‘Siegfried’ vuelve al Liceo
Cotizadas voces wagnerianas protagonizan la nueva entrega del Anillo wagneriano dirigido por Josep Pons que se estrena este miércoles
"Quiero un sonido más ligero, más transparente, como si fuera música de cámara, así lo pide Wagner". Lo dice Josep Pons mientras dirige un delicado pasaje del segundo acto de Siegfried, tercera entrega de El anillo del Nibelungo, que este miércoles prosigue su andadura en el Liceo en el inteligente e inquietante montaje dirigido escénicamente por Robert Carsen. En un ambiente de trabajo relajado, los músicos de la orquesta de coliseo lírico barcelonés siguen las indicaciones de su director musical en el último ensayo de orquesta. Pons pide matices y subraya los detalles de la prodigiosa escritura wagneriana. "Es curioso pero en Siegfried lo que más pide Wagner a la orquesta son matices en piano y mezzoforte, y lo difícil es precisamente mantener siempre el equilibrio para que pueda sonar lo que está escrito en la partitura".
El director musical del Liceo se deshace en elogios al hablar de los dos repartos que se alternarán en las siete funciones programadas hasta el próximo 23 de marzo. Los tenores Lance Ryan y Stefan Vinke (Siegfried), Peter Bronder y Gerard Siegel (Mime), las sopranos Iréne Theorin y Catherine Foster (Brünnhilde), los bajo-barítonos Albert Dohmen y Greer Grimsley (El Viadante), los barítonos Jochen Schmeckenberger y Oleg Bryak (Alberich) y las contraltos Ewa Podles y Maria Radner (Erda) encabezan los respectivos repartos.
"Es que estamos hablando de las voces que actualmente interpretan estos papeles en el Festival de Bayreuth y en los montajes de los grandes teatros de todo el mundo", sostiene Pons con orgullo. "El teatro hace un esfuerzo para traer a las mejores voces posibles y en el caso del Anillo se ha logrado formar un equipo de primera fila".
Si cada una de las óperas que integran la Tetralogía wagneriana, fuera una sinfonía, Siegfried tendría el carácter del tercer movimiento, el Scherzo. Lo recuerda Pons, absolutamente inmerso en ese titánico y monumental ciclo que supone un desafío para las voces, para la orquesta y para el director. Verlo en pleno ensayo es revelador; hay mucha ilusión y responsabilidad ante el empeño y los músicos trabajan con ganas. "Mejorar el nivel de una orquesta exige tiempo, a todos, a los músicos y al director, pero sinceramente creo que estamos en el buen camino", afirma Pons.
Las coordenadas estéticas del montaje de Robert Carsen, procedente de la Ópera de Colonia, del que ya se han visto en el Liceo el prólogo, El oro del Rin, y la primera jornada, La valquíria, en la temporada pasada, son claras: una escenografía decadente, simple, reflejo visual de un mundo contaminado donde Siegfried, el nuevo héroe destinado a recuperar el anillo que codician Wotan y Alberich para dominar su mundo, vive en una caravana.
"Recuerda la estética de la película Blade Runner", apunta Pons, pero Robert Carsen, que es un magnífico director de actores, "no busca el espectáculo de la acción sino el teatro de reflexión para mostrar el interior de los personajes; el joven Siegfried en busca de su identidad, el aprendizaje del amor y el miedo, el descubrimiento de la pasión por una Brünnhilde que ha dejado de ser una valquiria guerrera para convertirse en una mujer mortal y sensual".
Uno de los momentos orquestales más sutiles de la partitura es precisamente el despertar de Brünnhilde; la orquesta comienza a tocarlo demasiado fuerte y Pons pide al momento un cambio de concepto a los músicos. "Hay que buscar un sonido más ligero, darle menos peso, Brünnhilde despierta de un largo sueño y todo debe sonar con magia". Vuelven a tocar el pasaje y el sonido orquestal es ahora más delicado y flexible. Después, en el foso, hay que equilibrar las fuerzas para acompañar a los voces sin ahogarlas. "Si todo sale como en este ensayo, no habrá problemas con las voces, porque todo está bien escrito en la partitura. Eso sí, hay que observar las indicaciones de Wagner para lograrlo", dice Pons.
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