Perfección con alma
La Orquesta Filarmónica de Londres brilla con la altísima calidad de sus solistas
Nueva visita al Palau de la Orquesta Filarmónica de Londres y su titular, el director ruso Vladimir Jurowski, ésta vez con un programa largo y raro. La idea de ofrecer en una misma velada uno de los conciertos para violín más famosos del siglo XX, el del compositor finlandés Jean Sibelius, y la partitura más extensa del catalogo de Johannes Brahms, Un Réquiem alemán, op. 45, es rara; tanto por la duración -alrededor de una hora y veinte minutos- como por la densidad, la colosal partitura del compositor hamburgués suele ocupar por sí sola una velada. Al final, ampliar el programa para conmemorar el 150º aniversario del nacimiento de Sibelius, causó daños colaterales a Brahms y la fatiga provocó la fuga de espectadores durante la interpretación del Réquiem alemán.
En el conjunto londinense, preciso y flexible, brilla la altísima calidad de sus principales solistas; Jurowski les da cancha con una dirección meticulosa, pendiente de cualquier detalle, modelando un sonido orquestal transparente que permite filigranas, sin perder brillantez y potencia. Con estas cualidades, proporcionaron un acompañamiento de lujo al violinista griego Leonidas Kavakos en el Concierto para violín en re mayor, op. 47, de Sibelius.
Filarmónica de Londres
Orfeó Català, Cor de Cambra del Palau. Leonidas Kavakos, violín. Miah Persson, soprano. Dietrich Henschel, barítono. Vladimir Jurowski, director. Palau, 5 de octubre.
Kavakos es un violinista fuera de serie; afinación perfecta, control absoluto, un sonido bello, pero nunca empalagoso. Ni sobreactúa ni teatraliza sus gestos, simplemente toca el violín como los ángeles. Perfecto y con alma, pues su apabullante virtuosismo no busca el espectáculo sino la expresión pura. Tras el antológico Sibelius, Kavakos nos dejó maravillados con una delicada, elegante y bellamente ornamentada interpretación de la Gavotte en Rondeau de la Partita núm. 3, de Bach.
También la técnica de Jurowski es imponente. No dirige de cara a la galería, y esa ausencia de espectáculo en su riguroso planteamiento suele confundirse con frialdad; craso error, porque el Réquiem alemán sonó con cálidos y serenos acentos en los episodios líricos, e impactó en los climax dramáticos de la partitura.
Los dos solistas vocales -la soprano Miah Persson y el barítono Dietrich Henschel- cumplieron sin entusiasmar y las voces del Orfeó Català y el Cor de Cambra del Palau, enfrentadas a un reto coral extenuante, fueron ganando cuerpo, calidez y expresividad en una actuación que tuvo momentos de gran belleza.
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