_
_
_
_
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¿Qué son unas plebiscitarias?

Es bastante común en Europa y en España que elecciones legislativas ordinarias tomen connotaciones de consulta

Ya desde antes, pero sobre todo a partir del pasado 25 de noviembre, cuando el presidente Artur Mas formuló su propuesta de celebrar unas elecciones plebiscitarias como alternativa al referéndum que el Estado no permite llevar a cabo, ese concepto —el de elecciones plebiscitarias — ha sido objeto de intenso debate, de severas críticas, se le han atribuido connotaciones totalitarias... Aun la pasada semana, en una entrevista a Europa Press, el expresidente José Montilla aseveraba que ese tipo de comicios “no existe” y, al mismo tiempo, que “no es propio de regímenes democráticos”. Montilla añadía que hoy, en Cataluña, “afortunadamente las personas no pueden ser obligadas a escoger sólo entre dos listas electorales”.

Si la confusión ha llegado tan arriba, tal vez merezca la pena intentar algunas consideraciones aclaratorias. En primer lugar, la de plebiscitarias no es una categoría jurídica, sino política, o quizá mejor histórico-política. Que unas elecciones adquieran carácter plebiscitario no depende tanto —a veces, en absoluto— de la voluntad de quien las convoca como del uso que de ellas hacen los electores, en razón de un contexto político, de unas circunstancias históricas determinadas.

De hecho, es bastante común que elecciones legislativas ordinarias tomen connotaciones de plebiscito. Las generales españolas de octubre de 1982 fueron en buena medida un referéndum a favor del cambio, de la ruptura histórica que representaba en aquel momento la llegada al poder del PSOE de Felipe González. Las generales de marzo de 2004 resultaron, sobre todo en Cataluña, un espectacular plebiscito contra Aznar y los desafueros de la mayoría absoluta del PP, culminados con las mentiras del 11-M. En fin, ¿acaso las elecciones griegas del próximo día 25 no van a ser un plebiscito entre la aceptación y el rechazo de los dictados de la troika? ¿Han oído a alguien que se sorprenda o se escandalice por ello?

A la hora de hallar en el pasado antecedentes o ejemplos de comicios plebiscitarios, resulta absurdo buscarlos en sistemas cesaristas o bonapartistas, y muy sectario aludir a las elecciones al Reichtag convocadas por Hitler el 5 de marzo de 1933 —que ya no fueron libres—, cuando la historia catalana y española ofrece un ejemplo modélico de elecciones que la ciudadanía convirtió en plebiscito; y no sobre un tema menor, sino sobre la continuidad o la caída de un régimen multisecular: las municipales del 12 de abril de 1931.

Se puede estar a favor o en contra de la idea de unas plebiscitarias. Lo que no se puede es presentar tal planteamiento como una ocurrencia de Mas

En aquel caso, el Gobierno convocante —el del almirante Aznar— no pretendía ningún referéndum, sino reestabilizar la monarquía de Alfonso XIII, muy desacreditada por su complicidad con la dictadura de Primo de Rivera. Se trataba, tras ocho años de estado de excepción, de regresar a la “normalidad constitucional”. Y, para ello, los próceres monárquicos optaron por unas elecciones municipales —las de menor carga política, se dijeron— que confiaban en ganar merced a los procedimientos habituales de aquel régimen; o sea, clientelismo y caciquismo.

Sin embargo, el pueblo soberano —sobre todo, el de las ciudades— estaba en otra onda, y resolvió convertir aquellos anodinos comicios formalmente locales en un plebiscito sobre monarquía o república. ¿Con sólo dos listas para escoger, una en cada sentido? Para tranquilidad del molt honorable José Montilla, apresurémonos a aclarar que no. Aunque las fuerzas antimonárquicas, conscientes del envite, procuraron agruparse en una gran Coalición Republicano-Socialista de ámbito estatal, su unidad no fue ni perfecta ni general; tampoco la de los monárquicos.

En Cataluña, muchísimo menos. Para limitar el análisis a la ciudad de Barcelona, en ella se ofrecieron a los electores como mínimo cuatro opciones inequívocamente hostiles a la monarquía: la flamante Esquerra Republicana coaligada con la Unió Socialista, el intelectual Partit Catalanista Republicà, la españolista Coalición Republicano-Socialista (el PSOE más Lerroux, para simplificar) y una lista Republicana Autónoma de radicales disidentes; eso, sin contar dos candidaturas comunistas, la del Bloc Obrer i Camperol y la del Partido Comunista de España. Con la permanencia del rey se alineaban la Lliga Regionalista y una Unión Patriótica Monárquica de extrema derecha; y había además (se votaba por distritos) francotiradores aquí y allá.

Esta indiscutible pluralidad de ofertas, en todo caso, no empañó ni hizo menos rotundo el resultado del plebiscito: en Barcelona, unos 96.000 votos republicanos por 33.000 monárquicos, traducidos en 38 concejales sobre 50. En el conjunto español, una nítida victoria numérica y política de los favorables al cambio de régimen, que el mismo presidente Aznar (don Juan Bautista) admitió a la mañana siguiente, al declarar a la prensa que “el país se acostó monárquico, pero se ha levantado republicano”. El propio Alfonso XIII tardó treinta y seis horas más en sacar idénticas conclusiones, y acto seguido tomó el camino del exilio vía Cartagena.

El presente es muy distinto, sí. Y se puede estar a favor o en contra de la idea de unas plebiscitarias, por descontado. Lo que no se puede es presentar tal planteamiento como una ocurrencia de Mas, inspirado por Carl Schmitt.

Joan B. Culla i Clarà es historiador

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_