Decir Jazzterrasman es decir mucho y bueno
El premio del festival de jazz de Terrassa recae en el bajista Carles Benavent
Los homenajes y reconocimientos hay que hacerlos en vida y no esperar a que el personaje fallezca para ir entonces repitiendo lo bueno e importante que era y el poco caso que le hacíamos cuando estaba entre nosotros. Con esa filosofía los responsables de Jazz Terrassa decidieron crear en 2003 su premio Jazzterrasman, un nombre un tanto enrevesado pero terriblemente apreciado entre la secta de seguidores del jazz.
El Jazzterrasman valora no solo las aptitudes musicales de sus premiados, incide también en el hecho divulgador de la cultura jazzística y divulgar la cultura jazzística por aquí significa indiscutiblemente estar relacionado con la escena egarense, con su Festival de Jazz o con su Cava. El primer Jazzterrasman fue el malogrado y recordado Peer Wyboris. Siguieron otros nombres: Josep Maria Farràs, Tete Montoliu, Johnny Griffin, Horacio Fumero, Ricard Gili...
El domingo la Nova Jazz Cava se abarrotó para la ceremonia de entrega del Jazzterrasman de este año, concedido en el marco de su Festival de Jazz. Y tan importante fue el calor del público como la estatuilla entregada. Carles Benavent los recibió rodeado de amigos y seguidores y el concierto que siguió fue de los que levantan al personal de sus asientos una vez tras otra.
Benavent, al margen de su relación egarense, ha paseado su bajo eléctrico (un modelo propio llamado Barcelona y fabricado por el luthier de Girona Jerzy Drozd) por los escenarios más importantes de todo el mundo. Un premio merecido e indiscutible. Y si alguien tenía intención de discutirlo con solo haber estado unos minutos el domingo en la Nova Jazz Cava se hubiera quedado sin argumentos.
El bajista barcelonés invitó a un grupo de colegas a la celebración. Por el escenario fueron desfilando en diferentes combinaciones: el saxofonista y flautista Jorge Pardo, el pianista Joan Albert Amargós, el trompetista Raynald Colom, el armonicista Antonio Serrano, los baterías Tino Di Geraldo y Roger Blavia, el guitarrista Jordi Bonell y el pianista Roger Mas. El escenario era un volcán. Casi dos horas de música intensa, caliente y contagiosa.
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