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Espectáculo de El Soro en su vuelta a Valencia

Corrida de escasos argumentos de Juan Pedro Domecq en la Feria de Fallas

El diestro valenciano Vicente Ruiz, 'El Soro', coloca un par de banderillas a una mano a 'Atracador', de la ganadería de Juan Pedro Domecq.
El diestro valenciano Vicente Ruiz, 'El Soro', coloca un par de banderillas a una mano a 'Atracador', de la ganadería de Juan Pedro Domecq.MANUEL BRUQUE (EFE)

Dos horas y 55 minutos de espectáculo. Largo espectáculo que empezó con retraso por un atasco que pilló Manzanares camino de la plaza. Ovaciones para todos antes de empezar, durante y después del parto. Para El Soro porque volvía a Valencia tras 21 años de ausencia y más de 30 operaciones en su maltrecha rodilla izquierda. Para Ponce, que cumplía el XXV aniversario de su alternativa. Y para Manzanares, vestido de riguroso luto –negro y azabache-, en recuerdo de su señor padre. Y la plaza a rebosar. Pero la tarde, de sueños e ilusiones, murió de realidades. Sobre todo por la realidad de una corrida de Juan Pedro Domecq, justa de presencia y de todo lo demás que se le pide a un toro de lidia. Empezando por las fuerzas, que en general fueron escasas; después por su docilidad o nobleza cansina y excesivamente almibarada y, en fin, por su falta de casta. De los seis, los dos jaboneros, tanto el sobrero como el quinto, murieron de pie. Apenas se sostuvieron y dieron más lástima que miedo. El toro que abrió la corrida, muy noble, tuvo su dosis de calidad, mientras que segundo y sexto nunca terminaron de entregarse. Y el cuarto, sin ser gran cosa, ni para mal ni para bien, pareció manejable.

DOMECQ / SORO, PONCE, MANZANARES

Toros de Juan Pedro Domecq, el tercero, sobrero. Justos de presentación y fuerzas. Nobles y de escasa casta.

El Soro. Media que hace guardia y entera caída (oreja); pinchazo hondo y tres descabellos (dos vueltas)

Enrique Ponce. Casi entera baja –aviso- (oreja); estocada caída (saludos).

José María Manzanares. Pinchazo –aviso- tres pinchazos más y estocada (silencio); entera que asoma y descabello (palmas).

Plaza de Valencia, 16 de marzo. 4º de Fallas. Lleno. El Soro fue asistido en la enfermería de una fuerte y dolorosa contusión lumbar, pendiente de examen radiológico.

Con todo ello y ante todo ello, El Soro cumplió con la voluntad de un mérito que no se le puede negar, pero con limitaciones también evidentes. Banderilleó a sus dos toros, al cuarto en compañía de José Manuel Montoliú, y los cinco pares que puso los colgó en lo alto. Al molinillo, de dentro afuera, al violín, sin el físico de antaño pero en la versión popular más sorista conocida. Al primero lo manejó bien con la capa y tras los pases de tanteo, corrió hacia la barrera y le entregaron una senyera de considerables medidas que clavó en el centro del ruedo. Formaba parte del espectáculo, seguramente. Del show. Después salvó la papeleta con dignidad y hasta una serie de naturales le salieron templados y largos. Se puso cerca de los pitones, se atrevió a hacerle el péndulo al noble toro y la plaza se volcó enloquecida con él.

Al cuarto lo recibió a porta-gayola y sentado en una silla. Cuando el toro llegó a su altura, se levantó y pegó una larga de ¡a ver qué pasa! Levantó otro clamor en banderillas y la gente coreó todos a una ¡Soro! ¡Soro! Otra ovación –la enésima de la tarde-, cuando brindó a sus compañeros de terna. Con la muleta tomó sus precauciones e hizo lo que pudo hacer. Al entrar a matar, el toro le tropezó, lo derribó y arrolló. Utilizó el verduguillo para finiquitar la cosa y se volvió a desatar la locura. Dio dos vueltas al ruedo, de nuevo al grito unánime de ¡Soro! ¡Soro! Y pasó a la enfermería, donde le apreciaron una fuerte y dolorosa contusión en la región lumbar cuyo pronóstico definitivo estaba a expensas de examen radiológico. Corolario: sueño cumplido, realidad evidente. ¿Un milagro lo de esta tarde? Puede, pero los milagros no son cosa de cada día.

Vicente Ruiz, El Soro, en un momento de su faena.
Vicente Ruiz, El Soro, en un momento de su faena.MANUEL BRUQUE (EFE)

Ponce templó al segundo de la tarde, pero siempre dio la impresión de tener poco enemigo delante. Se movió ese toro, no acabó de entregarse y hasta se puso escarbador. Bien avanzada la faena, logró Ponce una serie de tres naturales largos y de bello dibujo. Con tan poco toro delante, la faena no terminó de romper. El jabonero quinto embistió al paso y siempre esforzado. Ponce lo pasó a media altura, un desarme rompió el ritmo, y cuando lo recuperó el toro estaba ya más muerto que vivo. Siempre insistente, Ponce sonsacó lo que pudo a fuerza de no molestar.

A Manzanares también se le murió de pie el tercero, otro jabonero sustituto de un titular cojo de cuartos traseros. Compostura en Manzanares, cercanías finales, pero sin toro poco había que rascar. El sexto lo brindó Manzanares a Enrique Ponce y Pepín Liria, que presenciaba el espectáculo desde el callejón. Dócil el toro, se dejó llevar por un Manzanares muy académico en una faena que tuvo pausas largas y acabó con el toro venido totalmente a menos.

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