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La oscura ternura de Beach House

La banda triunfa en un Apolo lleno

Beach House en una foto de promoción.
Beach House en una foto de promoción.

Música evanescente y evocadora, melodías que planeas en espiral sobre unos acordes limpios de guitarra, penumbra en el escenario para dar el contrapunto estético a la voz etérea de Victoria Legrand y el pulso seco de la batería, instrumento que sobrevive en cualquier contexto musical como se supone lo hace el corazón en todas las especies animales.

Una evocación dos décadas más tarde de la música de Cocteau Twins, que ahora prende en otra generación con otro nombre, el de Beach House. Ha llenado dos veces el Apolo para ver a esta banda con también resabios de Cure en su faceta de penumbra y oscuridad, y no parece moda de dos días. Beach House están aquí para quedarse un rato largo. 

Se podía desprender de las caras de ensimismamiento de los seguidores del segundo de sus conciertos, caras de felicidad fruto de aceptar por una hora y media que la vida puede ser bella.

Ya en los primeros tramos del concierto habían sonado Walk in The Park y Silver Soul, dos piezas emblemáticas en un repertorio que camina lento, sin acelerarse, dando tiempo a que las sílabas encajen en las palabras y éstas con el ambiente sonoro del grupo, cuarteto en escena al incorporar bajo y batería. Una suerte de evocación de lo que podría ser la música religiosa de los ateos, cantos y sonidos pautados por una cierta espiritualidad laica de ambientación catedralicia que sonaría mejor en un contexto gótico que románico.

No es ascética la música de Beach House, propuesta para ser disfrutada sin esfuerzos, casi con manual de instrucciones. Parece música pensada para ponerse solemne.

El concierto fue como lo son todos los conciertos en Beach House, un mecanismo que apenas se aparta del metrónomo. No todas las canciones tienen la misma brillantez melódica e incluso podría pensarse que cuando el grupo acelera el ritmo, pongamos en piezas como 10 Mile Stereo, pierde algo la compostura, el efecto de solemnidad de las canciones que imponen su propia lentitud renunciando al cabeceo con el que el público saluda al ritmo, pero en cualquier modo su éxito fue notable. El éxito de una banda de oscura ternura y gélida presencia en escena

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