El dueño de las canciones
El contrabajista Javier Colina actúa esta semana en el Café Central junto al legendario George Cables
Todo empezó con un finiquito: “Trabajaba en una tienda de música que empezó a importar instrumentos muy baratos desde China. Compré todos, hasta que llegó un momento en que no sabía qué tocar. Entonces me acordé de que había un bajo eléctrico sin trastes con el que tonteaba de vez en cuando. Cuando me dieron el finiquito les propuse: ‘El dinero que me corresponde, por el bajo”.
Ahora, 35 años más tarde, Colina (Pamplona, 1960) regresa a su escenario más querido: el Café Central, en la Plaza del Ángel. Junto a él estará un grande del jazz, el pianista George Cables (Nueva York, 1944). “De George me gusta todo: su sonido, su gusto, su manera de decir… Como todos los grandes músicos de jazz, traza su propio camino y yo he seguido muchas veces ese camino. Al final, da igual si interpreta un blues o un standard. Para mí, todo lo que toca lleva su nombre”.
La relación entre el contrabajista y el pianista viene de lejos. “Hace 20 años me llamó un batería americano que vivía en Valencia, Jeff Jerolamon, porque tenía un pianista de gira y necesitaba un contrabajo para acompañarle. Empezamos a tocar y la cosa funcionó. Hacíamos giras increíbles. George venía un mes para tocar en sitios como Andorra o Teruel, con 8.000 habitantes, que no habían visto un concierto ni de jazz ni de nada en su vida”.
Hace unos meses, el dúo se encontró para unos conciertos en Santander y Terrassa: “El reencuentro fue maravilloso desde la primera nota; es como si tuviéramos un resorte que activa la memoria dormida. No sabemos lo que el otro va a tocar, pero da igual. El jazz es una conversación: sé lo que me quieres decir y adónde quieres ir, el menú no es importante. Lo que importa es lo que nos estamos diciendo”. La fama de buen conversador de Colina viene refrendada por todos aquellos que le tienen por el interlocutor ideal. “Hay otros contrabajistas que tocan más rápido o más vistoso”, contaba a quien suscribe el fallecido Bebo Valdés, “pero ten por seguro una cosa: nadie toca como Javier Colina”.
En 1995, Tete Montoliu y Javier Colina contribuyeron a salvar la economía del Café Central con una tanda de recitales a club lleno. “Tete era muy irónico, incluso tocando. Tenía esa costumbre de dejar las frases a medio acabar, entonces le veías que se echaba para atrás en el asiento y se partía de risa como diciendo ‘a ver cómo sales ahora de esta’. ‘¿Quieres ganarte la vida con esto?’, me decía, ‘Te vas a enterar’. A mí me hacía gracia. A mí me respetaba y, viniendo de Tete, eso ya era mucho”.
Con un disco en ciernes junto al guitarrista Josemi Carmona, Colina se define como un picaflores: “Flamenco, jazz, bolero… Al final son maneras diferentes de pasarlo bien. Lo importante es empaparse de las diferentes tradiciones, entender que no puedes aprender a tocar flamenco con un disco de Paco de Lucía; eso lo hace un sueco. Vente 15 días pa’ Jerez, vas a aprender mucho más flamenco que escuchando la discografía completa de Paco”.
Han pasado 54 años desde el finiquito y Javier Colina sigue sin explicarse las razones de un éxito que nadie en el negocio cuestiona: “Manejo el lenguaje de las canciones. Ese es mi secreto”.
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