Lingotazos de felicidad
El cancionero del californiano encaja con una luminosidad tan pluscuamperfecta que bordea el placer culpable
Hay mucho de perfecto cantautor pop en la figura de Brett Dennen. Incluso en su porte: los vaqueros con dobladillo, botas camperas, reglamentaria camisa a cuadros y el elefante pintarrajeado en la guitarra le definen como un hippy de libro; solo ese horroroso peinado de abuelita arruina sus aspiraciones canónicas. Pero el cancionero del californiano, que el sábado desgranó en la sala Paddock, encaja con una luminosidad pluscuamperfecta que bordea el placer culpable. No desentonaría la instantánea Out of my head, que arranca por el estribillo, en el repertorio de la otra pelambrera pelirroja de la semana, la de Ed Sheeran, por mucho que sus respectivas capacidades de convocatoria (200 espectadores frente a 12.000) difieran.
Cinco años hacía que Dennen no pisaba la ciudad, y la ausencia de músicos de acompañamiento siempre dificulta las cosas, pero el antiguo monitor de boy scouts supo animar el cotarro con un divertimento envenenado: dedicaría la canción que eligiera todo aquel que le invitase a un chupito.
Y la audiencia, en gran medida foránea, le agasajó con tanta generosidad que Brett hubo de moderarse para conservar el equilibrio. La profusión de lingotazos acentuó ese pálpito feliz que habita en canciones tan redondas como Sydney, Make you crazy o Darlin' do not fear. Añadamos algún rasgo de distinción (When we were young suena a Tom Petty y Who am I, a Neil Young) y tendremos un buen concierto.
Pero la próxima vez con banda, por favor.
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