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LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Huyendo de la noticia

No hay nada más periodístico que resistir la vanidad o la ira del ídolo del pueblo

Ramon Besa
La redacción de El 9 Nou, en Vic, vista desde un agujero formado por un ejemplar del periódico.
La redacción de El 9 Nou, en Vic, vista desde un agujero formado por un ejemplar del periódico. albert alemany

Malparit, te’n penediràs.

 Aunque me había dicho que no sería un periodista como Dios manda hasta recibir una amenaza de muerte, quizá porque entonces era un empedernido lector de novela negra, muy especialmente de Raymond Chandler y Dashiell Hammett, aquella nota anónima que tenía entre manos me dejó paralizado, aislado en la multitud que llenaba el Café de Mig. Había acudido al bar con la esperanza de que alguien pagaría mi copa después de publicar en El 9 Nou que el secretario y la auxiliar administrativa del pueblo se llevaban las tres cuartas partes del presupuesto municipal, y no solo nadie reparó en la noticia, sino que en la chaqueta que había dejada colgada en el ropero me encontré aquel serio aviso.

Ya me iba, fastidiado porque nadie me hacía caso, cuando al poner las manos en los bolsillos reparé en la presencia de aquel papel que alguien puso mientras yo jugaba la partida correspondiente de butifarra. Ni el anónimo ni por supuesto la noticia eran gran cosa, simplemente tenían su gracia e importancia. Ambas funcionaban como medida de presión, sobre todo en pequeñas poblaciones como la mía, dominadas en plena transición por los poderes fácticos. El 9 Nou (1978) empezaba a sacar informaciones que incomodaban a los poderosos y los que mandaban respondían con amenazas que no necesitaban firma para ser entendibles. A los caciques siempre les encantó encargar a sus lacayos que dieran algún susto a quienes les molestaban.

El que recibí me hizo saber que no tenía futuro como periodista en mi casa. No es que me espantara sino que muchas de las familias que tenían algo que ver con el consistorio dejaron de comprar en la tienda familiar, y mi carrera y la de mis hermanos dependía más del dinero que generaba mi madre detrás del mostrador que del trigo que plantaba mi padre. Noté mucho rechazo, nada de afecto, como si hubiera vulnerado un código tribal, así que cada vez más me fui alejando del hogar y empecé a recorrer la comarca, a husmear en los ayuntamientos vecinos, a pisar los campos de fútbol y pistas de hockey patines de la comarca, a ver mundo con una libreta y un bolígrafo en la mano, universitario de lunes a viernes, periodista los fines de semana.

Aprendí en el aula y más en la calle, de la mano de Jordi Pey, de Lluís de Planell y de Salvador Sala, compañeros que me ayudaron a manejarme en la prensa comarcal, o de proximidad, como la denominan hoy, quizá porque consiste en saber aguantar la mirada del alcalde cuando te cruzas con él en la plaza o la bravata del delantero centro al salir de la cancha o el stick del zaguero intimidador en el momento en que se acerca a la valla. No hay nada más periodístico que resistir la vanidad o la ira del ídolo del pueblo después de ganar o perder un partido. Hay que tener sangre fría y sentido del humor a la hora de escribir la crónica para no caer en la adulación o la lapidación.

Años de efervescencia deportiva, de denuncia social, de democratización de los ayuntamientos, tiempos de grandes alegrías y también de noches duras en El 9 Nou. Momentos de mucha familiaridad, tanta que no queda más remedio que volver a huir, ahora de Vic, como antes de Perafita, camino de Barcelona, la tierra prometida para un periodista vocacional del Lluçanès. Pocas cosas son más agradecidas que la prensa generalista y el anonimato cuando la proximidad provoca asfixia y se pierde perspectiva, abocado el cronista al compadreo o a la crítica, difícil dar con el punto necesario de distanciamiento.

Nadie sabe de ti a tu llegada a Barcelona. Igual da que critiques a Núñez que elogies a Maradona, que te rías con Maguregui o que te pongas serio con Baró, que procures hablar con Maragall o tengas el teléfono de Vilaseca. Messi jamás te esperará a la puerta del Camp Nou. Incluso puede que nunca llegues a conocer al número 1. Los futbolistas se alejan de la prensa y los periodistas se van del campo de juego por una extraña costumbre.

Ocurre que para subirte el sueldo necesitan cambiarte la gorra, de manera que cada vez que aumentan tus ingresos por un ascenso te alejas un poco más del estadio y de la noticia. Y llega un día en que, por suerte o por desgracia, porque te agobias o te ignoran, necesitas huir también de Barcelona o vuelves a tener nostalgia de la proximidad y del calor de Perafita. Ya lo decía Pla: la vejez es un proceso de enfriamiento.

Me ha animado en mi proyecto a corto-medio plazo de regresar a casa saber que la prensa comarcal es la que mejor resiste la crisis. A pesar de que ha notado también un retroceso publicitario (7,8%) y una reducción de los ingresos de explotación, el modelo de negocio vuelve a dar beneficios y su difusión solo ha descendido el 2,7% frente al 8,9% registrado por los diarios en Cataluña y el 11,9% en el total de España. Un estudio de la consultoría Media Hotline, encargado por la Associació Catalana de la Premsa Comarcal, asegura que un total de 136 publicaciones dan trabajo a 690 personas, un 56% en la redacción; que su difusión alcanza los 114.607 ejemplares (uno de cada dos por suscripción); y que representa el 25,3% de las vendas totales de diarios en Cataluña.

Necesito saber si finalmente el Lluçanès será comarca o no, si el Voltregà puede ganar la Copa y si el Manlleu tendrá que volver a jugar contra el Vic o aspira de nuevo a batirse en una promoción de ascenso contra un filial del Madrid. Voy a pedir a Agustí Danés, Dolors Altarriba, Vicenç Bigas y Anna Gorchs que piensen en mí si algún día día tienen un hueco en El 9 Nou. No les garantizo ninguna gran noticia, posiblemente no me pelearé con nadie y tampoco sé si seré de mucha utilidad para los trabajos de campo, el periodismo de calle, la complicidad con el lector que demanda la prensa comarcal, ahora en que opino más que informo, señal de retirada. Hoy siento que me acerco de nuevo a El 9 Nou a la misma velocidad con la que antes huía. Ya sé que la tienda de mi madre está cerrada, que no se juega cada día a la butifarra en el Café del Mig y yo ya no quiero ser Philip Marlowe, pero pagaría todo el dinero del mundo para volver a sentir aquel miedo y aquella emoción que tuve de joven cuando por una noticia por la que cobré 25 pesetas recibí un anónimo que decía:

“Mal parit, te’n penediràs”.

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Sobre la firma

Ramon Besa
Redactor jefe de deportes en Barcelona. Licenciado en periodismo, doctor honoris causa por la Universitat de Vic y profesor de Blanquerna. Colaborador de la Cadena Ser y de Catalunya Ràdio. Anteriormente trabajó en El 9 Nou y el diari Avui. Medalla de bronce al mérito deportivo junto con José Sámano en 2013. Premio Vázquez Montalbán.

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