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Crónica
Texto informativo con interpretación

Las palabras son ideología

Entre avalanchas de neolenguaje y estallidos de silencio se pasa la mañana en el Parlament, hablando de lo de siempre

David Fernández de la CUP se marcha del Parlament.
David Fernández de la CUP se marcha del Parlament.La CUP

Se ha ido el grupo mixto y el pleno ha seguido como si nada. La sesión empezó igual que siempre, quizá con un poco más de ese humor amarillo, gordo y redondo, es decir de tortilla de patatas, que es tan del gusto del grupo popular. Fue casi al principio, en el turno de preguntas al Govern. El diputado popular Jordi Roca Mas (que lleva en su nombre la historia completa de Convergència) se quejó de que no hubiese consellers de Tarragona, se interesó por los transportes sanitarios y preguntó si “cuando viene el rey de España a Tarragona y no sale en TV3, ¿es por manía al rey de España o por manía a Tarragona?”. Hay que reconocer que ni Tarragona, ni Segovia, ni ninguna otra ciudad con piedras ha vuelto a salir tanto en la tele como en los tiempos de “minutos musicales”, que era lo que se ponía antiguamente cuando fallaba la emisión. Pero eran otros tiempos, otro régimen y otra televisión. También tuvo gracia la respuesta de la vicepresidenta Joana Ortega, que le soltó al diputado: usted ha venido a hacer una crítica y no a buscar una respuesta, y aun así le contestamos.

La verdad es que hoy ha quedado muy claro que al Parlament no se va para ser crítico, y por eso los únicos que estaban dispuestos a serlo (3 de entre 135 diputados) han preferido irse bajando las escaleras del hemiciclo ante la indiferencia del resto. Ocurrió cuando el diputado de la Candidatura de Unitat Popular, y presidente de la comisión contra la corrupción, David Fernández, acusó al Parlament y a la Generalitat de ir “por la vía represiva y autoritaria” al mostrarse conformes con la sentencia del Tribunal Supremo que este martes condenó con tres años de cárcel a ocho manifestantes. Los procesados habían sido detenidos por participar en la acción “Aturem el Parlament. No deixarem que aprovin retallades”, que tuvo lugar durante las movilizaciones del 15M. Quedaron absueltos por la Audiencia Nacional, pero ahora el Supremo lo ha considerado un error de la Audiencia. Ni un solo gesto de solidaridad o comprensión en el Parlament al irse el grupo mixto. Ninguna otra muestra de preocupación por este asunto a lo largo de toda la sesión de preguntas al Govern y al President. Los tres diputados se habían puesto en pie mientras el conseller de Interior, Ramon Espadaler, explicaba que el Govern acataba la sentencia del Supremo, y que personalmente él se sentía más próximo de ésta que de la que expresó en su día la Audiencia. Cuando acabó de hablar, los diputados Isabel Vallet, Quim Arrufat y David Fernández desfilaron entre las bancadas hacia la salida. Nadie pareció inmutarse, a nadie pareció interesarle el asunto. ¿Vale más la chaqueta de un representante del pueblo que la libertad de ocho ciudadanos? Depende desde donde se vea la vida, si desde el polvo de la calle o desde la altura de un helicóptero.

Con la intervención de Espadaler concluyó el turno de preguntas al Govern y empezaron las preguntas al president Mas como si nada importante hubiera ocurrido allí. Parecía el Parlament una máquina que funciona por sí misma y para sí misma sin ninguna otra finalidad que autoalimentarse. Ningún grupo político se molestó en incomodar al President, en preguntarle por la condena del Supremo, en comprometerle, en obligarle a mojarse. Nadie quiso sacar ese enojoso tema del que todo el mundo en mayor o menor medida era responsable. Ni siquiera los diputados de la CUP, pues no estaban, ya que habían preferido protestar ante el conseller de Interior en vez de hacerlo ante el President. Quedaba así impoluto Artur Mas de cara a la galería. Ni siquiera el líder ecosocialista Joan Herrera, que lamentó la sentencia de pasada y, cumplido el expediente, preguntó por la matriculación en las escuelas. Artur Mas le dijo que como entendía que sobre la sentencia no le había preguntado, que simplemente aprovechaba el tiempo para hacer una valoración, le parecía que no estaba obligado a responderle sobre eso. Así fue, porque en su turno de réplica Herrera pasó de plantear esta vez explícitamente la pregunta, vamos, ni volvió siquiera a insinuar el caso. Trascurrió el resto de la sesión con los temas de siempre. Hablando de cualquier cosa menos de la condena, de lo que había ocurrido apenas 24 horas antes. En esto el Parlament es como el diccionario de la RAE, que recoge las palabras cuando está seguro de que ya nadie las dice. ERC quiso saber si el proceso sigue adelante (pero no el de los manifestantes sino el suyo). Mas le contestó a la republicana Marta Rovira: “¿A que usted no tiene ninguna duda?” y en las filas populares corearon: “¡que se besen, que se besen!”. El PSC preguntó sobre el yihadismo, pero Artur Mas le dijo a Miquel Iceta que de eso no se hablaba en público por razones de eficacia, y no le contestó, e Iceta vio que era bueno y se calló. Alicia Sánchez-Camacho dijo lo de siempre con las palabras de siempre. Pero, un momento: ¿qué son las palabras?

Las palabras son ideología. Por ejemplo, lo han sido durante la intervención de la diputada convergente Meritxell Roigé al preguntarle al conseller de Territorio y Sostenibilidad, Santi Vila, sobre las medidas previstas por el Govern para “proteger a las personas en situación de vulnerabilidad residencial”. Cada palabra de la frase está explicando a gritos la política social de la derecha. ¿Quién es vulnerable? El que puede ser dañado o herido. Es decir, los más débiles; como siempre, los más pobres. Pero ricos y pobres es un concepto de lucha de clases, y vulnerable es un concepto darwinista, de lucha por la vida. A los pobres se les echa de sus pisos, de sus viviendas, no de sus residencias, porque las residencias son de ricos. Las zonas de pobreza y las zonas residenciales son mundos antagónicos. ¿Tiene, finalmente, un parlamento que proteger a las personas vulnerables? Para algunos, es la Iglesia la que protege como el pastor protege a su rebaño; el político tiene que defenderlas y la política tiene que ayudarlas. No es lo mismo proteger a las personas en situación de vulnerabilidad residencial que defender a los pobres sin casa.

Y entre avalanchas de neolenguaje y estallidos de silencio se ha pasado la mañana en el Parlament, hablando de lo de siempre, fabricando ideología.

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