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Madrid capital federal

"Sin duda la capitalidad es un importante activo de los madrileños, pero este debe ser proyectado (y compartido) hacia el resto de España"

Existe una relación evidente entre política y territorio, que a veces lleva a una identificación extrema e insana, pero en otros casos la política favorece espacios de integración. El ejemplo más paradigmático es el de las capitales, esas poblaciones que han sido polo de atracción y mezcla en la historia, que hoy concentran las principales instituciones políticas del Estado, pero también grandes empresas y universidades, además de ser focos de cultura, creación y turismo integrados en redes globales de las que se aprovecha el conjunto del país.

Las capitales lo son de facto, porque así lo ha querido la historia, y asimismo de iure. El artículo 5 de la Constitución de 1978 establece que “la capital del Estado es la villa de Madrid”. Sin duda la capitalidad es un importante activo de los madrileños, pero éste debe ser proyectado (y compartido) hacia el resto de España, beneficiando a todos los ciudadanos y sirviendo de argamasa que sutura diferencias, liga intereses y federa esfuerzos y proyectos. Lo que debe concretarse en Madrid capital de una España federal, acogedora de las diferencias, promotora de la diversidad cultural, y hasta la fecha sede del Senado, una cámara llamada a reinventarse en la próxima legislatura y a desempeñar un papel protagonista en la reconstrucción de un proyecto de convivencia y progreso.

Necesitamos una cámara alta reformada que represente a las Comunidades Autónomas, y en consecuencia encargada no solamente de realizar una segunda lectura a las leyes que aprueba el Congreso de los Diputados, sino sobre todo dedicada a acordar la financiación autonómica (el actual modelo hace aguas por todos los lados) y a aprobar un mapa de las infraestructuras, evitando así la tentación de la bilateralidad entre el Gobierno central y los regionales. No basta pues con acoger la Conferencia de Presidentes autonómicos o celebrar el Debate sobre el estado de las Autonomías. Las Comunidades Autónomas han de participar de las grandes decisiones estatales que tienen que ver con su ámbito competencial o que afecten sustancialmente a su territorio. Esto debe hacerse en un foro parlamentario, con luz y taquígrafos, y no a puerta cerrada en las Conferencias Sectoriales. En definitiva, necesitamos un Senado más útil para los ciudadanos donde se articulen políticamente las prioridades de la organización territorial del Estado, con el protagonismo pleno de las autonomías, y con rendición pública de cuentas.

Al mismo tiempo, Madrid, capital federal de España, debe dotarse de una dimensión europea, iberoamericana e internacional más robusta de la que hoy tiene. La “villa” ya no es una villa sino una gran urbe, por su tamaño, población y posición geográfica entre el Atlántico y el Mediterráneo, y por el peso de la economía española, que debe proyectarse preferentemente hacia la Unión Europea, pasando a formar parte de su selecta red de capitales. Madrid debe lograr, como objetivo compartido, ser la sede de una gran institución comunitaria, existente o (más fácilmente) de nueva creación, lo que no ha sido hasta la fecha una prioridad de nuestra política exterior.

La realización de esta meta aumentará la influencia de España en la política europea, además de conseguir atraer nuevos puestos de trabajo e inversiones de los que se aprovecharán los habitantes de la capital federal y su región, efectos particularmente importantes para los ciudadanos en este escenario de crecimiento económico insuficiente.

Madrid es también un nudo básico en la red de ciudades y países latinoamericanos al acoger la Secretaría General Iberoamericana, y que en estos momentos se plantea el reto de confeccionar un marco de relaciones más institucionalizado y vinculante donde la capital tendrá un papel fundamental como referente de la lengua castellana y de una cultura latina pujante, y como puente de inversiones y cooperación entre Europa y América.

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Tras demasiados años de inacción, es hora de elaborar una nueva estrategia para un Madrid intercultural, cosmopolita, abierto a España, a Europa y al resto del mundo. Un Madrid que deje de percibirse en algunos territorios como la quintaesencia del nacionalismo español, para pasar a ser por contra el foco, el corazón federal de España, de sus nacionalidades y regiones, convirtiéndose en la casa de todos, al tiempo que se integra plenamente en el círculo de las principales capitales europeas y mundiales.

Domènec Ruiz Devesa, economista y jurista, ha sido consultor en el Banco Mundial.

 

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