Wilco en el salón comedor
Jeff cambia su perfil intenso por el de amantísimo padre de familia, pero sigue agrandando un cancionero extraordinario
¿Recuerdan a aquel hombre atormentado por las migrañas crónicas y adicciones varias que se llamaba Jeff Tweedy? Su nombre coincide con el de quien se adueñó del escenario de La Riviera este martes, pero podría parecer otra persona. Salvo por esa extraña disposición encorvada, como si erguirse ante el micrófono le pareciera un ramalazo de euforia intolerable, el de Illinois es hoy un hombre locuaz y socarrón, que se burla de su andrajosa cazadora vaquera, acepta peticiones del oyente (‘Pecan pie’, ‘Passenger side’) y sugiere a los asistentes que recomienden sus conciertos. “Decid que este ha sido divertido y deprimente, que te entran ganas de matarte, pero de buen rollo”, se carcajeó ante una sala demediada pero absolutamente devota.
Tweedy quizás no componga ya ‘Jesus, etc’ o ‘Spiders’, temas tan enormes que incluso en sus lecturas acústicas, solo en el escenario, siguen invitando a la conmoción; pero su nivel de escritura se mantiene con holgura por encima de la estratosfera. Otra cosa es que su perfil actual como padre de familia amantísimo le haya llevado a convertir un debut en solitario (‘Sukierae’) en una colaboración con su primogénito. A los 19 años, el zangolotino Spencer es un batería de pegada frágil pero nerviosa e imaginativa. Y la banda la completan otros dos chavales jóvenes y un bajista estupendo, Darin Gray, amigo de Jeff desde la juventud.
El quinteto se convierte así en una banda de andar por casa, unos Wilco en pequeñito y sin ínfulas, como para tocar en el salón comedor mientras se saborean unas cervezas. Pero quedan las canciones, e incluso en esta versión hogareña Tweedy es capaz de entregar valses deliciosos (‘Wait for love’), chispazos de psicodelia (‘Diamond light’), ‘country’ de apasionante regusto añejo (‘New moon’) o la instantánea Low key, que podría ser un ‘single’ de Wilco en los tiempos de ‘Summerteeth’. En síntesis: una gozada.
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