El despertar de un Dalí sin bigotes
La fundación de Figueres muestra 23 obras creadas en la etapa madrileña del artista
“Los lugares que Velázquez pintó y los recuerdos más importantes de mi vida: los años pasados con Lorca, Buñuel y los ultraístas. Para mi Madrid, es eso”. Salvador Dalí explicó en 1970 a un periodista que la capital española era la ciudad de Europa con más sentido para él. Su estancia a la capital, entre 1922 y 1926, supuso un cambio brusco en su vida y su obra.
Con apenas 18 años, Dalí viajó a Madrid acompañado de su hermana y su padre para examinarse e ingresar en la Academia de Bellas Artes de San Fernando. En la ciudad se instala en la Residencia de Estudiantes, el centro pedagógico más avanzado y progresista de la España del momento, donde conoció e hizo amistad con la flor y nata de la intelectualidad española del momento, muchos de los cuales acabaron formando parte de la generación del 27. Artistas e intelectuales como Federico García Lorca, Pepín Bello, Luis Buñuel y muchos otros que acabaron retroalimentándose unos y otros. “A veces siento la nostalgia de Madrid, de nuestros paseos nocturno por los barrios bajos, añoro las calles de aguafuerte, las canciones de los negros, y los crepúsculos azules donde palpitan las músicas de feria y las magníficas verbenas de todos los colores”, escribió en 1926 a su amigo Josep Rigol al final de su estancia. Ese Madrid de nuevas amistades, de tabernas y bares, borrachos, prostitutas, músicos en las calles, parejas que se abrazan y se besan y escenas oníricas de la noche de la ciudad, protagonizan las mayoría de las 23 obras (18 aguadas y 5 dibujos) de la exposición De sueños, paseos nocturnos y vivencias que se ha inaugurado en la Fundación Gala-Salvador Dalí de Figueres hasta el 16 de octubre, en la que no faltan referencias a su vida cotidiana como los viajes en tranvía que realizaba entre la residencia y la academia. “Dalí estaba muy influenciado por lo que leía en libros, catálogos y revistas, pero en Madrid entró en contacto con otros pintores como él. También descubrió la juerga, tal y como escribió en su Vida secreta”, asegura Montse Aguer, directora del Museo Dalí y comisaria de la muestra.
Obras inéditas
Algunas de las obras se habían podido ver en la exposición Dalí joven que se mostró en Nueva York, Londres y Barcelona en 1994 y 1995. Otras se muestran por primera vez, como Salvador Dalí y Maruja Mallo en el Café de Oriente, la pieza principal de la muestra inspirada en una de estas veladas de compañeros datada por Dalí en 1923. “La compró la fundación en noviembre en una subasta en Zúrich. El pintor muestra una imagen romántica con el pelo largo, enormes patillas y sin bigote, sentado junto a Maruja Mallo, una joven extrovertida que rompió con la sociedad clásica y tradicional y la única mujer que ingresó en la Academia de San Fernando en el curso que Dalí. Les acompaña un tercer personaje no identificado, quizá Pepín Bello, Lorca o un hermano de Mallo, que muchas veces les acompañaba”, explica Aguer, junto a esta pequeña aguada de tinta. Otra de las obras inéditas, “tenemos unos 3.000 dibujos que estamos estudiando constantemente”, explica, es Esbozos diversos con autorretrato, realizada entre 1921 y 1922, “en el que se puede ver un personaje muy lorquiano, tipo Mariana Pineda, un autorretrato de Dalí y uno de los famosos putrefactos. Además de las obras de Madrid la muestra presenta “una obra de transición” en la que se ve un viaje en tren de vapor que conduce al joven pintor de Madrid a Figueres y tres escenas de celebración por Navidad con su familia.
“Es un momento en el que Dalí pinta muchas naturalezas muertas como las que presenta en la exposición de Artistas íbéricos de 1925, pero se mueve entre el cubismo, el futurismo y la metafísica”, explica Aguer. Sueños nocturnos se muestra en tamaño XXL, en un vinilo, porque el departamento de conservación ha aconsejado no mostrar el original. De influencia cubista y futurista se adivinan, como si fueran viñetas de un cómic, diferentes escenas en la que media docena de gatos rondan al pintor, Mallo y un fornido Buñuel.
“Dalí ya tenía una imagen estrambótica [además de las largas patillas, gabardina, medias y polainas al estilo de los artistas victorianos] que despertó la curiosidad de sus compañeros. En este periodo acentúa su imagen de dandi cosmopolita y empieza a crear su personaje”. Pronto, tras descubrir en sus paseos por el Prado la pintura de Velázquez, el Greco y el Bosco comenzó a dejarse crecer el bigote que ya no le abandonaría nunca más y le daría seña de identidad. Curiosamente, en la sala de al lado de la exposición puede verse otra muestra temporal con 23 de las fotografías que Halsman realizó en 1954 para Dali’s mustache pero que no se publicaron en el libro, en el que su bigote adopta caprichosas formas imposibles.
La estancia de Dalí en Madrid se vio truncada por varios hechos. En 1926 fue expulsado definitivamente de la Academia de Bellas Artes tras declarar al tribunal examinador incompetente para evaluar sus conocimientos. Una muestra prematura del puro Dalí.
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