Un alcalde de Alicante discreto y tenaz
El socialista Gabriel Echávarri alcanza el poder aupado por un tripartito tras 20 años de PP
Pocos alicantinos conocían el nombre de Gabriel Echávarri hasta que se convirtió en el secretario general de los socialistas alicantinos hace menos de tres años. Ni siquiera era conocida en Alicante su condición de diputado en el Congreso. Hoy este abogado se ha convertido en el alcalde de la ciudad donde nació hace 43 años con una sonrisa que se le salía de la cara. Es el primer socialista que alcanza la alcaldía tras 20 años de Partido Popular y también una incógnita total de futuro.
Natural de un barrio de moros y cristianos como es San Blas, Echávarri es hijo de un camarero navarro y de una asturiana que se enamoraron buscándose la vida en Alicante. Huérfano de padre a los 20 años, hubo de abandonar sus estudios de Periodismo y acabó trabajando en unos grandes almacenes, incluso de pinchadiscos en locales de la noche alicantina. Tiempo después se inscribió en Derecho, licenciatura que le sirvió para ganarse la vida y conocer a su mujer, con la que tiene dos hijos y un despacho de abogados. “Es un tipo al que no le han regalado nada, se ha hecho a sí mismo”, asegura alguien de su entorno.
Divertido y directo en las distancias cortas para unos, para otros es alguien ambicioso con ideas que no necesariamente casan con la ideología socialdemócrata. Desde que fuera elegido secretario general de los alicantinos, se le ha recordado un pasado en la conservadora Unión Valenciana del que él reniega como una cuestión de juventud que nunca pensó, pero que le sirvió para encontrar su ideología real. Hace 15 años ya que milita entre los socialistas.
Echávarri, empero, es una incógnita para muchos. El ruido que genera una agrupación como la alicantina, que nunca cede a los instintos cainitas e intercala el navajazo con la sonrisa, ofrece versiones encontradas sobre el nuevo alcalde. Echávarri es alguien que para alcanzar el poder tuvo que aliarse con un aparato local apoyado en el histórico dirigente Ángel Franco, una figura que muchos consideran nociva dentro de la política alicantina y del socialismo en general.
Entre los que le quieren y los que sospechan de Echávarri, no son pocos los que auguran que su éxito como alcalde será directamente proporcional a la distancia que ponga entre él y Franco, un experto en gestionar la derrota poniendo y quitando candidatos y secretarios, a los que nunca dejó suficiente tiempo para que le hicieran sombra. Los propios socios de gobierno de Echávarri, Guanyar y Compromís, consideran a Franco como una marioneta de Enrique Ortiz, principal empresario de la provincia de Alicante y quien más factura al Ayuntamiento en servicios. El empresario también es compañero de imputaciones de los dos últimos alcaldes electos del Partido Popular en la ciudad.
Se juega mucho la izquierda en Alicante y el PSPV-PSOE, más. Varias paradojas asoman en la victoria de Echávarri. Su investidura es un balón de oxígeno para un partido que necesita sangre joven, ideas y paz. También un triunfo personal suyo, casi un desconocido hasta esta primavera que ha acabado imponiéndose al alcaldable electo de Guanyar, Miguel Ángel Pavón, némesis del PP durante el último mandato y protagonista en informativos y programas de actualidad convertido en el azote de la corrupción municipal que ha desalojado a los populares.
Pocos confiaban en Echávarri para llegar donde está. El todavía diputado nacional comenzó dubitativo su campaña pero ha ganado una soltura que le ha llevado a hacer un diagnóstico real de la ciudad: una capital provincial sin rumbo ni capitalidad, herida en su entramado social, sucia. Qué ciudad quedará tras el mandato de Echávarri lo dirá el tiempo y cómo acierte a articular un pacto de gobierno cuya mayoría de ediles no tiene experiencia en la administración. De momento, ha empezado bajándose el sueldo un 10%.
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