Retahíla de improperios

Que los dos componentes de Sleaford Mods se dejaran retratar para la portada de su celebrado Divide and Exit podría parecer autocomplaciente, pero quizá solo quisieran certificar su rictus desabrido. Jason Williamson y Andrew Fearn no asomaron el viernes su cara por la abarrotadísima sala El Sol hasta las 23.29, y durante 56 expeditivos minutos se dedicaron a escupir docenas de fucks y shits,frotarse la cabeza con furia de tiñoso, expeler su sudor a los espectadores y blandir el micrófono como en un mitin.

Precisemos, todo eso lo hizo Williamson. Fearn asume una misión más sosegada: disparar las bases con su portátil, meterse la mano derecha en el bolsillo y colocar la izquierda junto a la entrepierna, con el botellín de cerveza de símbolo fálico. Ya, ya sabemos que se trata de una metáfora de la alienación moderna y no de una tomadura de pelo.

Williamson recita, brama o rapea con gesto desorbitado y acento indescifrable. La experiencia resulta estimulante por perturbadora. Los Sleaford son un grupo incómodo y feísta de recursos parcos: el ordenador sobre la caja de cerveza parece una escenografía okupa. Se necesitarían 15 años de doctorado en los arrabales de Nottingham para descifrar la retahíla de improperios desde la primera escucha. Pero trasciende el cabreo, el hartazgo, el sarcasmo, la bilis.

Las ráfagas de bajos martilleantes, tan elementales como molones, exaltaron los ánimos y la profusión de espontáneos que se lanzaban sobre el público. Pero torcer el morro es un gesto que debe dosificarse. Sleaford Mods ejerce de necesario grano en el culo, pero necesitamos más munición musical, y no solo ideológica, para que no acaben siendo barridos por alguna aséptica cirugía.