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Crónica
Texto informativo con interpretación

El ser y saber estar del Lluçanès

Definir el modelo de territorio es prioritario para alcanzar con éxito la condición de comarca

Ramon Besa
Una decena de vacas enmarcan el paisaje de Perafita.
Una decena de vacas enmarcan el paisaje de Perafita.CARLES RIBAS

A juzgar por el ir y venir de jóvenes y mayores, el cordón umbilical de la gente de Sant Feliu Sasserra está en Manresa. No es ningún secreto que muchos negocios acordados en Santa Maria de Merlès se certifican en Berga. Y en 2006 ya quedó constancia en las urnas que Sant Bartomeu del Grau se siente más próximo a Vic que a Prats. No hay duda en cambio de que El Serrat de les Forques, y el árbol en el que ahorcaron a la bruja Napa, es un escenario más propio del Lluçanès que del Bages. El margen derecho de la riera de Merlès y especialmente El Gorg de Les Heures, tiene poco que ver con el Berguedà y por contra define bien al Lluçanès. El mirador del Roc Llarg parece el punto y final del Lluçanès y no el inicio de Osona. Y hasta se pueden discutir los límites de Sora con Osona y el Ripollés siempre que no se olviden los del Lluçanès.

Nadie cuestiona que el Lluçanès sea una comarca natural, un altiplano accidentado desde el que se divisa el Pedraforca, el Pirineo y Montserrat, territorio de campos que se meten como cuñas en los bosques de robles y pinos; de carreteras aún retorcidas; de masías llenas y vacías; de granjas limpias y sucias; de torrentes y fuentes; de ermitas, molinos y castillos; y de pueblos pequeños que se han visto divididos gratuitamente en beneficio de comarcas vecinas hasta quitarles una unidad que la historia, la geografía y las relaciones humanas habían creado desde el siglo X y subrayado cuando Sant Feliu fue nombrada capital de la sotsvegueria del Lluçanès en 1611.

Aunque irregular, el Lluçanès es una plataforma tan marcada que nunca será el culo de Osona, del Ripollés, del Berguedà ni del Bages, sino que se trata de una realidad de toda la vida: tierra quemada por la Guerra de Succesión; terreno sacudido por Francesc Setvalls y el tiro en la nuca al brigadier Cabrinetti en Alpens; caminos de transhumancia dibujados por el bandolero Perot Rocaguinarda, cuyo rastro sigue en El Cingle dels tres Còdols; lugares de culto como la cripta Preromànica d'Orista, el puente románico de Sant Martí d'Albars, el monasterio de Lluçà, Els Munts, Santa Margarida de Perafita, el Roure de la Senyora en Sant Boi o la Pedra Deta; sitios en que se veneran los oficios más nobles como el de panadero o herrero (La Forja d'Alpens).

Definir el modelo de territorio es prioritario para alcanzar con éxito la condición de comarca

No se puede negar al Lluçanès por más que haya sido descuartizado administrativamente, judicialmente, eclesiásticamente y políticamente, desgarrado en mil pedazos, víctima de su carácter quieto, sufrido, cansado, reducido a una postal por la luminosidad del sol, el color de sus cultivos y la peculiaridad de su niebla, la Lluçanesa, que nada tiene que ver con la de la dichosa señora Plana de Vic. No ha habido más vertebración del territorio últimamente que la empresarial, antes alrededor de Hilados y Tejidos Puigneró y ahora de la aristocarnia, como definió Miquel Macià a los señores de la carne, los que han hecho fortuna con los cerdos y ahora se han convertido en grupos industriales del sector agroalimentario como Casa Terradellas.

Puigneró siempre puso un plato en la mesa para el niño que prefería empujar una carretilla a leer un libro, para la moza casadera que igual tejía que limpiaba, para la madre que de noche o madrugada no dormía sino que ayudaba a completar el sueldo que no ganaba el marido, mitad payés, mitad jornalero, peleado con el campo y con la fábrica. Mano de obra barata susceptible de ser sustituida siempre por una obra de mano todavía más barata hasta que acaba en un país más barato. Puigneró ayudó a combatir la crisis agrícola hasta que llegó la crisis textil y la máquina de dar trabajo dejó de ser un telar para convertirse en trituradora, tiempo para la expansión de la carne y la mierda, de las longanizas y los purines, de las casas rurales y de las granjas, tan opuestas como seguramente necesarias, difícil de encontrar el equilibrio.

