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Katy Perry apabulla pero no llena

El Sant Jordi acoge el primer concierto europeo de la reina de la desmesura

Katy Perry, anoche en el Palau Sant Jordi de Barcelona
Katy Perry, anoche en el Palau Sant Jordi de BarcelonaEFE

Si aceptamos que la desmesura escénica es, hoy por hoy, la que manda en el mundo del espectáculo musical, Katy Perry es la reina indiscutible. Si quedaba alguna duda, su concierto de anoche en Barcelona serviría para despejarlas todas. Ya antes de aparecer en el escenario todo el San Jordi se había llenado de fogonazos de colores danzantes, géiseres de humo y guerreros fluorescentes; así cuando la diva californiana apareció, fluorescente también ella, dentro de un gran prisma móvil de luces cambiantes casi pareció lo más natural del mundo. Atronaba el ritmo de su éxito Roar, empezar fuerte es otra norma del show-bizactual y la Perry empezó ya apabullando, en realidad no dejó de hacerlo en ningún momento.

Todo cabe en la imaginación desbordada de la cantante

Un espectacular escenario en punta de lanza del que podía surgir cualquier cosa, por increíble que pudiera parecer, se adentraba en una platea a medio llenar. Falló el público barcelonés para completar el elemento escénico que un montaje como este necesitaba. A pesar del supuesto tirón de Katy Perry, de su comentado (y millones de veces visto en youtube) paso por el entreacto de la última Super Bowl, que conmocionó a propios y extraños, y de ser el primer concierto de su gira europea, el Sant Jordi no se llenó, toda la parte superior y un tercio de la pista quedaron vacíos sin esa presión que un montaje así necesitaba. A pesar de ello el entusiasmo estalló una vez tras otra tanto con el ritmo de las canciones, todas conocidas y coreadas por los asistentes, brazos en alto, móviles encendidos, como con unas coreografías y escenografías totalmente fuera de lo corriente.

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A los cuatro primeros temas de corte retrofuturista procedentes de su último disco Prism, con profusión de luces cegadoras, humo llenándolo todo, destellos de colores y bailes buscando la cercanía de las primeras filas de público, siguió la parcela egipcia. La Perry apareció sobre la enorme figura de un caballo rodeada de bailarines ataviados a lo egipcio de ciencia-ficción, el polideportivo se llenó de estrellas de colores y se entró de lleno en un espectáculo que envidiaría el mismo Cirque du Soleil con trapecistas, momias culonas y la propia cantante girando colgada en el aire sin dejar de cantar para acabar desapareciendo tragada por el suelo movedizo del escenario al ritmo de otro de su grandes éxitos, I kissed a girl, entre cañonazos de fuego y solos de guitarra de talante heavy.

Y todavía no estaba todo visto porque el espectáculo, presentado como Prismatic Tour, consta de seis cuadros bien diferenciados pero empalmados a golpe de ritmo para no dejar el mínimo resquicio, aquí no queda tiempo para respirar o asimilar nada de lo visto, todo va a la velocidad máxima y los toques de modernidad se mezclan sin pudor con el kitsch más discutible.

Todo sirve, todo cabe en la imaginación desbordada de la cantante.

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