El huracán irlandés
El joven autor de 'Take Me To Church' desata el entusiasmo en La Riviera con su encanto personal y un gran vozarrón versátil
Era el primer concierto de Andrew Hozier-Byrne en suelo español, pero en su caso no hubo margen para las tomas de contacto paulatinas o las distancias cortas en una sala recoleta. Lo del domingo en La Riviera bordeó más la categoría de acontecimiento: el papel pulverizado con mucha antelación, los aullidos de impaciencia durante los 20 minutos de demora, el entusiasmo indisimulado a lo largo de esos 14 temas que configuraron la casi impecable hora y cuarto de recital.
Al de Wicklow le contemplan 25 escuetos añitos, pero su voz robusta y pletórica ya es capaz de amalgamar folk, blues y soul de un plumazo. Aún le queda un trecho largo para hacer sombra a Villagers y Glen Hansard, los dos divinos bardos de la canción irlandesa actual, pero no se fíen de este joven y fulgurante huracán: el encanto de su música es tan instantáneo como el de esa sonrisa de niño bueno que en Madrid le deparó una sonora lluvia de piropos.
Aunque luce aires de chico modoso -camisa a cuadros, cazadora vaquera-, Hozier no elude los riesgos en escena. Le respaldan sobre las tablas seis músicos pipiolos y competentes, pero él arranca casi solito con Like Real People Do, tema de estrofa sencilla y reiterada como en la música tradicional de su país. Sus otras debilidades no tardan en aflorar. Angel of Small Death se empapa en góspel e incluye los falsetes que Bon Iver firmaría si hubiera pasado por un coro irlandés como Anúna. From Eden es soul blanco absolutamente competente, el de un niño que creció machacando miles de veces el VHS de The Commitments. To Be Alone deja un poso pantanoso y crudo, acentuado por las bombillas a pie de escenario, como una incursión de Eddie Vedder por la música de los 12 compases. Y Someone New estalla, finalmente, como una preciosidad contagiosa: un estribillo así solo sale una vez de cada cien.
El repertorio es todavía escaso y desliza alguna vaguedad (Arsonist Lullaby) o ese Jackie and Wilson con deje a rock americano más tópico. Son deslices mínimos para un tipo que incluso se atreve a darle una vuelta a Blackbird, que sonó tan sedosa como los Doobie Brothers de Michael McDonald. La emblemática y valiente Take Me To Church (cien millones de reproducciones en YouTube) quedó para casi el final, pero el irlandés aún tuvo tiempo de mostrar su finura en el formato desnudo: un precioso dúo (In A Week) junto a la cantante y violonchelista Lana Henderson y la lectura solista de Cherry Wine, arrastrando las sílabas con una voz grave y perezosa que podía recordar a Ray Lamontagne. Hay abundantes vertientes y tela que cortar en el trabajo de este Hozier, decididamente mucho más que una cara bonita.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.