Cantos hedonistas
Llega por fin a Madrid la espectacular versión del ‘Carmina Burana’ de Carl Orff creada por La Fura dels Baus
“Ahora que los de la Fura hacen ópera ya no estaremos tranquilos ni en la ópera”, dijo un aficionado al género, según relata Carlus Padrissa, uno de los directores artísticos de la Fura dels Baus. Y es que asociamos a la compañía teatral catalana con lo radical, lo fantástico, lo excesivo, lo polémico, lo morboso. Con la última vuelta de tuerca escénica, con lo espectacular y hasta con lo megalómano.
Así que este grupo que empezó en 1979 haciendo teatro callejero, fiestas y pasacalles (rompiendo la cuarta pared pero también coches a martillazos ante la estupefacción del público, cuando bebieron del punk), y que ha llegado a labrarse fama internacional, llega ahora Madrid con la ópera Carmina Burana de Carl Orff, que podrá verse en la Sala Roja de los Teatros del Canal de la Comunidad de Madrid por muy poco tiempo, solo desde hoy hasta el domingo.
Tal vez quien se siente en la primera fila se moje un poco
Durante la presentación de ayer Padrissa, vestido de negro, pide un vaso de agua y, cuando se lo sirven, se lo derrama sobre la calva. Con el agua aun chorreando por las sienes y los hombros explica algo así como que La Fura busca una nueva relación con los elementos y con el público. “Este espectáculo es un sorbo de vida”, dice. “Trata sobre el vivir con arte, la celebración, el vino, sobre la llegada de la primavera, sobre una muchacha que se pinta para ir por primera vez a una fiesta”.
Un espectáculo donde prima lo corporal y que utiliza sobre el escenario un cilindro —“un sombrero”— de diez metros de diámetro que envuelve totalmente a la orquesta y sobre el que se proyectan imágenes: una luna gigante, la vendimia, el éxtasis floral o el deshielo. “Además”, cuenta Padrissa, “utilizamos una palanca de madera como la que utilizaban los antiguos griegos para hacer volar a Prometeo o introducir los Deus ex machina. Durante las 25 escenas los cantantes van por tierra, mar y aire”.
Esta versión se estrenó en 2009 y la han visto unas 100.000 personas
Con el elemento aéreo buscan generar la adrenalina circense en el espectador, pero también habrá elemento acuático: “Tal vez quien se siente en primera fila se moje un poco”, dice el director, “pero es que esto tiene que ver mucho con las fiestas mediterráneas, las guerras de agua, de vino o tomates”.
Carmina Burana, por cierto, no es nombre de mujer, sino que significa “Canciones de Bura”, por la localidad baviera de Bura, hoy Benediktbeuern, en cuya abadía benedictina se encontraron estos poemas goliardos en los que Carl Orff basó su creación musical.
Los goliardos, autores de los textos anónimos en los siglos XII y XIII, fueron monjes vagabundos medievales de actitud hedonista y disipada, que blandían una mirada ácida contra los estamentos eclesiásticos y sociales de su tiempo.
Algunos de los pasajes de la obra de Orff, que data de 1936, son de los más populares de la música clásica y han sido utilizados recurrentemente como sintonía de programas televisivos, bandas sonoras o anuncios publicitarios. Por lo demás, “Orff demuestra que se puede ser un buen artista sin ser una buena persona, porque era filonazi”, según apuntó Albert Boadella, director de los Teatros del Canal, aunque este punto es aún objeto de controversia.
Esta ópera fue estrenada en 2009 en la Quincena Musical de San Sebastián y ya ha sido vista por más de 100.000 espectadores en varios países; ahora llega a Madrid con la participación de la Orquesta, el Coro y el Joven Coro de la Comunidad de Madrid. “Como el coro no cabe bien en el escenario, estará entre la gente”, anunció Padrissa, que además incidió en la versatilidad de este montaje, que permite ponerlo en escena en todo tipo de escenarios que habitualmente no son propicios para el género operístico. Una versatilidad y una economía muy aptas para tiempos de crisis.
“La Fura hacen cosas muy arriesgadas, se ponen a sí mismos en situación de peligro frente a la tradición y así hayan cosas novedosas”, dijo Boadella, “más que una compañía son una marca”.
En la presentación de ayer conocimos de boca del director alguna anécdota curiosa sobre su relación con la Fura: “El día que les conocí casi les mato con una escopeta”.
Corría el año 1979 y Boadella acababa de escaparse de la cárcel (había sido encarcelado para ser sometido a un consejo de guerra por las supuesta injurias al Ejército que contenía La Torna) y estaba con su compañía Els Joglars en una masía de la zona prepirenaica.
Por aquel pueblo apareció la neófita Fura, “eran un grupo de jóvenes comediantes casi medievales, que iban por ahí con un carro y una mula”, dice Boadella. Los miembros de La Fura se colaron en la cúpula donde ensayaban Els Joglars, y luego trataron de introducirse en la masía. Fue cuando apareció Boadella con la escopeta. “Alguien se movía en la oscuridad y pensaba que eran los fachas que venían a por mí”, dice. “Pero en cuanto gritaron ‘Viva la poesía’ o algo así se me pasó el susto”.
De ahí viene su amistad y los miembros de La Fura consideran a Els Joglars como uno de sus referentes. El amor es mutuo. Aunque a Boadella le gusta esta Carmina Burana no es demasiado adicto a la música de Orff: “La considero de segunda regional”, bromea. “Funciona para un anuncio para coches, pero comparada con El Mesías de Haendel... Pero este montaje es espectacular y va más allá de la música”.
Música que, además, la Fura se ha encargado de animar en sus partes más lentas para mantener la atención del público en un espectáculo que, por lo demás, solo dura una hora y veinte minutos, muy poco para ser una ópera. “Cuesta encontrar música clásica que tenga beats, ritmos repetitivos, que son los idóneos para la celebración y nos recuerdan al latido del corazón”, dice Padrissa.
Así que han introducido los ritmos ahí donde consideran que hacen falta. “Hemos hecho un espectáculo que pueden soportar los espectadores no iniciados en la ópera”, dice Padrissa. “No es como ver un Wagner de cinco horas”.
Después de aquellos inicios, de pueblo en pueblo, con carro y asno, en muy poco tiempo La Fura se convirtió en un fenómeno. “Todo ocurrió en apenas cuatro años”, dice Padrissa, “Creo que ocupamos un espacio que nadie ocupaba, y nos llamaban de muchos festivales, muchas veces para representar al país”. A día de hoy la compañía conserva un núcleo de seis directores artísticos, una secretaria y un gerente, los demás miembros (actores, técnicos, bailarines, acróbatas, etc) van siendo contratados para los espectáculos. “Nos hemos arruinado varias veces. Tenemos cuidado de no generar estructuras que no podamos soportar”.
Teatros del Canal. Viernes 16, 20.00. Sábado 17, 18.00 y 21.30. Domingo, 18, 19.00. Desde 66 euros.
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