La nueva RTVV
Si se va a crear finalmente una estructura pública para prestar un servicio audiovisual de forma directa se ha de tener muy claro que la misma va a durar varias décadas
Hace ya un año que el Consell de la Generalitat, tras una decisión al parecer personal e intransferible de su president, decidió cerrar RTVV. En esos momentos, tanto el propio Consell como el coro mediático de rigor parecían genuinamente convencidos de que la medida marcaría la pauta y sería imitada por otras autonomías, además de suponer un importante ahorro económico y quizás incluso posibilitar cierta dinamización del sector audiovisual privado autóctono. Un año después, Alberto Fabra se ha quedado más solo que la una -y sin tele que le cante las virtudes-, de los 40 millones de euros que iba a costar el cierre vamos por 300 –amén de haber creado un lío jurídico de tres pares de narices representado por las dos estructuras zombies, RTVV (I) y RTVV (II), que no hay manera de liquidar a corto plazo- y el mercado televisivo y radiofónico valenciano de proximidad y en valenciano, tanto informativo como de entretenimiento, es un deprimente y yermo solar.
En esta tesitura, y asumido el error, el propio Consell de la Generalitat, por boca de diversos portavoces, asegura ya desde hace semanas reiteradamente que su proyecto de futuro es abrir una nueva televisión pública autonómica. Incluso, en la enésima versión dada a posteriori para justificar las razones del pase a negro de Nou en noviembre de 2013, explican ahora que lo hicieron para poder cerrar la estructura antigua «bien y empezar de cero», en lo que constituye un insólito reconocimiento público de la voluntad de operar un fraude para deshacerse de los trabajadores. Por su parte, la oposición prometió tempranamente que si en 2015 llegaba al poder reabriría una televisión pública con rapidez (incluso poniendo fecha, en octubre de 2015, al inicio de las nuevas emisiones). Parece, pues, que más pronto que tarde, y tras los millones de euros tirados a la basura y el espectáculo bochornoso en forma de vodevil que supuso el fundido en negro de la vieja RTVV, acabaremos teniendo una nueva televisión pública valenciana.
Es importante, por ello, reflexionar a fondo sobre cómo debería ser esa nueva televisión. Y hay mucha gente haciendo propuestas de muy diversa índole, tanto del propio sector -trabajadores, empresas productoras…- como desde ámbitos, por ejemplo, universitarios. Llama la atención respecto de las mismas, más allá de los inevitables sesgos que todos padecemos -normales en un debate de estas características, pero que conviene tener presentes para no hacer pasar por intereses generales lo que no es sino conveniencia propia-, su carácter, por lo general, muy conservador. De unas dimensiones menores o mayores, en ocasiones directamente equivalentes a la vieja RTVV e incluso de forma creciente como reivindicación de la reversión del proceso para volver directamente a lo que había hasta 2013… lo que se está planteando es, en general, volver a un modelo de televisión pública sustancialmente semejante al que nos ofrecían los viejos Canal 9 y Ràdio 9. Llama la atención la poca originalidad del debate y de las propuestas, lo antiguas que suenan casi todas (porque, en sentido estricto, caramba, ¡es que lo son!, hasta el punto de que habrían podido servir de modelo para haber puesto en marcha una televisión en los años 80 del siglo pasado) y lo poco que, aparentemente, hemos aprendido todos de la experiencia. Pareciera si hacemos caso a estas ideas que, simplemente por haber pasado por lo que hemos pasado, y cambiando de directivos y gestores, las mismas estructuras que en el pasado crearon un modelo de televisión que a casi nadie gustaba fueran a producir ahora resultados fantásticos.
Sería una pena no aprovechar la situación, la verdad, para reflexionar mucho más a fondo sobre el tema y hacerlo para tratar de plantear alternativas de verdad. Por ejemplo, a corto plazo -pues dada la situación económica y el lío jurídico derivado de las liquidaciones en curso quizás no coincida lo que puede ser necesario a medio plazo con lo que es posible poder conseguir sensatamente a uno o dos años vista-, ¿no se podría emplear a TVE o incluso a TV3, dado que ya es legalmente posible pactar emisiones de una televisión autonómica en otra Comunidad autónoma, para cubrir ciertos huecos? Obviamente, la respuesta es no, por diversas razones. En el caso de RTVE, por su patético incumplimiento desde hace décadas de sus obligaciones de servicio público, también territorial y lingüístico; en el de TV3, por otras cuestiones relacionadas con las obsesiones propias de nuestra tierra. Pero valga la idea, siquiera como provocación, para señalar hasta qué punto tenemos muchas opciones abiertas, más de las que creemos. Así, siendo más realistas, y aunque requiera más trabajo para recoger frutos, ¿por qué no apostar por iniciativas diferenciadas de subvención al sector privado o de replanteamiento profundo, aprovechando la sentencia del Tribunal Supremo que anuló las licencias locales y comarcales, del audiovisual público y privado de proximidad? Asimismo, explorar alternativas semejantes a las que está lanzando la Diputación de Valencia de subvención a televisiones privadas no tiene por qué ser descabellado… si se hace en un contexto verdaderamente competitivo, de mercado y donde las ayudas se repartan con transparencia, en un proceso de concurrencia competitiva que sea abierto de veras y que sirva para promocionar el pluralismo del audiovisual valenciano. Algo que requiere previamente resolver el problema de las licencias y unos plazos más razonables para la presentación de ofertas, así como no establecerlas necesariamente para un único beneficiario.
Mientras tanto, el proceso de creación de la nueva RTVV -que si no se han liquidado antes las dos estructuras todavía existentes sería ni más ni menos que… ¡la tercera que tenemos viva a la vez!- debería acometerse con mucha calma y cuidado. Muchas más, en todo caso, de las que se pueden constatar de momento en el debate alrededor de la cuestión. Si se va a crear finalmente una estructura pública para prestar también un servicio audiovisual de forma directa se ha de tener muy claro que la misma va a durar varias décadas, de modo que su diseño ha de ser muy pensado para poder ser sostenible a todos los niveles y capaz de ofrecer lo que el anterior modelo nunca logró -ni podría hacerlo en el futuro-: unos costes contenidos, una contratación del personal por méritos y sin entradas masivas a dedo, gestión profesional y no sólo despolitizada sino que sirva como efectivo contrapoder al Gobierno valenciano, pues ésta es una función básica de la prensa libre. Para lograr esos objetivos habrá que ser imaginativos, en ocasiones incluso osados, dando entrada quizás a actores no gubernamentales en la gestión y un gran peso -¿por qué no mayoritario?- a la oposición en el control de la misma, revolucionando los criterios empleados para contratación de personal -¿por qué no ir a pruebas de selección muy objetivizadas y de gran peso psicotécnico?- y, en general, evitando repetir errores del pasado y asumiendo que sólo con cambiar a las personas no tenemos garantías de evitar los vicios del pasado si no modificamos también estructuras y el sistema de incentivos en profundidad.
@Andres_Boix blog en http://blogs.elpais.com/no-se-trata-de-hacer-leer/
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