Cuando Carmena llegó al Ayuntamiento, la tauromaquia seguía
Con la retirada de la subvención a la escuela, queda demostrado que estas nuevas oligarquías han decidido imponer su particular criterio
Decía Karl Marx que las oligarquías imponen con desprecio lo que sus posiciones esnobs determinan, de manera unilateral, al respecto de lo que debe ser o no debe ser el «arte». Al hilo de la polémica creada en Madrid por la retirada de la subvención del Ayuntamiento a la Escuela de tauromaquia Marcial Lalanda cabe preguntarse: ¿Es la tauromaquia un arte o no lo es? Y a los que respondan que NO, cabría preguntarles, ¿y acaso creen ustedes que nunca lo fue? ¿Forma parte la Tauromaquia del acervo cultural de nuestro pueblo? ¿Merecería la tauromaquia conservarse como parte de dicho acervo, al igual que otras culturas no eurocéntricas conservan sus tradiciones indígenas?
Con la retirada de la subvención a la escuela, queda una vez más demostrado que estas nuevas oligarquías han decidido imponer unilateralmente —sin consultar con nadie más allá de su cada vez más estrecho círculo de círculos— su particular criterio al respecto de lo que es cultura, sin consultar a personas con conocimientos en un área tan específica como es la Tauromaquia. Personas que incluso podrían ser afines ideológicamente a ell@s y haberles ofrecido un punto de vista menos sesgado.
En España la Tauromaquia se ha convertido en un verdadero anatema cultural.
Ahora Madrid gobierna el Ayuntamiento de una ciudad que está considerada como la «capital mundial del toreo». Esto es un hecho. Seguramente, a los actuales responsables de Cultura y Deportes del consistorio madrileño les gustaría que la Tauromaquia desapareciera por completo del mapa, deseo muy respetable, pero, ¿deben ser ell@s como gestores de lo público los encargados de llevar a cabo esta labor de aniquilación? Se puede discutir si cualquier tipo de actividad relacionada con la Tauromaquia tiene que ser subvencionada o no con dinero público, pero no es de eso de lo que aquí y ahora se trata: la retirada de los 61.200 euros de subvención es un primer paso hacia la abolición total de la fiesta de los toros, y han empezado por la parte más débil.
Por el momento, la actividad legal de la lidia y muerte de toros bravos no está prohibida en nuestro país; ser torero no supone por tanto ningún un delito. Otra cosa es lo que pueda pensar cada quien de forma individual al respecto de lo que es o no es maltrato animal. Algunos animalistas, desde posiciones fanáticas en el fondo y en la forma, quieren imponer al resto de la sociedad su fe (se trata de una de las religiones contemporáneas con más vigor actualmente), su moral, su forma de ver y entender la vida y sobre todo la muerte. Frente a las plazas de toros, se comportan como aquellos otros integristas religiosos que hace años se manifestaban a la puerta de los cines en los que se proyectaba la película de Martin Scorsese La última tentación de Cristo, escupiendo, insultando y amenazando con el infierno a todos aquellos espectadores que intentaban acceder al interior. Resulta del todo imposible convencer del componente artístico-estético de las corridas a todos aquellos que, ante la cruda realidad del fenómeno táurico, se identifican indefectiblemente con el animal y no con el hombre que se juega la vida en la difícil verificación de su arte. Pasada hace ya tiempo la época humanista que ponía al hombre en el centro del universo (al hombre en el centro del ruedo), hemos entrado en una época animalista en el que el Imperio Disney ha llegado a invadir casi por completo nuestras infantilizadas conciencias, lo que por supuesto no impide que el engranaje de la producción masiva de carne animal a nivel industrial siga funcionando perfectamente.
Es muy legítimo que a nivel particular los actuales responsables del área de Cultura del Ayuntamiento de Madrid abominen de las corridas de toros, que las consideren un resto anacrónico intolerable en nuestra sociedad actual, pero, de cualquier forma, lo que este nuevo equipo de gobierno de Ahora Madrid debería intentar comprender es que gobierna para un pueblo en el que caben muchas sensibilidades diferentes, incluidas las de los aficionados a los toros. La tauromaquia, les guste o no, forma parte fundamental de la memoria colectiva, sentimental y afectiva de muchas personas. Es más que probable que las corridas de toros de muerte tal y como las conocemos actualmente acaben desapareciendo, pero, ¿debemos esperar que ese proceso de extinción del rito sea impulsado por un grupo de gobierno municipal, sea del signo político que sea?
La tauromaquia, les guste o no, forma parte fundamental de la memoria colectiva
La actual responsable de la Concejalía de Cultura y Deportes ha declarado que desde el Ayuntamiento no podían seguir subvencionando la actividad llevada a cabo en la Escuela Taurina porque, según sus propias palabras, «una escuela donde hay maltrato animal no puede financiarse con dinero público» (sic). Impecable argumento, sino fuera porque, según ha manifestado uno de sus directores, José Miguel Arroyo Joselito, en dicha escuela no entra una vaquilla desde hace al menos dos años. ¿Qué será lo próximo en este afán abolicionista? ¿Apoyaría Ahora Madrid, por ejemplo, la puesta en escena en los teatros madrileños de ballets contemporáneos como Belmonte, de Cesc Gelabert, o Arena de Israel Galván? En estos ballets (dos de los más importantes en la reciente historia de la coreografía en España) podemos asistir a momentos muy similares al toreo de salón.
El número 33 de la revista francesa de arte contemporáneo artpress2 (julio de 2014) llevaba por título L’art de la Tauromachie. Allí se podían leer artículos de autores como Philippe Sollers o Georges Didi-Huberman, entre otros. Mientras tanto, en nuestro país seguimos viendo cómo lidiamos con nuestros complejos. ¿Se imaginan ustedes una revista de arte contemporáneo editada en España que dedicara un monográfico al «Arte de la Tauromaquia» y que incluyera artículos firmados por pensadores contemporáneos, más allá de los archiconocidos defensores de la Fiesta, Vargas Llosa, Sánchez Dragó o Fernando Savater? En España la Tauromaquia se ha convertido en un verdadero anatema cultural. ¿Dónde están todos esos creadores, artistas, intelectuales, escritores que en privado te reconocen su fascinación por las corridas de toros? ¿Acaso tienen también ellos miedo a perder la correspondiente subvención si se manifiestan a favor de la Tauromaquia?
Quizás nuestra sociedad sería mucho mejor si la plaza de Las Ventas se llenara para asistir a un ciclo de conferencias sobre la actualidad del pensamiento de Foucault. Mientras tanto, mientras llega el día de la liberación del pueblo por medio de la aplicación de sus políticas culturales (las de ustedes), ¿qué pretenden hacer al respecto de algunas manifestaciones de la cultura popular como la Tauromaquia? ¿Piensan simplemente quitarles la subvención para ver si así acaban desapareciendo por sí solas? Cuando Ahora Madrid deje de gobernar el Ayuntamiento de Madrid, es muy probable que la Tauromaquia todavía siga aquí.
Antonio J. Pradel es colaborador de la revista Cuadernos de tauromaquia.
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