Pablo Alborán: “Alguien debería dar un puñetazo en la mesa y arreglar el país”
El músico pulveriza todos los récords con tres llenos consecutivos en Las Ventas
De acuerdo, AC/DC llegaron hace un par de semanas desde Australia para llenar dos noches un mastodonte como el Vicente Calderón. De no ser por los rockeros de las antípodas, la madre de todos los conciertos del año en Madrid correría a cargo de un afable chaval malagueño que acaba de cumplir 26 primaveras. Tras la publicación a finales de 2014 de su tercer disco, Terral, Pablo Alborán creó llegado el momento de intentar el asalto a la plaza de toros de Las Ventas, pero sus fans por ahora parecen empeñados en superar siempre las previsiones más optimistas. Al final serán tres noches consecutivas (jueves, viernes y sábado) de llenos en el albero madrileño a cargo de un cantautor romántico que hace solo cuatro años, en febrero de 2011, se conformaba con agotar las 400 localidades de la sala Galileo Galilei. Todo lo acontecido desde entonces en torno a él adquiere dimensiones de récord: más de dos millones de álbumes vendidos, 32 discos de platino, el artista más exitoso en España durante estas cuatro temporadas consecutivas, más de 60 fechas cerradas este año en España, Europa y Latinoamérica… y 55.000 espectadores con entrada para estas tres noches de maratón madrileño.
En vísperas de este acontecimiento multitudinario, el autor de Tanto, Solamente tú o Pasos de cero accede en esta entrevista a reflexionar sobre las dimensiones de su éxito o el engorro que supone a sus años “el exceso de responsabilidad”. Pero también reivindica el interés por la política como “una obligación ciudadana” y admite su identificación “con la ética e independencia” de Manuela Carmena, la casi segura próxima alcaldesa de Madrid.
PREGUNTA. ¿Se reconoce aún en aquel chavalín de 22 años que asomaba a principios de 2011 por los escenarios pequeños de la gran ciudad?
RESPUESTA. En estos cuatro años he aprendido algunas cosas, pero sigo sintiendo los mismos nervios e incertidumbres, la inquietud por comprobar si algo funciona o no. Y eso es fundamental para provocar mi adrenalina y la del público, para transmitir que sigo emocionado. Espero seguir siendo un niño, dentro de lo que cabe.
P. Tres noches en Las Ventas. Ante una cita de estas dimensiones, ¿le asalta algún tipo de temor?
R. Lo peor sería quedarme sin voz. Hace poco, en Almería, estuve bastante enfermo con bronquitis y todo se me bloqueó de repente. Vino un médico a atenderme, pero en mitad del concierto noté que me podía quedar afónico y me entró el canguelo. Acabé flipando con la capacidad de tu propia mente para bloquearte, pero de pura rabia me canté una bulería y todo acabó bien. Tuve tiempo de acordarme de Pastora Soler y de Sabina, de pensar que iba a estar en todos los titulares… Al final di el concierto de mi vida, pero la mente es peligrosísima.
Yo creo que una noche loca siempre puede desencadenar en una velada romántica. Pero primero la noche loca...
P. Usted compone todo lo que canta y dice escribir de manera “compulsiva”. ¿Cómo funciona su control de calidad? ¿De qué depende que una canción acabe en un disco o en el cesto de los papeles?
R. Hay veces que el filtro está un poco jodido e incluso no sé si me estoy emocionando. Al final, una canción cumple su función si te duele cantarla o si te ayuda a superar un amor o un engaño. Que luego funcione o no es una lotería, pero la música es para mí un salvavidas psicológico. Cuando estoy mal, agarro la guitarra y me desahogo, y cuando estoy bien, también necesito pregonarlo.
P. De tanto cantarle al amor o el desamor, ¿teme que se le agoten los argumentos?
R. El amor es inagotable y el romanticismo, también. La forma de ver la vida también puede ser romántica sin necesidad de ser meloso y hablar del cielo, las estrellas y las rosas. Si le canto al amor es porque lo he vivido o lo he sufrido, no como un recurso fácil. No me gustan los moldes, por mucho que la gente me pueda encasillar en la balada.
Mañana quizás llegue otro artista y yo pasaré a segundo plano. No hay problema.
P. Puestos a escoger, ¿le interesa más una noche loca o una escena romántica?
R. Yo creo que una noche loca siempre puede desencadenar en una velada romántica. Pero primero la noche loca, aunque luego seguramente acabe enamorado como un pringao…
P. Parece que sabe de lo que habla…
R. Tampoco se crea: ¡ahora mismo no hay tiempo pa’ ná!
P. Aparte de su talento, ¿a qué atribuye que lleve más de cuatro años como el artista más querido de este país?
R. Ni tengo la clave ni creo que la tenga nunca, pero tampoco la saben las compañías discográficas, los publicistas o los periodistas. Será una mezcla de factores. Yo solo puedo dar fe de mi pasión y entrega. Soy capaz de estar en un estudio sin comer, sin dormir, sin ir al baño, sin beber. Me vuelvo loco, soy hiperactivo en la música, todo me engancha. Si me encuentro un libro de música, me lo leo en una noche. ¿Ha visto Whiplash [la película de Damien Chazelle sobre un batería obsesivo? La descubrí el otro día y me flipó. Así todo. Pero mañana quizás llegue otro artista y yo pasaré a segundo plano. No hay problema.
P. Quizá su música ha sabido transmitir una cierta esperanza y pasión en años particularmente difíciles para muchos miles de personas.
R. Ojalá. Yo, sinceramente, compongo para mí, pero si le soy de ayuda a alguien me produce una emoción enorme. Prefiero que el momento social mejore y a mí me vaya mal. Si esa fuera la balanza, me encantaría equilibrarla.
