Rajoy, de Casado, de Hernando: “Si no quieres que gobierne Podemos, vota PP”. La participación de los de Iglesias en el poder supondría “deslizarse por el camino de la incertidumbre, la inestabilidad y la inseguridad”. “Nosotros apostamos por la concordia, por la esperanza de la España moderada, mientras que una alternativa extremista se asoma como un disolvente de todo lo bueno que tenemos, nuestra unidad, nuestra democracia constitucional y nuestro progreso económico”. “O el PP o modelos de corte marxista-leninista”.

Se trata, en el caso de la derecha española tradicional, de un mensaje que trata de activar temores atávicos, incrustados en los recovecos de su memoria social. Permítanme ilustrarlo con la transcripción de algunas frases de un conocido cartel electoral de la CEDA (Confederación Española de las Derechas Autónomas) para los comicios de febrero de 1936: “Señores conservaduros. Lo que os espera si triunfa el marxismo. Disolución del Ejército. Aniquilamiento de la Guardia Civil. Armamento de la canalla. Incendios de bancos y casas particulares. Reparto de bienes y tierras. Saqueos en forma. Reparto de vuestras mujeres (sic). Ruina. Ruina. Ruina. Para evitar la ruina, Gil-Robles os pide todo el poder”. Y bien, reemplazando a Gil-Robles por Rajoy y cambiando el bronco lenguaje de los años treinta por el del siglo XXI, ¿no hay entre ambos discursos un nítido eco común?

Pero el fenómeno que pronostico no va a quedar circunscrito al PP, ni mucho menos. Apenas conocido el acuerdo Podemos-Izquierda Unida, el líder de Ciudadanos, Albert Rivera se apresuró a aludir al Partido Comunista —cuyo peso efectivo dentro de la alianza no debe de alcanzar el 5%— y a sentenciar que “no hay nada más viejo en política que las ideas del comunismo”.

Es sólo el principio. A lo largo del próximo mes y medio veremos —rectifico: seguiremos viendo— sesudos artículos de académicos glosando los nefandos efectos del populismo. Que Rajoy proclamase a bombo y platillo la superación de la crisis... y ahora tenga que mendigar de Bruselas el aplazamiento de la multa por haber superado el límite de déficit, eso no es populismo.

Y se nos recordará una y otra vez la “pinza” entre Julio Anguita y José María Aznar contra Felipe González, veintitantos años atrás. Y saldrán a colación los más recónditos avatares de la Tercera Internacional para demostrar que los “comunistas” —ahora travestidos de violeta— siempre han perseguido la destrucción de la socialdemocracia. Y determinados diarios van a hablar más de Venezuela y Corea del Norte en sus páginas de Política Española que en las de Internacional. Y las tertulias de la caverna catódica van a echar humo —más humo, quiero decir— con sus analogías entre Pablo Iglesias y Nicolás Maduro, entre la penuria en los supermercados de Caracas y lo que nos espera aquí si gobierna Podemos.

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Dentro de esta ofensiva ya en marcha contra la “coalición de extremistas y radicales” hay un ingrediente que no debe pasar desapercibido: el esfuerzo por asociarla con el terrorismo de ETA, hoy felizmente extinguido pero cuya desaparición algunos se resisten a admitir, porque de hacerlo se quedarían sin discurso o sin razón de ser. Que si Podemos facilitó el acceso de Arnaldo Otegi al Europarlamento que si coincide con las posiciones de Bildu en esta o aquella corporación vasca...

En el fondo, el afán por establecer un vínculo criminalizador (si no por acción, al menos por omisión, o por silencio, o por tibieza, o...) entre los de Pablo Iglesias y ETA responde a la mayor de las osadías podemitas, que no es el republicanismo, ni el programa social, ni las propuestas fiscales; es la apuesta por un referéndum sobre la eventual independencia de Cataluña, de Euskadi, etcétera. Eso sí que no tiene perdón.

O sea, que no sólo vienen los rojos. ¡Vienen los rojo-separatistas!

Joan B. Culla i Clarà es historiador.

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