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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El vaciado de Convergència

Bajo la gestión de Artur Mas, Convergència ha perdido tantos diputados como los que ahora le aportan ERC y la CUP

Enric Company

Tiene su gracia que una formación asamblearia de extrema izquierda como la CUP se haya parapetado tras el secretismo para negociar un acuerdo con el líder de un partido de centroderecha inscrito en el liberalismo como el de Artur Mas. Es comprensible, claro, dadas las circunstancias y la distancia político-ideológica aparentemente sideral entre ambas fuerzas. Pero sirve de poco. Los secretos de esta negociación, ya se ha visto, terminan apareciendo a la luz en forma de propuesta de declaración parlamentaria de ruptura con la legalidad.

Lo que sucede en términos políticos es, en definitiva, que la CUP tira de Convergència y de Esquerra hacia sus posiciones y, de momento, ha obtenido este compromiso de “inicio de ruptura” en los términos de “desobediencia” que exigía.

La CUP no es, sin embargo, la única que tira de Convergència en esta dirección. Antes que ella lo hizo Esquerra, desde 2010. En las dos últimas legislaturas, y con la impagable colaboración del PP de Mariano Rajoy y su Gobierno, la Esquerra de Oriol Junqueras tiró de los herederos de Jordi Pujol para que abandonaran el autonomismo y abrazaran la causa independentista. Ahora, Esquerra le ha arrebatado, de momento, la presidencia del Parlament y si se estabiliza mínimamente la legislatura, cosa que está por ver, se llevará más o menos medio Gobierno.

Prisionera de Esquerra y la CUP, Convergència se está viendo a sí misma, con la comprensible estupefacción de quienes creían estar en el centroderecha, en la nada airosa situación de mendigar a la extrema izquierda la investidura de su candidato a la presidencia de la Generalitat, Artur Mas, mientras Esquerra espera para recoger su parte.

Lo que está sucediendo en estas semanas puede definirse como un vaciado político de Convergència

Puede que Mas consiga su objetivo, y es difícil predecir cuál de las dos partes cederá más en el eventual pacto. De todas formas, acabará viéndose. Pero puede que no lo logre, que la CUP no quiera humillarse, y el presidente sea otro. En ese caso, se daría la paradógica situación de que el derribo de Artur Mas por el que tanto han batallado, cada uno con sus razones, el PP de Rajoy, los Ciudadanos de Albert Rivera y la Iniciativa-EUiA de Joan Herrera, sería finalmente conseguida por los simpáticos chicos/chicas antisistema de la CUP. Casi nada. Llegaron como neófitos al Parlament en 2012 y en 2015 ya logran hitos como el de cortar la cabeza (metafóricamente, se entiende) del sucesor de Pujol.

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Lo que está sucediendo en estas semanas puede definirse como un vaciado político de Convergència. Un partido que del pactismo y el centrismo hizo su bandera se ha deslizado casi sin darse cuenta hasta una causa extrema y se encuentra ahora con que sus únicos aliados posibles son, claro está, partidos que en el arco político catalán se sitúan en el extremo izquierdo. En el camino, en la mutación, Convergència ha perdido a Unió y al espacio socio-político que representa. Está siendo abandonada por buena parte de sus electores de derechas, el espacio social que estuvo representado en parte por la UCD y en la década de 1980 le proporcionó su primera gran expansión. Ha derrochado añejas afinidades con el catalanismo socialista y con el resistente espacio político derivado del PSUC. Por añadidura, está perdiendo, a raudales el prestigio político que en su momento aportaban figuras señeras del partido, una serie de fundadores pillados en escándalos de corrupción. Los apellidos Pujol, Millet, Alavedra, Prenafeta, Sumarroca, que lo significaron todo en CiU, ahora andan baqueteados por los juzgados, acusados de numerosos delitos.

La caída ha sido rápida. CiU logró 62 escaños en 2010 y al abrazar la causa independentista quedó prisionera de ERC, que tenía solo diez. CiU bajó a 50 en 2012, mientras ERC subía a 21. En 2015, Convergència ha conseguido 29 escaños en una candidatura conjunta con ERC e independientes que, en total, ha logrado 62. Estos 62 diputados son diez menos que los que sumaban CiU y ERC en 2010 y nueve menos que el total de CiU y ERC en 2012. O sea, la tan cacareada aportación de las entidades que han protagonizado la agitación independentista desde 2010 es nula a efectos electorales. Pero en las tres elecciones al Parlament celebradas desde 2010, Convergència como partido ha perdido 33 escaños y los 10 perdidos por la suma de Convergència y Esquerra en las últimas autonómicas han ido a parar a la CUP. Son esos diez cuyo apoyo Artur Mas se ve obligado a negociar ahora en secreto con Benet Salellas y Anna Gabriel para la investidura que difícilmente logrará.

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