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CANCIÓN | Noah Gundersen
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El dolor en la penumbra

El joven trovador de Seattle debuta en Madrid con una exhibición de sensibilidad y desgarro

Domingo de pequeños milagros, más allá de los atisbos primaverales en pleno mes de enero. Un artista catalán que canta en inglés, Joan Queralt, ejerce como telonero con hermosa voz lánguida pero se despide recreando (con gracia) un tema tan hedonista como Girls just wanna have funde Cindy Lauper.

Y Noah Gundersen, un apenas divulgado trovador veinteañero de Seattle, abarrota la Moby Dick con sus canciones para la congoja. A veces suceden estas cosas bonitas, aunque impliquen lidiar con efluvios ajenos y codazos.

Gundersen es parsimonioso hasta en su manera de aproximarse al escenario y empuñar la acústica, pero produce un escalofrío en cuanto vierte sus primeros versos con esa garganta a medio camino entre Ray Lamontagne y Father John Misty. Su rostro se mantiene en la penumbra y casi escondido por la melena enmarañada, pero media sala permanece asimismo con los ojos entornados. Como si la comunicación se intensificara con la oscuridad reinante.

Hay un poso de veracidad y de dolor en la voz de este muchacho que no resulta fácil de concebir a sus 26 primaveras.

Hay un timbre granulado que remite a la mejor tradición folk, ya desde Neil Young, y un registro que a veces asciende hasta el desgarro y se queda gravitando largos segundos en la atmósfera.

Anoche centró su repertorio en su segundo trabajo como solista, el recientemente publicado Carry the ghost. Y bromeó sobre su condición imberbe (“pienso mucho en ello, pero no consigo que me crezca un solo pelo en la cara”), demostración de que la gravedad artística no está reñida con el encanto personal.

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Sería delicioso disfrutarlo con su banda al completo. Anoche, solito se bastó para propiciar un silencio de reverencia.

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