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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Mas es menos

La CUP merece reconocimiento por el lance a un presidente fracasado a pesar de ser el político que tal vez mejor percibe a los nuevos

Mercè Ibarz

Son tiempos grávidos para quienes no ejercemos de enterradores. Los hay por doquier, de todo tipo de fiambres (supuestos). Con el año nuevo le toca al Procés independentista catalán, como en acabar el viejo le tocaba ser enterrado al bipartidismo español que, por lo pronto, ahí sigue. De la misma forma, el Procés continúa por más enterradores que le cortejen. Entre los cenizos, pesados y faltos de imaginación, los de dentro, los voceros independentistas a los que no les acaban de salir las cuentas. Son más pelmas y arbitrarios que los anti, que ya es decir. Mientras, a quienes no nos va nada en el (falso) entierro y dejamos que las cosas se manifiesten como son vemos con alegría que las palabras no mienten: al igual que la rosa, un proceso es un proceso es un proceso, que diría Gertrude Stein. Y que mitos sagrados de la modernidad como el mito del estado se pueden conjugar diferente.

Me explico. Al arquitecto Mies van der Rohe debemos la máxima "Menos es más" que acabó con la parafernalia decorativa para centrarse en lo funcional, que, políticamente hablando, significaba terminar con el rococó de la virtud impostada y designada por el Rey o el Papa o los potentados, y apostar por la vida diaria y sus exigencias y satisfacciones. La CUP acaba de dar la vuelta al lema racionalista y ha declarado que "Mas es menos". Que viene a ser lo mismo, solo que puesto al día. Con o sin acento. Con o sin mayúscula. Si lo digo en catalán, también.

Así, lo de que el Procés está acabado me lo pensaría bien antes de ir gritándolo y repitiendo por ahí según el método Goebbels, patum de la comunicación política contemporánea. No lo saco a relucir por nazi, que los dioses me libren de tal fea cosa, sino porque fue este señor el que se apropió de lo advertido por William James (1842 - 1910), padre de la psicología moderna, y lo convirtió en piedra filosofal de nuestro sistema de comunicación de masas, o de propaganda, como prefieran. Repites un absurdo unas cuantas veces y, oye tú, termina siendo tenido por cierto. Con todo, las cosas tienen gravidez por ellas mismas: no porque oigamos a cada momento que el Procés está en crisis se ha celebrado estos días ni su funeral ni su entierro.

Un proceso es un proceso es un proceso. A la CUP le habremos de reconocer unas cuantas cosas, quizá bastante pronto. Ciertamente, una se pregunta para qué sumar votos radicales e impacientes si luego ejercerlos es tan complicado y finalmente te quedas en la barrera por un montón de razones y encima divididos. Digo eso por lo de Mas. Mientras que en el Ayuntamiento de Barcelona, los tres concejales cuperos están adquiriendo reputación de saltimbanquis malhumorados, por no decir otra. En efecto, ¿para qué ganar si no "puedes / quieres" gobernar "a lo grande", más allá de tu pueblo? Ni idea, de veras. Es un acertijo que como mujer que prefiere lo cotidiano a todo lo demás no sé responder. Pero sí que sé, porque no paro de oírlo, que tantas personas han votado a la CUP el 24-M y el 27-S precisamente para decir que no.

Los enterradores, ahora, también cercan a la CUP. Háganselo mirar, que también por ahí pueden saltar liebres futuras. No, no, y no. Muchos, sobre todo jóvenes, pero no solo ellos, siguen con ganas de decir que no. Las han tenido y no me sorprendería que las mantuvieran en marzo, cuando en esta Cataluña cada vez más imaginativa, volvamos a votar. Lo que sirve para la CUP sirve para los Comuns y el Signo Colau del que les hablaba en mi artículo de fin de año. Tampoco nadie daba mucho por ellos y ya ven, controlan Barcelona y cuentan en la política parlamentaria española por venir (o no, que esa es otra historia). También su credo es un proceso. ¿Van a terminar las dos formaciones punteras, la CUP y En Comú, sumando esfuerzos, en marzo o cuando sea, en pro de unos conceptos de soberanía ciudadana y de hegemonía política propios del siglo XXI? Tampoco lo sé. Lo que sí veo ahí no son funerales sino que: Mas es menos, lo escriba en catalán o en español. Quien pueda, que atrape el órdago.

Al cabo, hay un aspecto sustancial del fracaso de Mas con la CUP a considerar: no creo que exista otro político de su generación y recorrido que sepa mejor cómo vienen los relevos y quienes son. Los oteó cuando Ada Colau entró en mayo en el Cap i Casal al grito en español de "Sí se puede" y trata de cerca a la CUP desde hace dos intensos años. ¿Algún otro político retro está al caso?

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Mercè Ibarz es escritora y profesora de la UPF.

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