Besòs, la gran oportunidad metropolitana
El corredor del este de Barcelona es la expresión sangrante de las desigualdades sociales
De río contaminante a cielo abierto, a parque fluvial con vida acuática y zona de ocio familiar y deportiva; a bisagra, a espina dorsal de la Barcelona metropolitana. De límite imaginado por Cerdà a articulador, a verdadero eje. En definitiva, de problema a oportunidad. El Besòs vive desde hace unos años un lento pero esperanzador proceso de mutación. Los diferentes municipios que comparten este cauce, donde vive el 10% de los catalanes y catalanas, llevan tiempo invirtiendo recursos en una transformación en la que Barcelona, hasta ahora, no siempre había dedicado la necesaria celeridad política para hacer frente a problemáticas sociales. Ahora, el Gobierno municipal de Barcelona en Comú ha dicho basta a esta inadmisible indiferencia.
Y decimos basta porque hoy las desigualdades globales tienen gran impacto en nuestra ciudad, no sólo en términos de renta sino también de fractura urbana. El corredor del este de Barcelona es la expresión sangrante de ello. Acabar con el olvido de esta parte de la ciudad es una cuestión de justicia social y de oportunidad metropolitana. De hecho, hoy la transformación social pasa por garantizar derechos, pero también por impulsar redes comunitarias y vínculos urbanos, tanto en términos sociales como territoriales.
En la construcción de la nueva realidad urbana que estamos dibujando desde el Ayuntamiento, el eje Besós tiene reservado un papel capital: ser el articulador de la Barcelona metropolitana; una apuesta que se suma al trabajo que desde hace años desarrollan Santa Coloma de Gramenet, Sant Adrià de Besós, Badalona y Montcada i Reixach. Barcelona está en deuda con el Besós, y también con su Besós (Nou Barris, Sant Andreu y Sant Martí), un área sobre la que se cierne la niebla de los tópicos, estigmas y prejuicios.
La expansión industrial y las diferentes oleadas migratorias acabaron con la riqueza natural existente y fueron convirtiendo el Besòs en la frontera —física y mental— que todavía es hoy. Los campos dejaron paso a polígonos y barrios de vivienda obrera, densamente poblados y severamente castigados por unas carencias que, lejos de resolverse, se han acabado cronificando. El Besós —según un estudio sobre desigualdades del Instituto de Gobierno y Políticas Públicas—, se ha convertido en el principal corredor de la pobreza en Cataluña. Un corredor que atraviesa municipios donde la exclusión social ya es, desgraciadamente, más realidad que amenaza. Desempleo, desahucios, pisos ocupados en precario, abandono escolar, pobreza energética y menor esperanza de vida de sus habitantes son algunas de las lacras que se han tatuado sobre la piel del Besós.
Para hacer frente a la emergencia social que asola parte de nuestros municipios hay que recuperar, ante todo, el hábito de mirar, hablar y pensar juntos un mejor futuro compartido. Y es aquí donde se sitúa el Plan de Barrios que la alcaldesa, Ada Colau, presentó hace unas semanas. No se trata de ningún plan de choque sino de una actuación estratégica y a largo plazo en los barrios —los del eje Besòs tienen un peso destacado— con una mayor concentración de vulnerabilidad social. Una actuación que quiere ser una oportunidad para el entorno metropolitano, dado que nuestras ciudades comparten necesidades y problemáticas, y una invitación a repensar con respeto a las diferentes identidades, el conjunto de las políticas públicas en clave metropolitana, desde el urbanismo hasta los derechos sociales, como la educación, la salud y la vivienda.
Es necesario que dejemos de darnos la espalda y comencemos a definir una estrategia común de regeneración urbana, evitando caer en competencias y apostando por la cooperación. Nuestra voluntad es que cualquier vecino que viva en el Besòs, sea en el barrio que sea, tenga los mismos recursos y oportunidades; que sientan orgullo de vivir en estos barrios, porque somos conocedores de las grandes cosas que pasan a diario y de la enorme potencia que tiene este territorio forjado desde el esfuerzo de la gente humilde y común.
Es por ello que esta transformación debe comenzar a ser pensada desde los propios vecinos y vecinas; desde las propias identidades colectivas de los barrios. No se trata de “poner bonito el Besós”, sino de empoderar a la ciudadanía, hacer emerger liderazgos y dinámicas colaborativas y proyectos compartidos que se consoliden a partir de una estrategia integral de rehabilitación urbana.
En el eje Besòs hay diferentes motores llamados a ser claves en este plan. Entre ellos, la futura estación y el parque de la Sagrera, el impulso de las zonas industriales de Bon Pastor y La Verneda, el campus Diagonal-Besós de la UPC, la entrada del Parque Natural de Collserola en los barrios de montaña, la recuperación del cauce del río y el entorno de las Tres Chimeneas. Se trata de uno de los espacios con mayores oportunidades de desarrollo del modelo social, económico, ambiental y de movilidad de Barcelona.
En el Besós es necesario derribar fronteras e impulsar políticas dirigidas a combatir la desigualdad. Un reto descomunal que no podemos desatender ni un día más. Hacemos, y haremos, lo imposible para que los vecinos y vecinas tengan reconocida la dignidad merecida.
Janet Sanz es regidora de Nou Barris; Laia Ortiz lo es Sant Andreu y Josep Maria Montaner de Sant Martí.
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