‘Sold out’ justificado
Tres espacios escénicos, estupendas condiciones sonoras y un sólido cartel de músicos estatales
El cartel de entradas agotadas que lucía en el hall del Espai Rambleta es la mejor muestra de la estupenda acogida del festival Deleste, que no ha necesitado la participación de ninguna luminaria foránea para consolidar su oferta en su tercera edición. Tres espacios escénicos, estupendas condiciones sonoras y un sólido cartel de músicos estatales, sin apenas fisuras, le han bastado para recabar su primer sold out. María Coma era la encargada de abrir la programación con su propuesta de ínfulas neoclásicas, y lo cierto es que la matriarcal sombra de Kate Bush o Tori Amos que desvela sus canciones escapó en todo momento del peligro de placentera anestesia en el que podría haberse proyectado en la penumbra del auditorio principal, gracias sobre todo a la participación de Pau Vallvé a la batería y al inteligente empleo de algunos loops. Sentada al piano y potenciada por su hechizante voz, la catalana hilvanó un estimulante set, inmejorable auspicio de lo que estaba por llegar: una noche sin apenas desecho.
Festival Deleste
Fue precisamente Paul Vallvé quien continuó por la misma senda, vistiendo estupendamente en formato de trío (batería, bajo y guitarra) unas canciones que transitan entre lo notable y lo simplemente mediano, algo varadas algunas de ellas en un ejercicio de estilo folk con muy pocas aristas. Solventes y vigorosos, en todo caso. Los valencianos Modelo de Respuesta Polar les tomaron el relevo, beneficiándose de unas condiciones sonoras que rara vez pueden disfrutar en los escenarios secundarios de los festivales de verano de los que han formado parte (de hecho, les honra la transparencia al reconocer su cercanía con la organización). Y lo aprovecharon con cierta demora: su concierto tardó en despegar, pero acabó validando ese logrado equilibrio entre el post rock y la canción de autor con excedente de pesadumbre que con tanto acierto han perfilado en su segundo álbum, y en la que tanto débito hay que apuntar en la versatilidad a la batería de Pau Paredes.
Los barceloneses Za!, por su parte, hacen del empeño de cualquier cronista un ejercicio de inutilidad: de poco vale esbozar los ecos del ethio jazz, la electrónica de desguace o los melismas instrumentales de unos Tortoise cuando el disfrute de su experiencia en directo es algo puramente intransferible en palabras. Se vive o no se vive. Arrolladores, inclasificables, guasones y excepcionalmente inteligentes para aprovechar las posibilidades escénicas de cualquier recinto (entraron en acción desde las butacas traseras), exhibieron su proverbial músculo y triunfaron por aplastamiento y sin reservas, como de costumbre. De esa heterogeneidad participan también, cómo no, los sevillanos Pony Bravo, quienes abrieron la programación del escenario ubicado en la planta inferior del recinto haciendo que el dub, la disco music, el kraut, la salsa o el funk mezclen con total naturalidad, tal y como han hecho a lo largo del verano en innumerables festivales.
Lo de los vascos Belako, un poco más tarde, fue una deslumbrante lección de apropiación de motivos sonoros tan trillados que cuesta creer que con ellos conjuguen un discurso tan absolutamente excitante. Viven en algún punto intermedio entre Chvrches y la legión de exhumadores de las exequias de Joy Division o The Cure. Y pese a ello, su directo es proteico, arrollador e inverosímilmente fascinante. El futuro es suyo, desde luego. Aunque el presente pertenezca aún a bandas como El Columpio Asesino, cuyo amenazante directo (que tanto debe a su espléndido último álbum) siempre gana enteros en las distancias cortas, orlado entre la rotundidad populista de Toro y el pellizco pixie de Floto. Con el primer tramo de canciones de indie pata negra pinchadas por Blutaski DJ (no faltaron The Vaselines) dimos por concluida la primera de las dos jornadas del Deleste, a la espera de la nutrida programación de hoy sábado, que comienza por la mañana con Me & The Bees y termina ya de madrugada con su selección de DJs.
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