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Étnica / Mdou Moctar
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Libertad multiplicada

El fiero guitarrista de Níger enriquece el blues del desierto con un sorbo de psicodelia

Los guitarristas tuaregs comienzan a gozar de predicamento a muchos miles de kilómetros de las dunas y arenas que los abrazan, pero dentro de un orden. Convertidos Tinariwen en fenómeno mundial y Tamikrest o Terakaft en acreditados hermanos menores, Mdou Moctar aún tuvo que lidiar el miércoles con un aforo discreto en El Sol, en torno a los 150 curiosos. Habrá mejores y más nutridas ocasiones para disfrutarlo, esperemos, porque la electricidad del de Níger resulta expansiva y absolutamente excitante. Y además contó con el sabroso prólogo de James Blackshaw, guitarrista de folk más británico que el Támesis y pariente por vía directa, con sus largas uñas en la diestra, del divino John Renbourn.

Moctar, el altísimo guitarrista zurdo, no encaja al milímetro con la idea preconcebida que podamos manejar sobre el blues saharaui. Ahí está ese pálpito pasmoso, sin duda, las notas mordientes y nerviosas que se clavan como puñaladas, pero la aproximación al género no es tanto ortodoxa como visceral. Esa manera de manejar las repeticiones rítmicas y de entrecortar los fraseos resulta más lisérgica que canónica, como si Mdou quisiera multiplicar el alcance de ese espíritu libérrimo que define a los nómadas admirables de su estirpe.

Circunscrito al formato de trío, el autor de Tahoultine prescinde de bajo eléctrico para privilegiar a un guitarrista rítmico de pulso inquieto (y, a veces, hasta jamaicano). Unámosle a todo ello un batería tosco y salvaje, más propio de un garaje que de largas noches esteladas, y nos encontraremos ante un episodio maravillosamente temperamental. Tanto como esos acelerones ocasionales con los que la sala ya no sabía si dislocar las caderas o poner los ojos en blanco. Moctar puede resultar reiterativo, como es propio del género, pero también catártico. Y eso, pasadas las doce y media de la noche, constituye toda una experiencia.

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