Videojuegos al son de la batuta
La Orquesta Filarmónica de España toca hoy en Vistalegre ‘Zelda: La sinfonía de las Diosas’
En el escenario suenan violines, timbales, arpas y un coro. El director de la orquesta mueve la batuta al ritmo de una partitura que nunca imaginó tocar. No es un Mozart, ni un Beethoven. De hecho, ni él ni la mayoría de sus músicos saben el nombre del compositor de la obra: el japonés Koji Kondo, creador de partituras para videojuegos como Super Mario o Zelda. Sus tradicionales sonidos abandonan ahora los bits monofónicos para convertirse en sinfonía. Desde las butacas, los seguidores viven eufóricos una experiencia que les transporta a un momento de su vida frente a la pantalla, donde jugaban en mundos más allá de su imaginación. Algunos están disfrazados de princesas, dragones y elfos. Simulan peleas, gritan y lloran cuando llega una nota clave.
Esa experiencia se produce cada noche que una orquesta interpreta La leyenda de Zelda: Sinfonía de las Diosas en estadios o teatros del mundo. Las orquestas de videojuegos nacieron a mediados de los ochenta en Japón. A comienzos de siglo se popularizaron como entretenimiento para acercar a los jóvenes. Pokemón o Halo también tienen su propio espectáculo, pero Zelda, que recorre desde 2012 el mundo con bandas distintas en cada ciudad, va más allá. Como si fuera una ópera clásica, cuenta con actos, movimientos y entreactos, divididos según intensidad y la historia.
Tras recorrer Estados Unidos, el miércoles paró en Ámsterdam, ayer recaló en Bruselas y esta noche llega por primera vez a Madrid. El Palacio de Vistalegre vive a las 20.30 la experiencia. Mañana, será el Forum de Barcelona. "No hay mucha diferencia entre la música 'culta' y estas composiciones. El lenguaje es clásico. Lo diferente es la presentación. La historia podría haberse escrito hace 200 años", defiende Javier Corcuera, director de la Orquesta Filarmónica de España que conducirá el espectáculo en Madrid.
El hombre detrás de la música de 'Super Mario'
"Buscamos compositores y arreglistas para nuestros juegos". Firmado: Nintendo. El japonés Koji Kondo (Nagoya,1961) era aficionado del arcade, pero no fue hasta que llegó esta carta a la Universidad de Osaka, cuando vio un futuro profesional en esta industria emergente.
Estaba estudiando su último año de Arte, pero la música siempre había sido su pasión. A los cinco años tocaba el órgano electrónico y en su adolescencia lideró una banda de jazz y rock sinfónico. El repertorio: Deep Purple o Emerson, Lake y Palmer.
En 1984, se convirtió en el primer fichaje del área musical de Nintendo, entonces solo conocida por Donkey Kong. No necesitó ni una cinta para que la empresa lo contratase.
Un año más tarde creó su primera composición de cuatro minutos, repetida en bucle en Super Mario Bros. Se convirtió en el juego más vendido de la historia.
Desde entonces, ha colaborado en todas la música de la franquicia, y ha creado también la de Zelda y Starfox. Aunque muchos no sepan su nombre, Kondo está en la mente de quien haya jugado alguna vez con Nintendo.
Aunque no era conocedor de la franquicia lanzada en 1986, defiende que organizar estas actividades es la mejor manera de acercar la "música culta" a todos. "Bebe de la mitología clásica. No es distinta a La flauta mágica", opina Amy Andersson, directora musical criada en la ópera alemana que lleva desde enero encargada del espectáculo.
El héroe que debe rescatar a la princesa Zelda se llama esta vez Link. Si Tamino tenía una flauta, el elfo tiene una ocarina mágica. El mundo de Miyamoto y Tezuka y el de Mozart coinciden incluso en la supuesta simbología masónica. "Explora el folklore para narrar conceptos humanos universales", defiende Andersson.
Pero al contrario que en una ópera, en vez de con actores, la acción sucede en una pantalla gigante que traslada la magia de las videoconsolas de Nintendo a escena. Allí, detrás de los 76 músicos, se narra el camino del héroe de manera lineal y también la evolución técnica del videojuego: desde los simples cubículos del inicio a la acción casi cinematográfica actual.
