Tiro a la ‘codorniz bala’
200 aves vivas fueron introducidas en un cañón y lanzadas en Becerril para que una fila de cazadores las abatiera
La “tirada de codorniz al tubo” consiste en lo siguiente. Un individuo coge una codorniz viva y la introduce en una especie de cañón. Pulsa una palanca y el ave sale propulsada como si fuera una pelota de tenis. Entonces varios cazadores, situados en línea, la abaten a tiros.
Esta práctica estaba programada como una de las actividades que, apoyadas por el Ayuntamiento de Becerril de la Sierra (PP), forman parte de las fiestas en honor del Cristo del Buen Consejo. Los ecologistas no dudan en calificarla de “extremadamente cruel” y opinan que “debería estar erradicada”. Pero ayer se celebró. Con bronca, pero se celebró. Los organizadores, que contaban con los permisos de la Guardia Civil y del Gobierno regional, habían adquirido 200 aves.
Hélices en vez de palomas: “Te diviertes lo mismo y no matas”
En 1995, el Ayuntamiento de Becerril de la Sierra decidió cambiar el tiro a la codorniz por algo menos sangriento. El 12 de agosto de aquel año, en el polideportivo Solosprados, se celebró la primera tirada ecológica de la sierra de Guadarrama.
Veinte escopetas evitaron la matanza de pichones al sustituirlos por hélices de plástico. La hélice tenía el tamaño de un plato de tiro, pero llevaba dos aspas. La diferencia entre disparar a uno y a otro estriba en que el primero vuela en una dirección sin modificar su trayectoria. En cambio, la hélice tiene un vuelo irregular, que imita el del pichón.
Por eso, Roberto, tirador de 20 años, afirmaba en aquellos días: “Te diviertes lo mismo y no matas”.
Su compañero David, de 21 años, comentaba: “El 15 de agosto de cada año se celebraba una tirada de codornices aquí en Becerril de la Sierra. La de este año ha sido sustituida por las hélices”.
Roberto decía que las codornices llegaban al pueblo procedentes de los criaderos y apelotonadas en jaulas. En el viaje se desplumaban a picotazos unas a otras y cuando eran lanzadas por el tubo, muchas salían atontadas y sin desplegar las alas, “como una pelota”.
Ángeles Arroyo, edil de IU-Equo del municipio, explica que “los animales salen completamente atontados e incluso ya heridos del tubo. Eso no es caza, es hacer puntería con las aves”. En su intento por parar la muerte de las aves, se personó ayer en la Dehesa del Berrocal, lugar donde se había improvisado el campo de tiro, junto con otros cuatro o cinco vecinos. Los cazadores, que todavía no habían empezado a disparar, los increparon, algunos de forma muy violenta y con la escopeta al hombro. Incluso empujaron y arrebataron el móvil con el que una de las vecinas, Celia Redondo, estaba grabando. Entre gritos y amenazas, culparon a las personas que se habían congregado allí de intentarles impedir el paso colocando piedras en la vía pecuaria de acceso a la Dehesa, de colocar carteles llamándoles asesinos y de estropear candados de las fincas metiendo palillos. El camino estaba tachonado por algunas piedras procedentes de los muros de las fincas cercanas.
A pesar de ser una actividad en la que se emplearon armas de fuego, en el lugar, limitado con una simple cinta de plástico, no se encontraba ningún miembro de las fuerzas de orden público. Un ciclista que entrena a diario en el camino comentó que no había encontrado ningún impedimento para llegar hasta allí: “He abierto una cancela, como siempre, sin ningún problema”.
Los vecinos llamaron a la Policía Local y a la Guardia Civil para denunciar el acoso sufrido. La llegada de las fuerzas de orden público aplacó los ánimos de los cazadores, que comenzaron la tirada. En el centro del área acotada se había excavado un agujero de gran tamaño para proteger a la persona que manipulaba la máquina lanzadora. Se inició el lanzamiento de las codornices, a las que esperaban los cazadores, formados en línea.
El alcalde de la localidad, José Conesa (PP), se personó en la Dehesa sin llamar la atención y observó, alejado de cazadores y vecinos, la situación. El regidor declinó realizar alguna valoración del conflicto que se había producido. Previamente había indicado en una conversación telefónica a El PAÍS que la actividad gozaba de todas las autorizaciones pertinentes: de la Guardia Civil, de la Federación Madrileña de Caza y de la Consejería de Medio Ambiente.
Arroyo dice que esta práctica se mantiene debido a una legislación ambigua. “La Ley de Protección de los Animales Domésticos de la Comunidad de Madrid prohíbe este tipo de actividad”, puntualiza. Pero, al mismo tiempo, deja la puerta abierta a su autorización si las llevan a cabo sociedades de tiro. “La última palabra corre a cargo de la Consejería de Medio Ambiente, en concreto del Área de Protección Animal, y los tiradores están bajo el control de la Federación Madrileña de Caza”, aclara la edil.
Nicanor Ascanio, presidente de la Federación Madrileña de Caza, indica que se trata de una modalidad de caza amparada por la ley, que procede de lo que se conocía en Valencia como la paloma a brazo, porque la lanzaba una persona, que ahora se ha sustituido por una máquina. “El primer paso es la autorización de la Comandancia de la Guardia Civil. También son necesarios un seguro de responsabilidad civil y el visto bueno nuestro y el del Gobierno regional”, enumera. Ascanio concreta que se practica “en muchos pueblos de España y que el animal sufre menos que cuando es lanzado a brazo”.
Ecologistas en Acción denuncia que esta práctica es habitual en muchos clubes de tiro de la región, sobre todo del sur, como Villarejo de Salvanés, Aranjuez, Pinto y Carabaña. Incluso la Federación Madrileña de Caza organiza el Campeonato Autonómico de Codornices a tubo y el Consejo Superior de Deportes la considera una especialidad deportiva. “Esto podría ir en contra de la Ley del Deporte, la Carta Verde del Deporte y el Convenio de Deporte y Sostenibilidad”, aseguran. La edil de IU-Equo espera que sea la última ocasión en que el Ayuntamiento permita este evento.
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