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LOS COMANDANTES DEL PROCESO / 8

El teólogo de la independencia

Oriol Junqueras, presidente de Esquerra Republicana, ve la secesión como una urgencia, porque “está cansado de aguantar tantos siglos”

Oriol Junqueras, presidente de ERC.
Oriol Junqueras, presidente de ERC.Albert Garcia

Oriol Junqueras cayó del cielo para salvar a ERC del infierno electoral y para rescatar al discurso soberanista del limbo de los justos. Hasta ahora se ha demostrado un político de éxito electoral. Socio de CDC para ganar la independencia y rival de Artur Mas para liderar la larga marcha, ha cosechado algunos disgustos por su inexperiencia en el regate corto de la política. No consiguió una pregunta simple para la consulta non nata, ni tampoco sustituir el proceso participativo del 9-N por unas plebiscitarias, pero sorteó la desgracia al estilo Tarradellas. “Nunca habíamos estado tan contentos como ahora porqué nunca habíamos llegado tan lejos, ni tantos, ni tan juntos, nunca nos habíamos ayudado tanto entre todos”; dicho esto, anunció un plan de ruta totalmente diferente del propuesto por el presidente de la Generalitat una semana antes.

El presidente de ERC es un admirador de Descartes, de su duda metódica y del racionalismo francés. Adora sus dudas, por ser fuente de conocimiento. Ha buscado la certeza de la fe, sin demasiada suerte, según ha confesado. “Yo no soy un cristiano que hace política, soy un político que, además, es cristiano”. Su cristianismo deriva de su creencia en los valores universales, compartidos por las grandes culturas del mundo, aunque con nombres diferentes. “La revolución francesa los llamó libertad, igualdad y fraternidad; el cristianismo, libre arbitrio, igualdad de todos los hijos de Dios y la caritas, entendida como sinónimo del amor. Eso es lo que me mueve cuando hago de padre de familia, de alcalde o de diputado”.

Historiador de formación italiana, ha podido bucear en los archivos secretos del Vaticano. La única lección que puede compartir de esta experiencia es que “la verdad es imprescindible, no se puede construir nada duradero sobre la mentira”. Su lenguaje es poco habitual en la política. “Mi objetivo no es ganar, si no hacer el bien, si para hacer el bien debo ganar, ganaré”; sabe que sorprende hablando así: “Sí, ya sé que muchos no me creen, pero es verdad: estoy convencido de que se puede hacer política y construir amor a nuestro alrededor. Mis principios son más importantes para mí que la política”. Junqueras descubrió el fundamento de la vida social en la Imitiatio Christis de Tomás de Kempis y su guía para traducir el pensamiento en acción es la de la teología de la liberación. “Me siento heredero de este movimiento y de sus referentes, Joan Sobrino, Leonardo Boff, las gentes de la Universidad Centroamericana”.

En su familia no se había militado nunca en política, aunque coincidían gentes partidarias del carlismo, del republicanismo y de la CNT. “Cuando la gente simultaneaba las tres grandes tradiciones catalanas, la católica, la republicana y la obrerista, el país tuvo fuerzas para hacer grandes cambios. Ahora nos puede parecer incompatible, porqué pretendemos simplificar la realidad para que se parezca a lo que queremos que sea”. Tal vez para enfrentar esta complejidad, su autodefinición política no se circunscribe a una sola ideología, sino a un compendio del pensamiento político moderno: políticamente liberal “como casi todos en el Parlament”, socialdemócrata en materia económica “como toda la Europa occidental” y de vocación social “como el Santo Padre o los comunistas”.

“Mi objetivo es hacer

Junqueras alcanzó su certeza independentista desde sus principios universales: “Creo que es la expresión cercana y concreta del sentido de la libertad, la justicia y la igualdad entre todos los pueblos, porqué los valores asignados por el liberalismo y el cristianismo al individuo, también ha sido asignados a la colectividad”. En este punto no tiene ninguna duda: “si la libertad es un bien y la libertad de los pueblos, también, ésta debe preservarse”. Tampoco vacila ante la confrontación conceptual de democracia y legalidad, el campo de juego del Proceso, tal como está planteado. Esta disyuntiva la da por resuelta desde el siglo de Pericles: “Atenas intenta construir un modelo con la esperanza de que sea la democracia la que defina las leyes y no al revés; pero sigue habiendo gente que aún no lo acepta”.

Su nombre se instaló en la crónica política a primeros de 2009. Por entonces, era concejal independiente por ERC en Sant Vicenç dels Horts (Baix Llobregat) y los republicanos malvivían el final del tripartito, esperando la debacle electoral. Consiguió salvar los muebles y salir elegido eurodiputado; dos años después, en 2011, ganó la alcaldía e ingresó como militante; cuatro meses más tarde, fue aclamado como presidente de Esquerra.

Su carrera ha sido fulgurante y su oratoria, una novedad. Su discurso es de una aparente candidez didáctica, cargada de ironía; formulado con muchas oraciones derivadas para no perderse ningún matiz; adornado de silencios teatrales y dejando traslucir su cristianismo de raíces universales. “Mi trabajo no es agradar, ni generar grandes consensos sino explicar cosas útiles". Es capaz de descolocar a la parroquia más integrista al defender el castellano como idioma oficial en la futura república catalana, de emocionarse hasta las lágrimas para suplicar al presidente Mas la convocatoria de unas plebiscitarias o de amenazar con colapsar Barcelona durante tres días para reclamar el derecho a votar.

Los detalles de la política, la negociación permanente, le incomodan. “Desgraciadamente, en este país, hay mucha gente que lleva muchos años dedicada a la política, con muchos intereses creados; se sienten más cómodos dedicando tiempo y esfuerzos a las cosas menos relevantes que no a las importantes”. La idea de la renovación política es uno de los escollos habituales de su relación con CiU. El otro, la regeneración: “marcados por la corrupción, no saldremos adelante; es una barbaridad querer construir un edificio nuevo sobre unos fundamentos podridos”.

En su familia no había

El presidente de ERC siempre ha visto la independencia como una urgencia. No tanto porque tenga prisa si no porqué está “cansado de aguardar tantos siglos”. No espera nada del Estado español, salvo que siga funcionando “como fábrica de independentistas”; por eso cree vana e infundada la opción del pacto: “Es irracional pensar que alguien que no ha cambiado nunca de posición lo pueda hacer en un sentido que nunca se ha dado”. Esta seguridad científica le lleva a afirmar que “todos somos concientes que nuestra presión deberá expresarse no solo a través del derecho al voto, debemos de estar dispuestos a utilizar todos nuestros derechos democráticos, o no nos saldremos con la nuestra. Yo haré todo lo posible para convencer a la sociedad para que desobedezca, estoy convencido de que así será, pero eso deben decidirlo los catalanes”.

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