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El riesgo es que el Lluçanès se convierta en el estercolero de la Plana de Vic. A Puigneró le metieron en la cárcel por delito ecológico cuando los tintes de sus telas contaminaron Els Sorreigs, denunciado por el Grup de Defensa del Ter. El mismo colectivo ha detectado que el 50,3% de las fuentes de Osona (151) están contaminadas por exceso de nitratos, cosa nada extraña si se tiene en cuenta que al industrial Josep Ramisa solo le multaron hace un mes con 1.800 euros por verter entre 450.000 y 750.000 litros de purines de la granja del Soler d'Oristà al torrente del Magre, afluente de la Gavarresa. Tirar la mierda sale más barato que tratarla después del cierre de las dos plantas de purines de la comarca —el excedente teórico superaría el 50%- y de la complicidad de los propietarios de las macrogranjas con la Administración.

Mejoran las condiciones y las carreteras y aumenta la cabaña de cerdos en el Lluçanès. Terragrisa, del Grupo Terradellas, ha construido siete naves (8.000 m2) y pedido permiso para dos más (1.500 m2) en Els Serrarols, finca de Sant Martí d'Albars en la que antes pastaban las ovejas y ahora parirán más de 2.000 cerdas. El impacto ambiental es mayúsculo por los purines y porque la nueva industria provocará el trasvase de un bien tan escaso como el agua desde los pozos de Vilaseca de Sant Bartomeu. Plataformas como Lluçanès Viu piden medidas igual que en su día se exigieron controles por las consecuencias para la salud que provocaba la planta de compostaje, gestora de residuos, instalada en Santa Creu de Jutglars.

Hay poca faena y un miedo cerval a perder la que queda, propio de la industria agroalimentaria, próxima y puñetera, también amenazada: “Si los xinesos fan fuet hi haurà un daltabaix", ha anunciado Gonzalo Plata, secretario general de CCOO en Osona a El 9 Nou. La ganadería intensiva se impone a las explotaciones familiares; allá donde había una hectárea de trigo, ahora engordan los cerdos. La tierra ya no produce sino que traga. El dinero rápido y fácil obliga a actuación coordinada para salvaguardar el Lluçanès.

El reconocimiento como comarca, que será sometido a consulta el 26 de julio en 13 municipios, puede ayudar a encontrar una solución que pasa por poder tomar las decisiones que ahora están en manos de territorios vecinos con intereses diferentes por más estimable que sea la actividad del Consorci del Lluçanès y la capacidad aglutinadora del Institut Castell del Quer de Prats. Ya no es solo una cuestión de mejorar y mancomunar servicios y aumentar los recursos sino que se precisa de una acción política liderada por los alcaldes para definir el modelo de territorio a fin de dejar de ser una subcomarca de Osona.

No es fácil conjugar la Granja de Serrarols con las pequeñas empresas agroalimentarias y mucho menos con iniciativas como La Ruta del Pa de Forment, els Territoris Serens, els Boscos de Pastura o la Carta del Paisatge. A buen seguro que se precisará de mucha pedagogía a partir de publicaciones cohesionadoras como La Rella para convencer a la gente de que la condición de comarca no supondrá doblar la administración y un sobrecoste aunque no estén claros los criterios de la consulta del 26J. La coyuntura exige tomar partido de una vez para que 250.000 cerdos no coman mejor que los 8.000 habitantes del Lluçanès repartidos en poblaciones extremas como Sant Feliu, Sant Bartomeu, Merlés o Sora. El Lluçanès no es solo una exquisita fonda en un paraje estupendo sino que aspira a ser una comarca que apatece tanto visitar como estar porque se puede vivir.

Sobre la firma

Ramon Besa
Redactor jefe de deportes en Barcelona. Licenciado en periodismo, doctor honoris causa por la Universitat de Vic y profesor de Blanquerna. Colaborador de la Cadena Ser y de Catalunya Ràdio. Anteriormente trabajó en El 9 Nou y el diari Avui. Medalla de bronce al mérito deportivo junto con José Sámano en 2013. Premio Vázquez Montalbán.

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