Un ‘lifting’ de dos siglos para la fachada norte de la Catedral de Sevilla
La entrada del patio de los Naranjos ha recuperado el aspecto que tenía en 1793
La fachada norte de la Catedral de Sevilla, la que mejor conserva las formas arquitectónicas de la mezquita erigida en el mismo solar en el siglo XII, se ha librado de las sucesivas curas aplicadas durante el siglo XX que han “maltratado” su belleza para recuperar el aspecto que tenía en 1793, cuando unas obras consolidaron estos muros. Con esta intervención, el arquitecto Alfonso Jiménez, maestro mayor de la Catedral durante los últimos 27 años, se despide del templo en el que ha trabajado durante 36 años.
“No se trata de devolverle a esta fachada el aspecto que tenía en el siglo XII cuando era una mezquita, sino de un palimpsesto en el que está representado toda su historia, sin quedarnos en una etapa concreta. Lo que sí hemos hecho es quitar el horrible enlucido de cemento y la pintura plástica beige que se aplicó en el siglo XX”, explicó ayer Jiménez, ante la obra con la que ha logrado “casi” darle la vuelta a los exteriores del mayor templo gótico del mundo, erigido entre 1433 y 1506 sobre la mezquita almohade que mandó construir el califa Abu Yacub en el siglo XII.
La apuesta del Cabildo de la Catedral de Sevilla por conservar al máximo todo lo que queda de la mezquita de Ben Basso choca con la actitud del Obispado de Córdoba empeñado en borrar el pasado islámico de la Mezquita-Catedral de Córdoba. “Se trata de dos realidades distintas. En Córdoba hay un monumento musulmán de unas dimensiones y unas calidades colosales, algo que aquí no ocurre”, comenta el arquitecto sin entrar en polémicas.
Con esta obra, que comenzó en 2006, Alfonso Jiménez se despide del templo
Jiménez comenzó trabajando en la Giralda —el alminar de la antigua mezquita convertido en campanario católico de 96 metros de altura— en 1979 y, salvo el tramo de fachada que da a calle Placentines, restaurado por José Ramón y Ricardo Sierra, le ha dado la vuelta al monumento.
La rehabilitación de la fachada norte se inició en mayo de 2012 y finalizó el pasado 31 de diciembre, día en el que Jiménez dimitió como maestro mayor del templo. La obra, financiada en su totalidad por el Cabildo Metropolitano de Sevilla, ha costado casi 4,5 millones de euros. Este lateral, en el que se ubica la puerta del Perdón que da acceso al patio de los Naranjos, tiene 278 metros de largo, casi un 50% del perímetro completo del edificio.
Ahora, después de la intervención, sus muros desnudos dejan ver una superficie blanquecina de 10.221 metros cuadrados en la que se combina el ladrillo con el tapial. “No sabemos cómo se construyó en el siglo XII. Hay diversas teorías. Una de ellas es que se hizo toda con tapial porque era más barato, un material que después se enlucía y se le daba una mano de cal, y, a medida que se iba deteriorando, se sustituía por ladrillo”, apuntó ayer Juan Luis Barón Cano, profesor de Restauración de la Escuela Técnica de Ingenieros de Edificación, quien también ha trabajado en la rehabilitación.
El lateral de calle Alemanes es el que mejor conserva el estilo almohade
“Lo más delicado de toda la obra ha sido la interpretación de los restos que iban saliendo, los huecos cegados, los pasadizos, los cambios realizados en los últimos dos siglos...”, añade el restaurador.
Durante la rehabilitación, el arquitecto sevillano ha descubierto, pegadas a la puerta del Perdón, los únicos tres merlones de gradas originales que se han conservado desde la construcción almohade, dos medio destruidos y uno entero. Los merlones son salientes verticales que rematan los muros perimetrales, separados por espacios abiertos denominados almenas.
“Gracias a los merlones, que tenían una capa muy fina de cal blanca, hemos decidido el aspecto final de la fachada”, comenta Jiménez, quien también ha constatado la existencia de un zócalo del que no quedan restos pero si permanece la estructura preparada para su instalación. “Hemos conservado los elementos añadidos en los siglos XVII y XVIII, los altares y el antiguo cuarto del cura del Sagrario, porque después la fachada se convirtió en una auténtica ruina, tanto que en 1838 murió un hombre que acudió de noche para solicitar los sagrados sacramentos para un moribundo. Le cayó una piedra de la fachada”, relató Jiménez.
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