En estado de gracia

"Que veinte años no es nada", cantaba Gardel pero, por una vez, el tango no decía la verdad, como mínimo toda la verdad. Veinte años son mucho, muchísimo, sobre todo si se aprovechan bien. Lo demostraron Albert Bover y Horacio Fumero, todo y que para un tanguero como Horacio llevarle la contraria a Gardel es casi pecado mortal (por suerte siempre nos quedará San Oswaldo Pugliese: "Hoy, recién, recién, miro las cosas sin sombras ni mentiras y comprendo cuanto enseñan las lecciones de la vida").

Pianista y contrabajista se reunieron en Jamboree para recordar los veinte años de su primer disco en dúo. Y, ya de paso, grabar un nuevo disco que, tras lo sucedido en el sótano de la plaza Reial, promete ser de escucha obligatoria para cualquier aficionado al jazz.

Han pasado veinte años desde aquel encuentro casi casual en un club andorrano ("No había presupuesto para pagar un trío, así que decidimos ir en dúo",recordaba Bover). Años que se notan en algo más de barriga a la izquierda y algo menos de pelo a la derecha pero, sobre todo, en la densidad de la música, en el equilibrio total entre los dos instrumentistas y en la belleza de unos resultados que no dejan indiferente. Han crecido como músicos y han dejado por el camino miedos, tics y otros acartonamientos, son ahora más libres y, sin ya nada que demostrar, vuelan mucho más alto.

En Jamboree alternaron a Charlie Parker y Duke Ellington con algunas composiciones propias incluyendo un magnífico solo de contrabajo de aires brasileños. Jazz tremendamente contemporáneo que mira hacia delante con los pies bien anclados en la tradición, toda la tradición, sin olvidar nunca la melodía como eje de comunicación.

Es indudable que Bover y Fumero son dos de nuestros mejores músicos y su dúo un volcán de creatividad. En Jamboree se mostraron en auténtico estado de gracia.