Un mono disfrazado de bebé en Barajas
Las mafias intentan introducir, a través del aeropuerto Adolfo Suárez, miles de animales exóticos y mascotas para venderlos ilegalmente en la Unión Europea
El aeropuerto de Barajas es una gran puerta de entrada ilegal de animales destinados a ser vendidos en España o a clientes de otros países. Ese era el caso de una de las recientes incautaciones llevadas a cabo por el Servicio de Protección de la Naturaleza de la Guardia Civil (Seprona): un joven de 20 años, con vuelo procedente de Brasil y cuyo destino era Portugal, llevaba 50 huevos de papagayo escondidos en una faja. Estas aves, protegidas por su rareza, habrían alcanzado un alto precio en el mercado negro. La sección del Seprona destacada en el aeropuerto también se ha incautado hace poco de 73 cachorros de perro procedentes del este de Europa con documentación falsa sobre sus edades y pedigrís, que tenían como destino una tienda.
La terminal 4 del aeropuerto también fue el escenario de la aprehensión de 73 canarios que viajaban en un bolso rumbo a Tánger. La vida de estas aves corría peligro, “ya que, por el espacio reducido, iban hacinadas en las jaulas, sin ningún tipo de dispositivo para dispensar agua y en una bolsa impermeable que impedía el paso de oxígeno”, según fuentes de la Guardia Civil.
La situación estratégica del aeropuerto lo convierte en “un punto caliente”, explica Ricardo Riquelme, director de Medio Ambiente de la Comunidad. Madrid cuenta con un Centro de Recuperación de Animales Silvestres (CRAS) desde 2009. En sus instalaciones se acogen animales salvajes que llegan heridos o mascotas exóticas que sus dueños no pueden atender. Pero el CRAS, que en 2013 acogió a 2.696 animales, también se convierte en el hogar provisional de ejemplares sin papeles, decomisados en el aeropuerto madrileño.
Las mafias de comercio de animales se emplean a fondo, sobre todo en Navidad. Fundamentalmente tratan de introducir cachorros de países del Este.
“Cuando los animales se incautan vivos, tratamos de alojarlos en centros adecuados y, si no es posible, se dejan en poder del poseedor hasta que la autoridad competente decida sobre su destino”, explica Benigno Martín, teniente del Servicio de Protección de la Naturaleza de la Guardia Civil. A este policía le impactó especialmente el caso de un mono tití que “iba drogado en un avión, tapado con una toquilla, como si fuera un bebé”.
La introducción de animales exóticos puede tener graves consecuencias sobre los ecosistemas autóctonos. Es el caso de las cotorras argentinas, cuyos estruendosos graznidos se oyen en muchos parques y que en numerosos casos han sido abandonadas por sus dueños, o las tortugas de Florida, que terminan en los ríos y desplazan a las especies propias de la región.
La prevención, a través de la educación, es fundamental para evitar el deterioro de los ecosistemas, advierte Laura Moreno, técnico de Biodiversidad de la organización ecologista WWF España. “Trabajamos para intentar mentalizar a las Administraciones para que tengan estrategias eficaces que prevengan este problema, y a la sociedad, para evitar comportamientos irresponsables, como la suelta de especies invasoras”, explica.
Por su parte, el Gobierno regional hizo en 2014 “un especial esfuerzo en el control de las poblaciones de especies exóticas invasoras en el medio natural, con una inversión de 58.994 euros para la protección de la fauna autóctona, que está siendo diezmada y desplazada por la reducción de su hábitat y alimento”, apunta Ricardo Riquelme.
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