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Tribuna
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El difícil encaje del grito y la sordera

Hay que reconducir la situación política con espacios de diálogo para edificar el consenso

Hemos hablado claro durante los últimos cinco años. Quizá, para nosotros, el problema sea que no se nos ha escuchado lo suficiente. A los empresarios se nos ha interpelado reiteradamente sobre nuestro posicionamiento ante la creciente mayoría soberanista en Cataluña y desde Foment del Treball, desde 2011, hemos intervenido en este debate desde el equilibrio y la prudencia, y siempre con el ánimo de tender puentes y promover el diálogo.

“Diálogo, negociación y pacto” ha sido el vector que muchos empresarios hemos reivindicado como el único posible para resolver un conflicto que hoy es ya la más profunda crisis política e institucional que ha vivido España desde 1981. El detonante está en la sentencia —su dolorosa deliberación y su imposible digestión— del Tribunal Constitucional del año 2010, que recortó el Estatut aprobado por las Cortes y que ya había sido refrendado por la ciudadanía de Cataluña. Uno a veces se pregunta cuántos hoy no quisieran agarrarse a un Estatut que entonces vilipendiaron e invalidaron para siempre.

Desde Foment del Treball fuimos inmediatamente conscientes de la repercusión que iba a tener invalidar simbólicamente a ojos de una parte creciente de la ciudadanía de Cataluña su ley principal de autogobierno. Una mayoría de ciudadanos de Cataluña sintieron que el autogobierno había quedado desprotegido y, por extensión, se quebró su confianza en la Constitución y en instituciones clave del Estado. Que se señaló como responsables de todo este desafortunado lance a los principales partidos de Gobierno de España, parece claro a la vista del desarrollo electoral que han ido teniendo en los últimos años en Cataluña. ¿Hay alguien que aún no lo vea?

En un intento de recomponer confianzas, defendimos el Pacto Fiscal y, más tarde, un Pacto Institucional que reconociera la identidad nacional de Cataluña junto al respeto, protección y garantía de la lengua y la cultura y, en general, de las competencias que definen la singularidad de Cataluña. Diálogo, negociación y pacto y siempre dentro del marco legal y el respeto a la Constitución. ¿Por qué cuesta tanto transitar este camino?

Sin embargo, mientras se requería la intervención del mundo empresarial e incluso se le recriminaba su poca determinación y su tímido posicionamiento, la ausencia de la política —la del diálogo, la negociación y el pacto— ha sido clamorosa. Radicalización y aislamiento de argumentos. El difícil encaje del grito y la sordera. Se puede condescender con un error político, pero no se puede ser indulgente con su magnificación por vía del empecinamiento. A saber: la llamada Tercera Vía —espacio de diálogo y acuerdo— es minoritaria en el Parlament de Cataluña surgido del 27-S. El mapa político catalán de los últimos 30 años ha implosionado a cámara lenta en cinco años y aún queremos hacer ver que nos coge por sorpresa. De aquella desafección, este quebranto.

Tenemos un Parlament dividido y radicalizado con mayoría independentista, con dificultades extremas para formar gobierno y sujeto a la presión política de la extrema izquierda anticapitalista.

Mientras, el diálogo sigue ausente y se antoja prácticamente imposible entre las sucesivas campañas electorales. No queremos ni pensar que la cuestión catalana, ninguneada en la agenda política durante tanto tiempo, sea ahora el principal argumento para ganar (o perder) unas elecciones.

Desde el año 2010 se han encadenado de manera extraordinaria convocatorias electorales (municipales, autonómicas, generales, europeas) que, sin duda, entre campaña y campaña, han dejado poco espacio para hacer política responsable. Todo ello, en un contexto de profunda crisis económica en Europa, que ha afectado de manera más intensa a los países del Sur. Se suman, a estas crisis económica y territorial, una crisis de modelo político en que nuevas generaciones quizás ya se hayan alejado notablemente del relato bipartidista de los últimos treinta años.

Con la tasa de paro disparada y amenazas de rescate e intervención, desde el año 2012 España ha sabido desarrollar la más efectiva y brillante agenda reformista de Europa, y ha saneado su sector financiero. Hoy la economía se recupera y las empresas crean empleo, si bien se observa una cierta desaceleración como consecuencia, fundamentalmente, de la crisis de los países emergentes y de las materias primas. Así, el ajetreo político es una amenaza que los ciudadanos, familias y empresas no merecemos después de una década de sacrificios y severa crisis económica.

Hay que reconducir la convulsa situación política que vive nuestro país, abriendo espacios de diálogo donde edificar el consenso. Y, sin duda, gobernar: el progreso y el bienestar no se alimenta de confrontación política. La actividad económica y empresarial y el progreso de las personas necesita un escenario estable, seguro y previsible para poder desarrollarse de la mejor manera y cumplir con su gran responsabilidad: generar riqueza que se torne en bienestar y crear ocupación. Que la campaña electoral del 20-D no sea una oportunidad perdida para acercar emocionalmente a España y Cataluña; y para afianzar la recuperación económica. Los empresarios del Foment, los empresarios de Cataluña, de nuevo hablamos claro para que se nos escuche.

Joaquim Gay de Montellà es presidente de la patronal Foment del Treball.

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