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Crónica
Texto informativo con interpretación

Incendiando el escenario

El cuarteto de los malotes maquillados derrocha watios y pirotecnia en un espectáculo tan ameno como inofensivo

Claudio Alvarez (EL PAÍS)

Asistir a un concierto de Kiss equivale a presenciar la grabación de un gigantesco videoclip de Kiss. Todo cuanto pudiera acontecer para abrumar tímpanos y retinas acaba sucediendo: hay plataformas giratorias, incesantes lenguas de fuego y pirotecnia de 'mascletá'; Gene Simmons abre sus fauces sanguinolentas como un murciélago insaciable antes de salir propulsado por el cielo ('God of thunder'), Paul Stanley cruza el pabellón en vuelo rasante mientras se pavonea con 'Love gun' y para el inapelable fin de fiesta, 'Rock and roll all night', se pulverizan las reservas de confeti de toda la ciudad. Kiss demostró, en suma, este lunes en el Barclaycard Center que se ha convertido en la mejor banda posible de homenaje a Kiss.

Y la hinchada lo agradeció con la euforia y el llenazo que la ocasión merecía: el circo clásico del rock siempre es una fiesta resultona, y en lo que a esta se refiere siempre sospechamos que no queden demasiadas oportunidades para disfrutarla.

Nada que no estuviera inventado desde más de tres décadas atrás sucedió esta vez en el pabellón, desde luego. Solo sonaron dos exiguos e irrelevantes temas posteriores a 'Lick it up' (1983) y tanto Stanley como Simmons, los amos del cotarro, parecen versiones maquilladas (perdón por la redundancia) de lo que fueron. Pero con Kiss sucede como con esos chistes que, aun después de haberlos escuchado en docenas de ocasiones, siguen provocando una media sonrisa. Paul habrá perdido poderío en las cuerdas vocales, sin duda, pero no capacidad para la zalamería. Y su compromiso con el espectáculo incluye hacernos creer que asistimos a una ceremonia única e irrepetible. "Esta es la noche. Lunes 22. Nunca la olvidaréis", arengaba el neoyorquino a la multitud antes de pedir a los realizadores una panorámica por todo el pabellón. Quería ver a su "ejército", dijo, "porque sois preciosos".

Hubo algún destello de humor, de paso; como cuando Stanley, chapurreando algo de castellano, preguntó si preferíamos que cantase 'Cucurrucucú Paloma' o 'Creatures of the night'. Pero por encima de todo prevalece el esfuerzo pirotécnico (valga otra vez el verbo redundante) de estas cuatro avejentadas 'vedettes' del rock duro. Unos tipos que, aun en su caricaturesca condición actual, siguen incendiando el escenario en todas sus acepciones. Solo que hoy, lejos de su pretérita condición de chicos malotes, se han convertido en una alternativa cándida para ponerle los cuernos al mundo, una simpática pantomima tolerada para todos los públicos.

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