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Fiesta decadente y genial

El cantautor Alfonso Vilallonga presenta en Artte su primer libro

Alfonso Vilallonga, ayer en la fiesta del libro.
Alfonso Vilallonga, ayer en la fiesta del libro. consuelo bautista

A cada suyo lo suyo: el titular es de Isabel Coixet. Así califica la polifacética cineasta, en un prólogo que nadie debería leer (según sus propias palabras), el trabajo literario del aún más polifacético Alfonso de Vilallonga (con "de" para sus trabajos literarios, sin "de" para sus incursiones musicales, cosas de la aristocracia). Un trabajo literario reunido ahora en su primer libro de inequívoco título: Príncipe del ripio(Ediciones Alfabia). Libro que ayer se presentó en sociedad en la sala Artte de la barcelonesa calle de Muntaner a cuatro pasos (exactos) de la casa en la que nació y vivió Tete Montoliu, otro cínico irredento al que con seguridad hubieran gustado algunas de las irreverentes proclamas de este príncipe del ripio (que lo es).

Alfonso Vilallonga no quiere presentarse como escritor y lo dice ya de entrada para que nadie se lleve a engaño: "No me considero escritor ni poeta, simplemente hago canciones", afirma en la presentación de su libro. "Este es mi primer libro, pero por si acaso fuera el último, me he preocupado de incluir en él casi todo lo que he encontrado. Aunque teniendo en cuenta que el asunto abarca un periodo de 25 años, en realidad no es tanto". Ese casi todo incluye las canciones de todos su discos, los norteamericanos incluidos, de su distintos espectáculos, algún monólogo, varios poemas inéditos y un abanico de palíndromos de lo más dispar. Tan dispar como la personalidad de Vilallonga que ayer se desparramó gozosamente entre las paredes de ladrillo blanco de ese nuevo local barcelonés destinado tanto al té como al arte.

Coixet habla en su prólogo (hay que leerlo a pesar de su recomendación) de bares hawaianos invadidos por chicas góticas y sándwiches de mortadela con pistacho invadidos a su vez por hormigas. Nada más lejos de la realidad, la fiesta de ayer, oficiada a cuatro manos por Ignacio Vidal Folch y Diana Zaforteza (responsable de la edición del artefacto lúdico-poético en forma de libro), discurrió entre aromas de tés orientales (en Artte los hay de todos los sabores y colores) y patatas fritas. Toques de cabaret de entreguerras y gamberradas literarias de altos vuelos, chanson, aires de musical y alardes líricos. Por el escenario se fueron turnando amigos y conocidos dándole a la fiesta un aire casi de recital antológico. Gisela, Cece Giannotti, Kirby Navarro, Mimmi Marx, Stefano Palatchi y Tony Comas compartieron canciones con el homenajeado que pasó del micrófono al acordeón y de ahí al piano para tocar techo con una canción equilibrista bailada por Sol Picó. Se cantó en castellano, catalán, inglés, italiano, francés y algo de alemán, sin duda flotaba en el ambiente un cierto tono decadente pero la genialidad brilló con luz propia.

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