Salsa en la ciudad
Abundan en la capital los locales consagrados al baile tropical, donde es posible tomar mojitos al ritmo de orquestas que tocan en directo
En una mesa hay una tarta roja en forma de zapato de tacón con la que un grupo de amigos está celebrando un cumpleaños. Sobre el escenario, cuatro músicos afinan sus percusiones, timbales y güiros cubanos poco antes de comenzar a tocar. En La Negra Tomasa (calle de Cádiz 9) muchos de los asistentes aún cenan y otros acaban de llegar, pero hay algo que todos tienen en común: han venido a bailar.
A muy pocos metros de allí, en el Son Cubano, en calle Victoria 6, hay una chica que se está cambiando las zapatillas por un par de zapatos de tacón antes de que un chico se acerque a ella y la saque a bailar. “Eso siempre pasa”, dice uno de los porteros. “Las chicas vienen preparadas”. En el escenario, donde hay unas palmeras pintadas en la pared de fondo, se prepara otro grupo cubano: Ensamble Latino. “Aquí se empieza tarde”, dice Edmundo Rodríguez, músico de 60 años que lleva más de 20 en España. “Los grupos empiezan a tocar a las dos de la madrugada y se pueden quedar hasta las cinco”.
Hay una gran variedad de locales en Madrid que ofrecen salsa. Azúcar, en la calle Atocha 107, lleva 18 años reuniendo a salseros y abre de jueves a domingo. The Host, anteriormente llamado Ramdall, en calle Ferraz 38, tiene un concepto más de club-discoteca. Tropical House, en la plaza de los Mostenses 11, es otra opción.
Pero uno de los más conocidos es La Negra Tomasa. <TB>“En la plaza de la Catedral de La Habana, en Cuba, hay un sitio que se llama El Patio, un local de tres plantas, en el que hay un restaurante con terraza y una pista de baile”, cuenta Rubén de Miguel, madrileño, encargado de La Negra Tomasa. “Fue así como surgió la idea de abrir un local donde se pueda comer y bailar. Llevamos ya desde 1998”.
Las paredes del lugar están llenas de fotos y recuerdos de Cuba, Fidel, el Che y Hemingway. “El cambio es bueno y es lo que necesita ahora Cuba”, reflexiona un cliente, mientras los mojitos ya han empezado a correr.
La Bandita, el grupo que está sobre el escenario, comienza a tocar un son que los asistentes reconocen de inmediato, y si hace un momento estaban estáticos, ahora se han puesto de pie para dejarse llevar por el ritmo de la música. La fiesta ha comenzado. “Todos los días tenemos una banda diferente”, dice De Miguel.
Johnny Gómez, venezolano de 35 años, es percusionista de La Bandita, grupo con el que toca todos los martes desde hace más de tres años. “A pesar de que llevo relativamente poco tiempo aquí, he podido ver cómo en Madrid el interés de la gente por aprender a bailar salsa es cada vez mayor”, dice Gómez, que en mayo lanzará su primer proyecto como solista, en el que explorará con otros ritmos, utilizando la percusión afro-venezolana como base. “Hay mucha gente que toma clases de salsa para luego venir a bailar”. Sobre la medianoche en la Negra Tomasa ya casi nadie está sentado. Todos están moviendo la cintura.
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