Mutaciones
Batuta, coro y orquesta decepcionaron en el estreno de 'Manon Lescaut', de Puccini
Hubo demasiados momentos, en el estreno de Manon Lescaut, donde cabía preguntarse si estábamos ante la impecable orquesta del Palau de les Arts o se había colado en el foso una de esas agrupaciones con turbio sonido y escaso ajuste. Hubo asimismo perplejidad ante la forma desmañada en que Plácido Domingo, dirigiendo, acompañaba a los personajes, Renato des Grieux entre ellos, un rol que su voz bordó en su día. Y también hubo demasiados momentos en que el veterano coro de la casa decidió olvidarse de la métrica y organizar embrollos en la escena. Para acabarlo de arreglar, varios solistas no entraron en materia hasta bien avanzada la función. Con todo ello, huelga indicar lo que pasó con los dúos, tríos y otros números de conjunto. En fin: se pudieron contemplar toda una serie de asombrosas mutaciones que no dejaron al público precisamente contento.
Ficha técnica
Manon Lescaut, de Giacomo Puccini. Palau de les Arts. Valencia, 9 de diciembre de 2014.
Solistas: María José Siri, Rafael Dávila, Germán Olvera, Stephen Milling, Matthew Peña, Luigi Roni, David Astorga, Mariam Battistelli, Ernesto Petti, Valentino Buzza y Francesco Salvadori.
Coro y Orquesta de la Comunidad Valenciana.
Director musical: Plácido Domingo.
Director de escena: Stephen Medcalf.
Luego, de vez en cuando, reaparecía el primitivo código genético. Por ejemplo, en el intermezzo que abre el III acto, la orquesta volvió a sonar, de repente, con la seda y el ajuste habitual. También Plácido dirigió bien en ese momento, así como, en términos generales, a lo largo del cuarto acto. Fue en esa atmósfera de gran desolación, con los protagonistas muriendo de sed y cansancio en un paraje desierto, cuando Maria José Siri y Rafael Dávila, encarnando respectivamente a Manon y a Des Grieux, dieron lo mejor de sí mismos, cantando con dramatismo y entrega. La soprano uruguaya tiene una voz con cuerpo, de registros bastante igualados, pero aún le queda recorrido en las sutilezas del canto pucciniano. Rafael Dávila fue de menos a más, desde un primer acto preocupante por los apoyos falsos y la afinación errática —eso sí, con un volumen destacado y una bonita franja central— hasta el último, donde mostró sus mejores cartas. El Lescaut de Germán Olvera gustó más en las zonas grave y media que por arriba, mientras que Stephan Milling (Geronte) se constituía, como era de esperar, en lo mejor de la noche. Los comprimarios cumplieron bien, destacando, por lo grato de su timbre, Mariam Battistelli (la cantante de madrigales).
La producción, del Teatro Regio di Parma, con dirección de escena de Stephen Medcalf, pasó sin pena ni gloria, aunque cabe suponer que no sería cara. Lo más criticable fue la poca sustancia y la escasa comicidad con que se planteó la escena del baile en el segundo acto. De todas formas, en relación a los descalabros musicales, los pequeños problemas con la escena adquieren su justa dimensión: importan, pero no tanto. Podría pensarse que tales descalabros tuvieran su origen en los nervios del estreno. Ojalá fuera así, pero no resulta probable en un músico con la experiencia de Plácido Domingo, ni en agrupaciones tan profesionales como la Orquesta y el Coro de la Comunidad Valenciana. Más posible parece que se deban a la disminución de la plantilla de la orquesta con el subsiguiente aumento de los refuerzos, al ambiente de inquietud ante el futuro que reina en la ópera de Valencia y —esto es sólo una conjetura— a un número demasiado corto en los ensayos. De lo contrario, no se entiende la decepción del martes, algo que no debería repetirse en las funciones restantes.
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