No me gusta que me consideren un ídolo. No soy perfecto, y además la perfección es un coñazo.
P. ¿Le abruma saberse ídolo y referente para muchos miles de personas?
R. A mí no me gusta que me consideren un ídolo. No soy perfecto, y además la perfección es un coñazo. Mi manera de ser fan con 14 años era ponerme los vinilos de Michael Jackson o Pat Metheny en el tocadiscos de mi padre, pero nunca he hecho cola por un artista, por ejemplo.
P. ¿Ni por Paco de Lucía?
R. Cuando tuve oportunidad de estar con él, me entró tan tremenda vergüenza que no me atreví ni a acercarme. ¡Pero qué carajo le iba a decir yo a Paco! Solo dos meses antes de que se fuera, hablé con él por teléfono, y porque me lo pasaron Alejandro [Sanz] y Javier Limón. Yo estaba blanco de los nervios, pero él me dijo algo maravilloso que se me quedó grabado: “Tu música inspira”. Y claro, yo ahí, me cagué, me partí en dos y me quise morir.
P. Pero siendo, aun a su pesar, un ídolo de muchos, también puede tener miedo a defraudar a los demás…
R. Por supuesto, pero cuanto más perfecto te ven, más imperfecto quieres ser. Este fin de semana pasado toqué en mi casa, en Málaga, la gente llevaba nueve días haciendo cola, el primer concierto fue una locura… Pero al terminar me fui a mi casa y me metí en mi cama, con mi perro, a ver una película. Y al día siguiente, el del segundo concierto, un gin tonic con mis hermanos. ¿Miedo a defraudar? Yo lo doy todo en el escenario, mi nivel de autoexigencia es muy alto, pero abajo soy el tío más normal del mundo.
P. Es decir: también se encabronará alguna vez a lo largo del día. O de la semana…
R. Me encabrono poco. Con el escaso tiempo que tengo, intento no gastar muchas energías… Me como mucho la cabeza y estoy hasta el gorro del exceso de responsabilidad, de que cualquier fallo recaiga sobre mí. Pero cuando me encabrone, no me van a oír. Me encabrono en silencio, me como el problema, intento analizarlo. Soy más de buscar soluciones.
¿Cómo puede decir alguien joven que la política no le interesa?
P. Parafraseando uno de sus versos, ¿entregaría su voz a cambio de una vida entera?
R. No existe el amor que te haga renunciar a lo que más quieres. Si alguien me dijese: “deja de cantar, estoy hasta el gorro de que te pidan fotos, no podemos ir a cenar ni tener vida”, contestaría que eso va con mi trabajo y mi trabajo es mi pasión… Pero, con todo y eso, yo soy de los que lo entrega todo. Me olvido de mí cuando me enamoro.
P. ¿Ha pensado en cómo será el momento en que el éxito le deje de sonreír?
R. Sí, casi a diario. No soy obsesivo, pero es inevitable pensarlo. Todo el mundo apuesta por ti, pero sabes que llegará un día en que las apuestas no funcionen. Yo no soy un sex symbol ni una cara bonita, sino solo un músico. Y la gente no te va a seguir la pista siempre, es imposible. Cuando te olvidan, te olvidan. Por eso hay que seguir tu caminito propio, lerele, y valorar ocasiones como estos tres conciertos consecutivos en Las Ventas.
P. Es decir: le pasará como empieza a pasarle a Rafa Nadal, con quien tanto le han comparado.
R. Es verdad: me siento muy afín a su disciplina, su concepción, el respeto que transmite. Pero él es un genio y un crack, yo no le llego ni a la suela.
P. ¿Ronaldo o Messi?
R. Tampoco le llegaría a la suela a ninguno de los dos. Y en el caso de Messi, después de lo del otro día, ya ni hablemos…
P. ¿Es culé?
R. [Silencio] Digamos que soy del Málaga, vamos a dejarlo ahí. ¡Que tengo muchos amigos en el Madrid! [risas]
P. Después de cinco años en la canción romántica, ¿tiene claro hacia dónde le gustaría encaminarse?
R. Me atrae mucho la idea de producir, y también la de escribir para otros artistas. Me interesan cada vez más las bandas sonoras, los arreglos para orquesta… Todas esas nuevas experiencias enriquecerían mi música. En realidad, me encantaría hacer un disco de flamenco, otro de jazz, otro de música clásica... ¡Un disco de cada! Aunque igual no vendía ni un ejemplar y la gente pensaba que me había vuelto loco...
P. Usted tiene casa en Benalmádena y en Madrid. En Málaga seguirá gobernando el PP. ¿Siente curiosidad por cómo pueda cambiar la capital con la llegada de Ahora Madrid?
R. Por supuesto. Curiosidad, no: ser consciente de lo que está sucediendo en tu país es una obligación ciudadana. ¿Cómo puede decir alguien joven que la política no le interesa? Puedes pensar que los políticos están todo el día echándose la basura los unos a otros, pero tienes que interesarte. Nosotros somos el futuro, hemos de saber qué está sucediendo. No me siento identificado con ningún partido, pero sí con la ética y la independencia que transmite Manuela Carmena. No sé qué va a suceder en los próximos meses, hay una incertidumbre bestial y, por más que leo los periódicos y veo todos los debates de La Sexta o Tele 5, no hay manera de sacar una conclusión. Pero necesitamos que alguien dé un puñetazo en la mesa y arregle esto. Hay que arreglarlo. Porque el ciudadano lo está pasando mal. Muy, muy mal.
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