Europa y la política como oportunidad
La Unión Europea es hoy el lugar en el que se sacrifica la política necesaria en nombre de los intereses objetivos del mercado
Europa se construyó desde la política. Tras la desconfianza y el miedo generados por dos crueles guerras, los políticos creyeron encontrar en la lógica de mercado que no conoce fronteras y los intereses económicos que saltan barreras y hacen nacer amistades la solución a tantos años de enfrentamiento. Sesenta años después estamos empezando a darnos cuenta que sin la política, sin una causa general compartida, la lógica mercantil y los intereses estrictamente económicos nos van a conducir al desastre. Quizás sin guerras, pero sí con la miseria y la desigualdad que genera la falta de solidaridad y de sentido de reciprocidad entre los que pensaban que formaban parte de algo más que de un club financiero con una moneda común. ¿Europa es sólo el euro? Mantener esa ecuación es, como dice Wolfang Streeck, pura ideología. Ideología mercantil y prosaica. Las tensiones de estos días entre Norte y Sur de Europa, concentradas en el caso de Grecia, nos conducen a enfrentar capitalismo y democracia. Lo que trabajosamente trató de reconciliar la socialdemocracia y la democracia cristiana tras 1945, vuelve hoy a estar enfrentado. Lo que se había presentado como un proceso de unificación europea, se está convirtiendo en una dinámica imparable de imposición de la hegemonía de la Europa del Norte y del capitalismo financiero internacional sobre los países mediterráneos.
En los años 50, el socialista francés Guy Mollet quiso incorporar una política social común al entonces naciente proyecto europeo. Y se negó tal propuesta en nombre de la hipótesis de que un mercado común generaría automáticamente un beneficio generalizado de tal magnitud que lo haría innecesario. Hoy, en una fase definitivamente restrictiva, vemos como la falta de vínculos de solidaridad, de causa común, provocan la impúdica desnudez de los deudores reclamando su botín sin que funcionen los mecanismos de redistribución que cualquier país necesita albergar.
Cada vez hay menos capacidad para hacer pagar los impuestos que les tocan a los que más tienen y eso genera problemas de déficit y tensiones en las capacidades redistributivas
Si Europa ya no puede ser un país, ¿no sería mejor que cada una de sus partes recuperara la capacidad de disponer de una moneda propia que le permitiera manejarse con cierta autonomía en momentos como los actuales? ¿Es posible mantener sin cambios una única moneda con 18 deudas públicas distintas y 18 sistemas fiscales que compiten entre ellos? La dinámica actual impone la justicia del mercado a la justicia social. Cada vez hay menos capacidad para hacer pagar los impuestos que les tocan a los que más tienen y eso genera problemas de déficit y tensiones en las capacidades redistributivas. Menos justicia social (dificultades para mantener la universalidad de las medidas sociales), más justicia de mercado (quién pueda que se lo pague, y a los demás, caridad). Para mantener el euro, que es algo que conviene a Alemania y a sus empresas exportadoras, debería aceptarse que la deuda griega es también deuda europea, y que ello exige reforzar los mecanismos comunitarios de toma de decisiones y de solidaridad interterritorial.
El reciente debate en el Parlamento Europeo sobre Grecia, probablemente el debate más intenso y más seguido en toda Europa desde que existe esa institución, puso de relieve el enfrentamiento entre una pretendida moralidad de los mercados financieros que reclamaban su justa compensación y la inmoralidad de un país que se había aprovechado de un dinero que no era suyo. Pero esa es solo una parte de la verdad, ya que los prestatarios tienen también su parte de responsabilidad en haber decidido el préstamo y en no controlar suficientemente la capacidad del deudor para devolverlo. Cuando se prestó el dinero, se prestó a una Grecia con respaldo europeo, y ahora se reclama ese dinero a una Grecia sola ante una maraña de creditores jaleados por Europa.
Deberíamos agradecer a Grecia y a Syriza que hayan repolitizado el debate sobre Europa, sobre la deuda y las políticas de austeridad. Un debate que parecía ser estrictamente tecnocrático. Estamos asistiendo a un enfrentamiento en toda Europa entre los intereses de los grandes intereses financieros y la gente común, pero que se presenta como un conflicto entre estados. Europa debería ser el gran lugar de la política que necesitamos, y es, en cambio, el lugar en que se sacrifica la política en nombre de los intereses objetivos del mercado. La política es la gran oportunidad de Europa. La política como pasión, como capacidad para cambiar las cosas.
Joan Subirats es catedrático de Ciencia Política de la UAB
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