Aullidos de placer voluptuoso
El incendiario cantante de Carolina del Norte, por fin reconocido tras cuatro décadas de carrera, es lo más parecido en 2015 a un concierto de James Brown
El soul y el rhythm & blues son géneros que se prestan a la emulación, puesto que resulta complicado dinamitar unos cimientos tan sólidos y venerables como los que medio siglo se apuntalaban desde los sellos Motown, Stax y derivados. En la calle Jardines, justo a la entrada de El Sol, repartían anoche pasquines con el anuncio de la actuación que en septiembre ofrecerá el joven Leon Bridges, un veinteañero que constituye nuestra única oportunidad en 2015 de imaginarnos cómo sería asistir a un concierto del mismísimo Sam Cooke. Escaleras abajo, en el sótano más ilustre para la música en vivo de la ciudad, se dirimía otro fenómeno paranormal de dimensiones apreciables. James Brown dio portazo en este valle de lágrimas allá por 2006, pero Lee Fields hizo que el milagro de un redivivo padrino del funk fuera factible durante una hora y pico. Alabados sean los dioses de la música negra.
Puntualicemos, por aquello de colocar a cada cual en su sitio: Fields no es a Brown lo que Bridge a Cooke, fundamentalmente porque el señor que anoche compareció en la villa es un sexagenario de Carolina del Norte y el pipiolo que asomará en los estertores del verano podría ser nieto de su referente espiritual. Pero asombra constatar cómo un hombre de tanta solvencia como el que nos ocupa lleva publicando discos desde 1969, con 18 años, y apenas dejó de pasar inadvertido hasta el nuevo siglo. El revival del soul, milagro en vida de la eternamente añorada Amy Winehouse, sigue gozando de plena vigencia justo cuatro años después de aquel aciago sábado en que la chica de la raya en los ojos nos proporcionó el mayor de los disgustos.
Los actos de justicia son una bendición, aunque acontezcan con 64 años, y el vozarrón abrasivo de este negro de punta en blanco bien merece unos minutos de pleitesía. No veneramos aquí unas arrugas por otra parte inapreciables, sino que certificamos con la definitiva prueba del algodón que Emma Jean fue una de las grabaciones más brutales del género durante 2014. Lástima que, en mitad de la avalancha de conciertos con ringorrango, la actuación de Lee, programada en el Teatro Barceló, acabara trasladándose a una sala con menor aforo. Pero hay pocas experiencias matritenses como un concierto flamígero en El Sol, con el público arremolinado en semicírculo en torno al oficiante. Y anoche era imposible contener los aullidos de placer voluptuoso mientras sonaban Talk to Somebody o la implorante Don’t Leave Me This Way. No confundamos esta con el clásico homónimo de Harold Melvin & The Blue Notes, pero añadámosla con urgencia a nuestra lista “etiqueta negra” de reproducciones digitales.
Al igual que Sharon Jones, Sonny Knight o David Hooper, otros artistazos vetustos a los que el soul les ha concedido un reconocimiento tardío, Fields se rodea con The Expresions de músicos jóvenes, blancos y competentes para expandir su magisterio. El sexteto de anoche incluso genera expectación con una primera pieza instrumental, All I Need, antes de introducir al jefe con honores de acontecimiento para Just Can’t Win, una joya de la corona. Ah, y una temática similar (la asunción del descalabro) a la de Amy en Love is a Losing Game.
Fields quizá no sea ya el más saleroso mientras enloquece con pasitos cortos o gira sobre sí mismo en el centro del escenario, otros guiños para el difunto James. Pero escuchen la guitarra rítmica a tumba abierta en Money Is King o la vibración chisporroteante de saxo y trompeta en la impresionante Faithful Man. El autor de Sex Machine debe de andar regodeándose desde el purgatorio. Y no, no nos referimos a los piropos que Alejandro Sanz le formula últimamente.
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