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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Muriel Casals como indicio

El unionismo trata de minimizar el hecho de que cientos de miles de antiguos militantes de izquierda hayan abrazado, como Muriel, el independentismo

Tres décadas largas de vecindad en la docencia universitaria, numerosos amigos comunes, no pocas complicidades académicas y vitales, junto con la natural empatía de Muriel para llevarse bien con casi todo el mundo, dan para muchos recuerdos. Desde el pasado domingo, se agolpan en mi memoria a modo de silencioso homenaje a la economista y activista desaparecida.

Las charlas a bordo del “metro del Vallès”, en que hablaba de la última estancia en Londres para disfrutar de su nieto Max; los almuerzos compartidos con otros colegas en el Hostal Sant Pancraç de Bellaterra; las fiestas de aniversario del malogrado crítico de televisión Josep Maria Baget Herms, que Muriel y otras amigas le organizaban cada cuatro años, pues había nacido un 29 de febrero; las cenas-coloquio de L'Opinió Catalana; estos últimos años, ya jubilada de la UAB, las esporádicas llamadas o mensajes de texto para comentar ese artículo o aquella polémica; o, el pasado 14 de enero, su cálida y afectuosa presencia en el Born para asistir a un coloquio organizado por L'Avenç. ¡Quién me iba a decir entonces que la abrazaba por última vez!

Estos días, los medios se han llenado de elogios de su figura. Bien merecidos, pero que seguramente la hubieran incomodado un poco. Para no redundar en esta línea, quisiera poner el foco en otro aspecto que quizá Muriel aceptaría mejor: su condición de indicio, de muestra individual notoria —fíjense que no digo ejemplo, ni modelo— de una trayectoria colectiva sin la cual el proceso independentista no tendría las características y dimensiones que hoy tiene.

Muriel Casals i Couturier fue una hija del exilio ilustrado: nacida en Avignon en 1945, su padre era un abogado de Sabadell y su madre una institutrice francesa. Aunque creció y se socializó ya en la ciudad vallesana, la cultura laica, republicana y progresista de su Francia natal la acompañaría siempre. Esto, los antecedentes familiares, el ingreso en la Universidad de los años 1960 y la decisión de estudiar Económicas la condujeron casi inexorablemente a la militancia clandestina en el PSUC; en el “Pe-ese-u”, según lo llamaban los iniciados de aquella fratría. El marxismo como método de análisis, la afirmación nacional de Cataluña y el activismo antifranquista: tales eran las tres patas de un compromiso que sedujo a gran parte de la juventud universitaria durante los tres últimos lustros de la dictadura.

En el caso de Muriel, no fue un compromiso fugaz ni circunstancial, abandonado apenas despuntó la democracia. Se mantuvo en las filas del PSUC a pesar de la crisis de 1981, participó de la metamorfosis que daría lugar a Iniciativa, devino después una militante crítica y, ya entrado el siglo XXI, se desvinculó discretamente de la formación ecosocialista para asumir responsabilidades de tipo cultural y cívico.

A raíz de su fallecimiento, alguien ha dicho que fue la primera persona procedente del PSUC en abrazar el independentismo. Vaya usted a saber. Lo que es seguro —y, a mi juicio, lo más relevante— es que no fue ni mucho menos la única. Antes o después que Muriel Casals, cada uno con su trayectoria y sus motivaciones, han sido miles, decenas de miles, hasta cientos de miles los antiguos militantes, simpatizantes o votantes no sólo del PSUC-ICV, sino de la izquierda en general (y muy singularmente del PSC) que se han posicionado sin ambages a favor de la independencia de Cataluña.

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El discurso unionista procura minimizar este fenómeno, o reducir sus casos más visibles a mero transfuguismo político ansioso de prebendas, porque pretende fijar la idea de que la aspiración a la soberanía es —sólo en Cataluña, claro— intrínsecamente derechista y reaccionaria. Es un esfuerzo legítimo, pero inútil frente al análisis de los escrutinios electorales o al simple repaso de la evolución de tantos nombres conocidos en los más diversos campos de actividad. Sin la contribución de muchísimas personas procedentes (como Muriel Casals) de la izquierda antifranquista, o de la izquierda postfranquista, el independentismo no habría alcanzado ni de lejos el 47,8% de los votos con una participación del 75% del censo.

Por cierto: aquellos que, como ejemplo de la fractura social en Cataluña, llevan años quejándose de la agresividad independentista en Internet y las redes sociales, que echen un vistazo a los comentarios, en ciertas webs españolistas, a la muerte de Casals. Verán qué rigor, qué respeto, qué espíritu de concordia.

Joan B. Culla i Clarà es historiador.

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