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Tàrrega le puede al tiempo y a la ‘Diada’

Teatro y danza ‘captan’ a 870 programadores de 513 entidades

Un momento de 'Falling free', de la compañía Sharon Fridman.
Un momento de 'Falling free', de la compañía Sharon Fridman. JAVIER MARTIN

“Hoy veréis muchas banderas en los balcones. Es porque en breve decidiremos si queremos un estado propio”. Con estas palabras dio la bienvenida la alcaldesa de Tàrrega, Rosa Maria Perelló, a decenas de programadores internacionales que se juntaron ayer al mediodía durante un descanso en la Fira del Teatre, el festival de artes escénicas que arrancó el jueves en la localidad ilerdense. Si bien algunos temían que la coincidencia con la Diada y la lluvia pondrían trabas al primer día del certamen, ni lo uno ni lo otro afectó la jornada, que transcurrió bajo un cielo despejado y ajena a cuestiones políticas ante la interesada mirada de 870 programadores de 513 entidades. La voz cantante del día la llevaron los espectáculos de danza, aunque hubo varias ofertas teatrales potentes —como La cena del rey Baltasar, adaptación de Calderón de la Barca por la compañía Los Números Imaginarios— tanto en la calle como en las salas de la ciudad.

Por la mañana, un joven local se mostraba escéptico respecto a la afluencia de público. “La mitad de la gente que conozco se ha ido a la Meridiana” (donde el acto central de la Diada), comentó mientras esperaba, cerveza en mano, a que empezara uno de los primeros espectáculos del día, ¿Qué hacemos con la abuela?, obra participativa de la compañía The Cross Border Project que logró implicar al público de la plaza Mayor —en efecto, forrada de estelades— al reflejar cómo una familia lidia con la abuela enferma de Alzheimer.

Mientras tanto, con un tono muy distinto, el dúo argentino formado por Ramiro Cortez y Frederico Fontán caldeaba el polideportivo municipal con Los cuerpos, espectáculo de danza contemporánea con gran carga erótica; Cortez y Fontán, ambos de 25 años, son tanto intérpretes como coreógrafos de esta obra con tintes lynchianos, absurdos, que mezcla máscaras con forma de cabeza de caballo con una fuerte tensión sexual.

También el street dance (danza urbana) hizo honor a su nombre y salió a la calle a ritmo de hip hop y música house. La plaza de les Nacions Sense Estat sirvió de escenario para dos de los invitados de honor del festival, los veinteañeros nortamericanos Ephrat Asherie y Ousmane Wiles, este último de origen senegalés. Ambos actuaron en la Fira fruto de una colaboración con el festival neoyorquino de música en la calle SummerStage, oxigenando la programación con un tono más underground. “La gracia de Ephrat y Ousmane es que son una chica que baila breakdance, un estilo asociado a lo masculino, y un chico que baila vogue, el baile tradicionalmente femenino que popularizó Madonna en los noventa”, resumió Monique Martín, una de las programadoras del SummerStage, que acudía a Tàrrega por segunda vez consecutiva. “Para ellos la danza es algo político”, apuntilló la neoyorquina.

Por último, fue también la danza contemporánea la que cerró la jornada; de caídas, subidas y equilibrios difíciles iba el espectáculo Falling free (Caída libre), de la compañía Sharon Fridman. Con esta obra, que reproduce el ciclo eterno de la supervivencia humana (caer, levantarse, apoyarse mútuamen-te, caer...) la compañía del coreógrafo israelí se despidió de la temporada y bajó el telón del primero de los tres días de Fira.

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