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CRÍTICA | ZARZUELA

Sin sorpresas

Plácido Domingo sigue conservando una franja central luminosa y con sobrada proyección

Plácido Domingo y Davinia Rodríguez (Luisa Fernanda).
Plácido Domingo y Davinia Rodríguez (Luisa Fernanda).Tato Baeza

Pocas cosas se salieron de lo esperado en esta Luisa Fernanda. Estamos ante una de las zarzuelas más conocidas y mejor recordadas por el público, ya que su música, bien pegadiza, no sólo se difundió en los teatros, sino a través de la radio y los registros fonográficos. La producción, del Teatro Real, ha recorrido numerosos escenarios (Washington, Los Ángeles, Miami y Viena, entre otros), y tampoco es difícil encontrarla en la red. La orquesta y el coro de la ópera valenciana recuperaron su nivel habitual —aunque no del todo—, tras el susto del día 9. Llevaba la batuta el alcoyano Jordi Bernàcer, también conocido por su labor de director asistente de Lorin Maazel y Zubin Mehta en Les Arts. Asimismo se han contemplado allí otros trabajos del director de escena, Emilio Sagi. Isabel Rey y Celso Albelo también han cantado en la ciudad. En cuanto a las actuaciones de Plácido Domingo en la ópera valenciana, además del inolvidable Siegmund de la Walkiria (2009) —naturalmente en la cuerda de tenor—, ya ha protagonizado varios papeles de barítono. Sólo Davinia Rodríguez —que asumía el personaje protagonista— era nueva en el recinto. De los secundarios, también repetían muchos. Así pues, no podían haber demasiadas sorpresas.

Plácido Domingo colocó en su día el listón tan alto, que ahora a él mismo le resulta inalcanzable

La producción está bien resuelta y, en su estreno (2006) —cuando todavía no se había abusado tanto del minimalismo y el color blanco—, resultaba incluso más atractiva. En cualquier caso, trata de sacudirse la atmósfera casposita que atenaza tantas veces a la zarzuela, y busca la amplitud de espacios, la luminosidad y la sencillez. Sólo cabe reprocharle esa absurda miniatura de Madrid (que luego se transforma en dehesa extremeña jibarizada) colocada en primer plano, como si el libreto no fuera suficientemente explícito sobre los lugares donde se desarrolla la historia.

Ficha técnica

Luisa Fernanda, de Federico Moreno Torroba. Palau de les Arts. Valencia, 15 de diciembre de 2014.

Solistas: Davinia Rodríguez, Plácido Domingo, Isabel Rey, Celso Albelo, María José Suárez, Vicenç Esteve, Sandra Fernández, Juansa Lloret, Miguel Sola, David Rubiera, Emilio Sánchez, David Fruci, Germán Olvera, Carmen Avivar, José Enrique Requena, Bonifaci Carrillo, Lluís Martínez, Antonio Gómez, Pau Castells.

Coro, Orquesta y Ballet de la Comunidad Valenciana.

Director musical: Jordi Bernàce.

Director de escena: Emilio Sagi.

Con respecto a Plácido Domingo reconvertido en barítono, cabe señalar varias cosas, muchas de las cuales se vienen repitiendo desde estas y otras páginas. En primer lugar, la voz de Plácido sigue siendo muy atractiva a pesar de los años, y sus capacidades como cantante todavía están bastante por encima —como lo han estado siempre— de las de su batuta. Sucede, sin embargo, que el tenor madrileño colocó en su día el listón tan alto, que ahora a él mismo le resulta inalcanzable. Por otra parte, el color algo oscuro de su instrumento y el hecho de que empezara su carrera como barítono, no debe llamarnos a engaño. El mejor Plácido, el más brillante y el mejor timbrado, ha estado en los roles de tenor, y sólo la lógica pérdida de agudos ocasionada por la edad (tiene ahora 73 años) le llevan a cambiar de cuerda. Como barítono, sin embargo, los graves suenan forzados y ásperos, faltándole, por otra parte, la redondez y el carácter vocal adecuados. Mal por abajo y mal por arriba... ¿qué queda entonces? Pues queda una luminosa franja central, con un metal fantástico, una proyección impresionante y un vibrato que, a pesar de los años, todavía permanece, casi siempre, en el punto justo. Quedan, también, las tablas y el buen conocimiento de las propias carencias, que le permiten adelantarse a los fallos y encubrirlos de la mejor manera posible. También es cierto que el personaje de Vidal, en Luisa Fernanda, es mucho menos comprometido que otros papeles baritonales donde Plácido ha evidenciado problemas mucho más evidentes: Rigoletto, Boccanegra, Francesco Foscari o Atanael. Es bien sabido, por otro lado, que los padres de Domingo eran cantantes de zarzuela, que se crió en ese ambiente y que conoce sobradamente los requerimientos del género. Entre ellos, la capacidad de hacerse oír en las partes habladas, algo que el tenor madrileño controla muy bien y que, sin embargo, se echaba a faltar en alguno de sus compañeros de reparto.

La producción, bien resuelta, trata de sacudirse la atmósfera casposita que atenaza tantas veces a la zarzuela, y busca la amplitud de espacios, la luminosidad y la sencillez
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Celso Albelo interpretó a Javier con una voz muy hermosa, aunque se mostró desigual en la franja aguda, unas veces brillante y certera y otras, sin embargo, inconsistente. Es un personaje que suele adornarse con rasgos de bravuconería que él prefirió no subrayar. Gustó mucho en el momento de intimidad que alcanza con la protagonista (Subir, subir) en el III acto, donde ambos supieron apianar cuando convenía, a la vez que la orquesta, con Bernàcer al frente, proporcionaba un acompañamiento primoroso.

Davinia Rodríguez mostró una voz algo entubada pero con molla, a la que faltaba un punto de volumen en las partes habladas. Los registros se escucharon suficientemente homogéneos, y supo expresar los estados anímicos de su personaje. En Isabel Rey (la duquesa Carolina) molestó el vibrato excesivo y alguna estridencia en el agudo. Cumplieron con su cometido los numerosos personajes que combinan, en Luisa Fernanda, el costumbrismo propio de la zarzuela con un intento de plasmar los prolegómenos sociales y políticos de la Primera República. Jordi Bernàcer encontró el idiomatismo necesario para traducir con gracia esta partitura, sin caer por ello en el trabajo de brocha gorda con que a menudo se ha resuelto. Lástima que el ajuste se resintiera en varios momentos, aunque a veces la responsabilidad no cayera en el lado de la batuta. Pero al público no pareció importarle: los aplausos fueron atronadores y volaron desde lo alto numerosas octavillas con la foto de Plácido y expresiones de agradecimiento.

Más información
Mutaciones ('Manon Lescaut', de Giacomo Puccini, dirigida por P. Domingo)
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