Los atascos burocráticos paralizan la UVA de Hortaleza
A solo tres kilómetros de las mansiones del parque del Conde de Orgaz existen graves problemas de emergencia habitacional
Hortaleza encierra en un único distrito contrastes brutales. Aquí está el parque del Conde de Orgaz, una zona entre las más adineradas de Madrid —que alberga el exclusivo Liceo Francés—, donde los chalés valen millones de euros. Pero a tres kilómetros de distancia, las estrechas calles de la UVA ostentan uno de los problemas habitacionales de mayor envergadura en la capital.
Construidos en 1963, los bajos edificios de la Unidad Vecinal de Absorción hubiesen tenido que ofrecer una vivienda temporal durante cinco años a la población rural que, tras haber emigrado a Madrid, vivía en los poblados chabolistas demolidos para construir la M-30. Sin embargo, “mucha gente murió a la espera de que se le entregara su vivienda definitiva”, explica Roberto Velasco, asesor de la junta de distrito. “Hoy viven aquí cerca de 2.000 vecinos, y las mudanzas a las nuevas torres están paradas desde hace años [en 2010 estaban entregadas solo 436 de las 1.104 necesarias para realojar a todo el barrio]”, añade Yolanda Rodríguez, la concejal del distrito.
La edil subraya que la junta no tiene muchas herramientas para mejorar
La edil subraya que la junta no tiene muchas herramientas para mejorar la situación. Las casas pertenecen al Ivima, el ente de la Comunidad de Madrid que gestiona la vivienda pública; a escala municipal, todo depende del Área de Urbanismo del Ayuntamiento, que sin embargo es responsable únicamente de la construcción de los viales y de las conexiones de luz y agua en los nuevos pisos.
La Comunidad, insiste Rodríguez, ha hecho muy poco por el mantenimiento de los inmuebles. “Los vecinos siempre han vivido con la sensación de que ocupaban esas casas solo de paso. Nunca invirtieron mucho en el mantenimiento de los espacios comunes, que además son muy difíciles de limpiar por su particular estructura arquitectónica”, señala.
Así que hoy día la UVA aparece como una especie de pueblo, donde los números de los bloques están pintados con espray y las piscinas de goma ocupan los patios junto a carcasas de motos.
El proyecto de su recalificación prevé demolerla por entero, con la única excepción de la almendra central, “donde hay viviendas que han ganado premios por su valor arquitectónico y se estudian en la Universidad”, subraya Rodríguez. Algunas, sin embargo, ya están destrozadas: es la solución que el Ivima ha encontrado para que nadie las ocupe cuando se queden vacías tras el traslado de los antiguos vecinos a las nuevas viviendas.
Pero en algunos casos la Comunidad ha llegado tarde: “Hay fuertes contrastes entre los que consiguieron ocupar unas casas, que reclaman su derecho a la vivienda, y los vecinos más antiguos, que no pueden irse si los edificios que dejan no están listos para ser demolidos”, advierte la concejal.
Mi casa la hemos reformado nosotros, había techo de paja, nos comían las chinches...” María Gómez Vidal, vecina de la UVA desde hace 52 años
María Gómez Vidal, una vecina, protesta con fuerza: “Tengo 80 años y llevo 52 viviendo aquí… Mi casa la hemos reformado nosotros, había techo de paja, nos comían las chinches... Y ahora que es decente. Cuando ya soy viuda y vivo aquí sola, me van a trasladar a otra. Me dijeron encima que en dos meses se iba a solucionar todo… Llevo cinco con las cajas listas para la mudanza y aún estoy esperando”.
A dos kilómetros de ahí, las casas del barrio de Canillas encierran una historia parecida. Las filas de pequeños chalés adosados, que en los años cincuenta se construyeron con el mismo objetivo de la UVA, ya no están completas. Muchas viviendas se demolieron a medida de que los vecinos eran realojados en otros edificios a pocos metros de distancia, “pero hay otros que llevan años sin saber qué pasará con su casa”, explica Rodríguez.
Canillas es también escenario de otra batalla. Ahí están los tres grandes edificios de ladrillo del que fuera el colegio Rubén Darío. “Se han apoderado de ellos algunos okupas y ha habido varios problemas con los vecinos. Un edificio se quemó y los bomberos ya lo han precintado. Los demás, de momento están abandonados”, especifica la edil.
Hortaleza y Canillas fueron de los últimos pueblos en anexionarse a Madrid
Los intentos de la junta de distrito para reconvertir los inmuebles en una casa de la mujer empezaron cuando aún estaba en el cargo el anterior Gobierno, del PP. “El pleno aprobó el proyecto al menos tres veces ya en la pasada legislatura. Pero todo se estanca a la hora de atribuir la titularidad del edificio entre Ayuntamiento y Comunidad”, asegura Velasco.
La lucha de este barrio, mientras tanto, pasa también por aparecer en el nombre del distrito. Y tiene en esto el apoyo de Rodríguez: “Hortaleza y Canillas fueron de los últimos pueblos en anexionarse a Madrid. Pero solo el primero aparece en la denominación de distrito. Si los vecinos lo piden, no tengo ningún inconveniente en modificar el nombre”.
Falta de servicios en Valdebebas
Valdebebas alberga alrededor de 6.000 vecinos, aunque el barrio se construyó para 30.000 habitantes. Tras nueve años y 600 millones de inversión, los primeros vecinos se mudaron ahí en 2013. Desde entonces, una serie de trabas burocráticas ha impedido el desarrollo de cualquier tipo de servicio público. "La calle de Francisco Javier de Oizia, por ejemplo, está cortada por el robo del cobre del alumbrado público desde diciembre. Por ello, hay vecinos que tienen que recorrer seis kilómetros más para llevar sus hijos al colegio. El 789, la única línea de bus del barrio, pasa cada media hora. Pero la EMT dice que depende todo de la Comunidad, que ellos no pueden hacer nada", dice la edil del distrito, Yolanda Rodríguez.
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