Los vicios sustituyen a los valores en el Miniestadi
En la cantera del Barcelona hoy domina un ambiente viciado por niños malcriados por culpa del club
Hay malestar en el Miniestadi y tampoco funciona suficiente bien la Ciutat Esportiva, sobre todo si hacemos caso de las clasificaciones del fútbol base, cosa que no siempre es indicativa de la salud de un club de fútbol, tampoco en el caso del Barça. No me acaba de convencer el nuevo organigrama, y tengo poca confianza en una comisión técnica que me recuerda a los viejos tiempos, más que nada por la mezcla de directivos y de asesores, como si la institución se hubiera parado, o envejecido, después de un tiempo de modernidad.
No me cuesta nada imaginar a Rexach en una cena hablando de su relación con Cruyff y de las pizzas de Messi, de su vida en el Barça más que del Barça. No lo veo, en cambio, colgado del ordenador ni del campo, interesado por la evolución del fútbol y de los jugadores, del mismo modo que me sorprendería que el álbum de cromos y la lista de contactos de Braida estuvieran más actualizados que los de la mayoría de directores deportivos, sin querer hacer ninguna comparación con Zubizarreta. Ahora no viene al caso.
Lo digo sobre todo por la destitución de Eusebio como entrenador del Barça B. La autoridad y la credibilidad de los que tomaron la decisión ya es más que discutible, pero lo más preocupante es lo que supone y, sobre todo, el mensaje que se da a los jóvenes de La Masia. Echar el técnico quiere decir que, de alguna forma, se da la razón a los futbolistas, que no paraban de hacerle la puñeta, convencidos de que si no ganaban no era por culpa suya, sino porque el entrenador no era competente.
Los jóvenes tienen tanta prisa por ser profesionales que a la larga querrán llegar al Camp Nou sin pasar por el Miniestadi. Incluso se diría que, ahora mismo, después de debutar ya están hartos del filial, como si solo estuvieran de paso o ni existiera el Barça B, nada de competir, seguros de que en un santiamén jugarán en Primera o en el Barça. Lo abona la política de contratación del club y también su estatus de privilegiados, jóvenes que lo tienen todo, exigentes con los otros, no con ellos mismos.
La directiva ha olvidado que están en una etapa de formación cuando ha despedido a Eusebio; también después, con la presentación de Jordi Vinyals como sustituto, y más tarde con el sermón del director del fútbol base, Jordi Roura. El discurso de presentación de Vinyals sonó a los que hacían los entrenadores más antiguos, que hablaban de sacar el látigo y aplicar manu militari, y peor fue la comparecencia de Roura, cuando dijo que si el equipo bajaba a Segunda B no dejaría salir a ningún jugador del filial.
Son las mismas amenazas que se usan en los equipos más veteranos, y muy especialmente los que penan en Segunda, nada que ver con la que había sido hasta ahora la política del fútbol base del Barcelona. No parece la mejor manera de educar a los chicos. Y si el club había llegado a la conclusión de que la etapa de Eusebio se había agotado, había otras maneras de intentar reconducir la situación, y una era precisamente la misma que ahora ha utilizado el club: tendría que haber defendido a Eusebio como por ejemplo protege a Vinyals.
Roura, Zubizarreta, o la persona que hubiera decidido la junta tendría que haber ido al Miniestadi y avisar a los jugadores de que no echarían el entrenador por más que le hicieran la cama, de forma que les tocaba espabilarse, dejarse de cuentos. O sea, que los directivos han llegado tarde, y el mal ya está hecho: la señal que han recibido los futbolistas del filial y, por extensión los del juvenil, cadetes, infantiles y benjamines, es que la continuidad de su entrenador, como pasa con el del Camp Nou, depende de los resultados y de su autoridad.
Yo pensaba que a un entrenador del B se le pedían otras cosas, instrucción y maestría, y que en un vestuario joven se tenía que evitar que los futbolistas asumieran el poder y se lo creyeran. Hoy en día no se sabe quién tiene que aprender de quién, después de que el retorno de los que debutaron en el primer equipo no haya sido exitoso. Al equipo le falta personalidad y le sobra tontería, tal vez porque el daño ya está hecho y no se sabe cómo se tiene que arreglar. No solo se trata de no bajar, que también, sino de jugar al fútbol.
Ya se sabe que cada vez es más difícil formar jugadores y competir con clubes como por ejemplo el Arsenal o el Madrid, que prefieren fichar a los futbolistas cuando ya tienen 16 años. Llegará un momento en que, si la mercantilización se acentúa, la tarea de plantel se considerará inútil o los jóvenes solo servirán para mercadear, si no acontecen suplentes de lujo del primer equipo. La sanción de la FIFA ha hecho mucho daño al Barça, pero sus propias decisiones han agravado todavía más la precariedad de La Masía.
En el Miniestadi se echan los trastos a la cabeza y el Barça B no sale de la cola de la clasificación. Más que valores, hoy domina un ambiente viciado por niños malcriados por culpa del club.
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