Renovar el público
La última temporada se ha convertido en una gira mundial con un centenar de conciertos que se extenderá hasta noviembre de 2016, cuando el juego cumple 30 años. Para los más puristas eventos así son un truco mercantilista sin valor artístico, y con la única idea de amasar dinero fácil de una de las mayores industrias del entretenimiento. Para otros, es la oportunidad de enganchar a un público que no encuentra alicientes para ver una orquesta en directo. "Los que critican no entienden la experiencia. Esta música tiene un mensaje que transmitir. Emociona. La industria de la clásica es muy conservadora", subraya por teléfono Andersson, embriagada por la magia del videojuego cuyo fenómeno desconocía hace meses. Se emociona hablando sobre la experiencia y el calor que le da el público.
Zelda y la Orquesta filármonica de España conquistan Moncloa pic.twitter.com/3akKVOsGZR
— Eneko Ruiz Jiménez (@enekoruizj) November 5, 2015
"Para muchos es su primera vez viendo una orquesta completa y volverán, pero a ver un Stravinsky o un Bach", cree Andersson. Según la encuesta de hábitos culturales 2014/15, solo el 8,6% de los españoles acudió a un recital de música clásica el último año. El grupo más minoritario, jóvenes de 25 a 34 años, es precisamente el más común en este tipo de conciertos.
En España, Zelda ha atraído más de 6.000 espectadores. En EE UU, las óperas de videojuegos han ayudado a amainar la caída en taquilla, del 29% en una década, según datos oficiales. Mientras que numerosas orquestas desaparecen, hay locales que sientan el doble de personas en las butacas en uno de estos eventos que en cualquier otro espectáculo. Además, en los recintos y estadios vuela el merchandising: muñecos, camisetas...
Algo similar ocurre con los conciertos cinematográficos desde hace años. Ante el estreno de Star Wars VII, por ejemplo, varias orquestas tocarán las melodías de John Williams en la escena madrileña. "No entendemos que los auditorios no se llenen, pero somos los intérpretes los que ponemos barreras al gran público. Debemos quitarnos el corsé y salir a la calle", avisa Corcuera, que la semana pasada tocó un adelanto de Zelda en el intercambiador de Moncloa.
Música sin ataduras
"Algunos opinan que es en las bandas sonoras donde los compositores actuales tienen libertad para mostrar su estilo, sin ataduras ni escuela a la que respetar", explica. Pero la música de los videojuegos no tiene todavía el reconocimiento de la cinematográfica. Los autores son desconocidos incluso entre los especialistas. Su melodía robótica era un complemento al que no se hacía caso, que los jugadores apagaban al pulsar un botón. Aun así, las canciones de Tetris o Super Mario son parte del subconsciente colectivo, pero no no material de orquesta.
El concierto de Zelda mezcla las sonatas de casi 20 juegos para las diferentes videoconsolas de Nintendo, aunque el éxito de la adaptación no se entendería sin la nostalgia de los que hace tiempo dejaron de ser niños. Los padres que jugaron en los noventa acompañan hoy a sus hijos. "Tras el concierto me cuentan que toda su infancia ha pasado por delante de sus ojos. Los transporta a ese lugar feliz cuando jugaban con su Game Boy y se emocionan".
En el patio de butacas, la experiencia es distinta a la de cualquier otro concierto. "No conocen códigos. Aplauden emocionados en medio de las canciones. Cada uno disfruta como quiere", comenta Corcuera. Ha habido peticiones de matrimonio, fuegos artificiales y batallas.
La sinfonía en 'Late Show with Stephen Colbert'. / CBS
Andersson vivió hace semanas una experiencia surrealista para una orquesta: el presentador Stephen Colbert, fan acérrimo de la saga como Robin Williams (que hasta llamó Zelda a su hija), los invitó a tocar en su programa. "Recibir la respuesta mientras tocas es gratificante. Es algo que la seriedad de la orquesta no te deja", relata Andersson, que dice estar viviendo una experiencia única en su carrera: "Gritan, lloran y aplauden. La respuesta es espontánea. Eso motiva a los músicos, que se sienten reconocidos al instante".
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