La acomodadora que soñaba con ser actriz
La cubana Mirtha Ibarra regresa a Madrid con una historia teatral que escribe, dirige y representa
España contaba aún en pesetas la última vez que estuvo Mirtha Ibarra (Cuba, 1946). Un pase costaba 200 y daba derecho a ver una de sus películas en el ciclo con el que la Casa América en Madrid le rindió un homenaje en 2001. La protagonista de Fresa y chocolate, el primer largometraje cubano nominado a los Oscar, regresa 15 años después al mismo sitio y lo hace "muy contenta". Con motivo de La Noche de los Teatros, en este trocito de su continente en Madrid, va a representar Neurótica Anónima (viernes a las 20.00, pase único), una obra de teatro que ella misma escribe, dirige y representa junto al actor cubano, afincado en Canarias, Joel Angelino.
La pieza narra la vida de Dulce Rodríguez, una acomodadora del cine Maravilla (uno de los más importantes de La Habana) que van a derrumbar de forma inminente. Dulce se ve reflejada en divas mundiales del séptimo arte, las protagonistas de las películas allí proyectadas, aunque jamás consiguió ser famosa como ellas. Nunca tuvo la oportunidad. "No me siento representada en el personaje porque yo sí me siento realizada como actriz. Lo que he querido es reflejar algo que le sucede a mucha gente en el mundo", se sincera Ibarra. La protagonista de su historia, desesperada por el naufragio de su sueño, convoca a las estrellas internacionales del cine para evitar el cierre de su lugar de trabajo. Es así como Ibarra se pone, durante la representación, en la piel de Bette Davis, Joan Crawford, Vivien Leigh o Audrey Hepburn, pero también en la de mitos cubanos como Daisy Granados, Beatriz Valdés o ella misma.
Ibarra es una de las actrices más importantes de la historia de Cuba, aunque también ha trabajado en España. Tras un tiempo alejada de las tablas, ahora vuelve con una obra representada con gran éxito en su país y que le llevará durante diez días a Canarias, previa parada en Madrid este viernes. "Estoy muy contento de haberla rescatado para el teatro. El público disfruta mucho con ella", reconoce Joel Angelino, su único compañero de reparto. Ya trabajaron juntos en la afamada Fresa y chocolate, donde se hicieron íntimos. Luego, en 2001, volvieron a trabajar juntos: escribieron la pieza teatral Obsesión habanera y la llevaron por los teatros de Canarias. "La admiro desde siempre. Mirtha ya era un mito cuando yo me graduaba (en la Escuela Nacional de Artes Escénicas de La Habana)", espeta Angelino.
Como todas las actrices, Mirtha es coqueta. Traza movimientos sinuosos con el peine y adereza su cabellera rubia. "¿Estoy guapa?", pregunta. Lo hace parapetándose en unas enormes gafas de sol que no abandona: "Tengo ojeras. Con eso del cambio horario no pegué ojo. En lugar de eso me venían los diálogos de la obra", reconoce con una sonrisa apabullante. Mirtha no deja de sonreír, de gastar bromas. Corre de un sitio para otro, te agarra, le pasan el teléfono para saludar al cónsul de su país en Canarias o para hacer una entrevista telefónica. Un ritmo frenético. Entremedias, como si estuviéramos entre bambalinas, se sincera sobre su obra, escrita a su imagen y semejanza porque en ella "imito, canto y bailo. Me permito hacer todo lo que me gusta".
El viaje de Obama
La actriz acaba de terminar una película, Bailando con Margot, ópera prima del director cubano Arturo Santana. "Es difícil vivir del cine en mi país, sobre todo si solo haces una película al año", se queja Mirtha, que asegura que antes había más producción. "Los jóvenes están empezando a rodar con productoras independientes, algunas creadas por ellos mismos". La isla se está abriendo, como demuestran las recientes visitas del presidente de EE UU, Barack Obama, y de los Rolling Stones. "Me he perdido los dos grandes eventos. Con lo que me gustan los Rolling", exclama. La intérprete espera que el fin del bloqueo mejore "la vida de la gente", pero también que el séptimo arte progrese en su país. "Hay una gran demanda para que se apruebe una ley del cine, que ahora no existe". Cuando exista, quizás la nueva hornada de intérpretes cubanos tenga más fácil llegar a la meca del cine. A ella nunca la llamaron de Hollywood, pero tampoco soñó con ello. "Allá están esperando por mí", bromea. Y añade: "Soy una mujer bastante realista y, a mi edad, los sueños son menos desengaños".
Mirtha manifiesta haber tenido "una carrera linda". "Amo todas y cada una de mis películas (más de 20). Me he casado dos veces y me siento afortunada de los maridos que he tenido". Uno de ellos, fallecido en 1996, fue Tomás Gutiérrez Alea, director de Fresa y chocolate y uno de los cineastas cubanos más influyentes. Mirtha fue su musa en aquella película que "cambió el pensamiento cubano, porque hacía reflexionar". "Titón (como llamaban cariñosamente a Gutiérrez Alea) siempre supo defender sus ideas. Decía que el corte final de sus películas siempre fue suyo. Aprendí mucho de él en todos los sentidos, también en el humano", subraya la actriz. Ahora está tratando de crear un centro de investigación sobre la obra y la vida del cineasta. "Todo el mundo me dice que es una gran idea, pero todavía no se ha podido hacer". Está como una neurótica por conseguirlo.
Neurótica Anónima se estrena este viernes en la casa América de Madrid a las 20.00. Escrita y dirigida por Mirtha Ibarra, que la interpreta junto a Joel Angelino. Entrada: 10 euros (cinco si es anticipada). Luego, continuarán la gira por Canarias, en cuyas islas realizarán 10 representaciones teatrales.
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